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Hasta la victoria, forever

Todo signo colectivo es resultado de un proceso histórico. Incluyendo el uso de los dedos en "V", aunque muy pocos de sus usuarios conocen de dónde proviene.

08.12.2014 17:18 |  Giménez Manolo  | 

Desde mediados de los 60, la adopción de la leyenda "revolucionaria" del peronismo proscrito, por parte de sectores juveniles críticos de la clase media profesional o cuentapropista, pobló las principales ciudades argentinas de nuevos militantes que proclamaban una rara simbiosis nutrida de contenidos –más estéticos que políticos– incompatibles entre sí hasta ese momento.

Me refiero, por ejemplo, a la yuxtaposición iconográfica del Che Guevara y Eva Perón; a la asimilación del Concilio Vaticano II con las indumentarias del hippismo o a la convivencia de la censurada Marchita –en otros tiempos, el temido emblema del aparato burocrático justicialista en el poder– con el folklore "combativo" que, por aquellos días, era la única novedad que presentaba el desprestigiado Partido Comunista vernáculo.

Pero de todas las innovaciones que aportó esta flamante generación de "peronistas", ninguna tuvo tanta aceptación como el uso de los dedos en "V". Tal vez por combinar la sigla del "Perón Vuelve", de las pintadas callejeras, con la protesta generacional norteamericana, pues era el símbolo identificativo del Flower Power, la música de rock y el pacifismo.

Una modalidad que sirvió "como anillo al dedo" para la rebelión juvenil que precipitó con su autoritarismo la dictadura de Onganía en 1966, tras irrumpir en los claustros universitarios –ámbito sagrado de las clases medias– durante la Noche de los Bastones Largos. Más tarde, la rabia se hará "revolucionaria" y "peronista", expandiéndose hacia otros sectores y ciudades.

Me permito recordar, tal vez como marco de referencia, que la costumbre de "hacer la V" tuvo su primer enunciado literario en Buenos Aires gracias a las voces de Miguel Cantilo y Jorge Durietz –Pedro y Pablo– cuando impusieron "La Marcha de la Bronca" en el ranking de los discos simples más vendidos.

Sin embargo, no era un gesto excluyentemente libertario o artístico, como podía pensarse: el gran antagonista de aquel Flower Power, Richard Nixon, también lo usaba en esos mismos días, cuando las bombas de napalm caían sobre las aldeas vietnamitas. No era para menos, pues el ícono mayor del nuevo orden capitalista de posguerra fue la fotografía del colonialista inglés Winston Churchill, haciendo con sus dedos la consabida consonante.

Pavada de resemantización: de Churchill y Nixon al peronismo, pasando por la contracultura beat. Pero no fue la única que debió sufrir a lo largo de su historia. La impronta simbólica de los deditos, en la cultura eurocéntrica, empieza mucho antes de lo que podríamos imaginar.

Algunos historiadores remontan los orígenes de este signo gestual a la Edad Media europea, cuando los arqueros la usaban frente a sus enemigos –al parecer con el dorso de la mano, no con el frente como ahora– con el fin de amedrentarlos, ya que así podían mostrar que tenían los dedos suficientes para lanzar la letal saeta.

¿Y por qué no deberían tenerlos? Es que los guerreros, cuando caían prisioneros y gozaban del raro privilegio de ser canjeados por sus pares del otro bando, sufrían la amputación de los dedos índice y medio –tampoco podrían hacer popular el "fuck you", pero estimo que en aquella época no se estilaba–, lo cual los volvía inútiles de por vida para seguir prestando sus servicios al Rey o al Señor.

Pero volviendo a su significación en nuestro siglo, hay pocas dudas de que la fragua que estampó el simbolismo de los dos dedos –como ya vimos– fue la contienda europea que estalló en 1939.

Hay varias versiones dando vueltas (todas con sus respectivos hitos y monumentos hoy en día), pero la más documentada es aquella que sitúa su origen en la idea de Victor de Laveleye, ex ministro de Justicia belga y director de algunas emisiones tácticas para la BBC durante el conflicto bélico.

Laveleye descubrió que la palabra "victoria" tenía la misma inicial en sus acepciones inglesa, francesa, holandesa y belga; es decir, los principales idiomas de la resistencia en Europa Central. A partir de esta idea, la BBC puso en marcha el plan “V for Victory”, que tuvo un éxito descomunal en almas y murallas durante los combates callejeros.

Desde entonces, la V "digital" fue el saludo característico del Nuevo Orden, expresado tal vez con la misma emoción de aquellos arqueros que forjaron el orgulloso pasado de Occidente. Churchill fue el encargado del broche final de la campaña, De Gaulle lo usó toda su vida y Maggie Thatcher, cuando anunció la victoria británica en Malvinas, concluyó su discurso haciendo el consabido gesto que hoy repiten, orgullosos, las ilusas huestes del populismo kirchnerista.

Curiosidades de la Historia, diría.



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