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La transgresión de Canchisklun – Daniel Alcoba

13.11.2014 15:33 |  Noticias DiaxDia  | 

El jeque Qobb al-Din pasará a la historia como el primer teócrata democrático. Depositó el poder ejecutivo del incalifato de Tahuantinsuniyya en la asamblea de sus seis clones probos, la Pakaskkaklunta, bajo su presidencia.
Las razones de la caída en desgracia de Canchisklun no salieron de la boca del jeque. Qobb al-Din veló la información con la expresión argentina “boludeces”. Pero se supo: Canchisklun se había enamorado de una concubina o esposa temporal de Ñawpaklun, llamada Ruth Najdorfman, Ruth, que antes de firmar contrato con Ñawpaklun como esposa trienal e instalarse en el quillompo (harén) de Ñawpa, había atendido consulta de psicoanalista en Lima y en Guayaquil. En ésta conoció a Canchisklun, tras la despedida de soltera que le ofrecieron las colegas de la Asociación Colegial Psicoanalítica Incalifal. Canchis se había infiltrado en la fiesta de las mujeres disfrazado de milonguero alfa, porque ejercía la prostitución en algunas despedidas de solteras que estuvieran muy buenas, organizadas por la empresa de Rudollah ibn-Fernández, un compañero de armas que fuera su colega de juergas en Basora. El clon prostituido y la psicoanalista se enamoraron a primera vista en las vísperas de la boda de Ruth con el clon más viejo.
Los siete clones conseguían que el Emir de los Creyentes, el Incalifa, pudiese estar en siete lugares diferentes del imperio donde se requiriese su presencia, en versión segunda edad, de cuarenta y ocho años, cuando la fuente genómica se encaminaba a su 78º aniversario. Igual que Qobb al-Din consumó grandes hazañas eróticas el año de su 48º aniversario, también lo hicieron sus clones.
Canchis entró subrepticio y secreto al quillompo de Ñawpa, para hacerle el amor a Ruth Najdorfman. Pero en lugar de aplacarse se llevó a la esposa de Ñawpa a su propio qillompo de la ex San Simón de Arequipa, hoy llamada Tebas gracias a mi clasicismo toponímico.
Flamante gobernador de la ciudad y ciudadela de Tebas de los Andes, el día en que Ruth Najdorfman ingresó en su harén, Canchisklun erigió un alto obelisco tallado en piedra blanca que noventa y ocho días más tarde le serviría de lápida.


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