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Poemas de Carlos Kristensen (Río Negro)
21.04.2014 09:47 |
de... Poemas |
“Las paredes murmuran./ Las paredes oyeron y repiten./ Una cama de hierro fue testigo, y un piso de cemento tiene marcas que repiten la historia”.
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“La historia fue también una exiliada, mientras gruesas paredes murmuraron y un quejido sin fin se levantaba, desde agónicos cuerpos olvidados./ Una ominosa sombra de ignominia cubre el país desde estos ‘chupaderos”.
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“El alma se acurruca en los rincones,/ en la celda del cuerpo,/ del cuerpo acurrucado,/ en la celda real de cal y canto,/ de reja y carcelero./ El cuerpo está dolido por los palos,/ trastabilla de hambre y de impotencia./ El cuerpo/ tiene sed, tiene frío, tiene hambre”. “El cuerpo a solas,/ desenrolla su miedo/ temblando a borbotones./ El cuerpo…/ Y no puede dormir si no lo dejan./ Y no puede yacer si no lo dejan”.
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“Quizá el primer exilio fue la pérdida de la comunidad con la naturaleza, lo que el génesis narra con viejas cuan hermosas imágenes. Pero hoy otros tambores truenan sobre el alma dolorida de los hombres. Otras dimensiones del exilio, sobrecogedoramente, nos aherrojan, nos encojen, nos arrojan, nos matan, de algún modo”.
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“Por eso,/ solamente por eso tu eres sospechoso./ Pero aquí y ahora/ esta simple sospecha significa,/ que hay puertas que no se abren,/ amigos que se esfuman./ Trabajos que se pierden,/ destinos que se frustran./ Dicho de otra manera:/ que el cerco del exilio,/ se cierra en torno a ti,/ y hoy estás exiliado,/ aquí y ahora, y en tu propia tierra,/ en medio de tu casa y tus hermanos./ Eres, por sospechoso, un exiliado./ Un exiliado más en tu propio país”.
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En esta tierra antigua,
donde el viento y glaciales a lo largo de siglos fueron los hacedores de este hosco paisaje, de este largo lamento de tierras sin fronteras.
(pero con alambradas);
derivando en el viento y a lo largo de ríos, llegó una tarde el hombre, con todo el mono a cuestas y la historia delante. Una historia que estaba por hacerse, una historia que, (ahora lo sabemos) se hizo mal a sabiendas... ............
De esta historia tan larga,
una página sola,
basta para mostrarla...
Viento: un gigante que pasa harapiento de arenas, llevando en su regazo el grito malherido de esos tristes, pequeños, palotes de la vida que se mueren de frío...
El cielo: una nube de oro desgranada en la aurora y en los picos lejanos que madura el poniente. Y en la noche sureña un vaho limpia-estrellas y un rudo lustra-lunas, cual sí el aire quisiera avivar las lejanas fogatas estelares y calentar su vientre que rueda entre la nieve. Inviemo:
la vida se arrebuja en la salobre entraña de la tierra
Y quedan frente al viento, espectrales fíguras y manojos de espinas:
vegetales despojos temblando de silencio" ............
Llega el inviemo: el terror de la noche que galopa en el aire
se lanza con sus blancas maletas congeladas a recoger sus muertos. Silba en algún recodo de la tarde, un hambre desaforada y temblorosa vestida de muchacho de lomo descubierto.
La meseta tirita en sus mansos guanacos, cuando la madre-noche, extiende suavemente su manto de blancas mariposas.
Y ese rugido duende que persigue corderos entumidos,
se viene silencioso hacía los valles, rumbo a la población y las majadas... La vida tiene un duro temblor de ventisquero, desflecado en el viento y en la ola dormida.
La franja sospechosa de acuciados zorrinos marca la hora del hambre en la blanca meseta, mientras mueren de frío en la océanica costa
las gaviotas que tienen las pupilas gastadas.
Esta ola sin tiempo que va y vuelve con frío,
tiene su propio coro de voces seculares,
que espeluznan la noche hasta el borde del alba,
cuando toda la estepa es un arpa gigante,
de boquetes, espinas, alambres, areniscas,
pulsadas por un viento de manos congeladas.
Rojas lenguas que brotan de maderos muriendo,
crepitan murmurando su lenguaje hogareño,
mientras en las ventanas un vaho de palabras,
desdibuja la imagen bella de una nevada:
Un tropel de consejas salta de boca en boca al ritmo de un silbido duro como, la noche, mientras afuera sigue palpitando gigantes, un viento que cortejan bocanadas de nieve...
Mientras en hoscas pampas y en lagunas perdidas donde mueren coirones tundidos por el viento, los híjos de los hijos de los viejos mapuches, los nietos de los nietos de los mansos tehuelches: Ellos que fueron dueños de la tierra y el viento. Ellos que fueron amos del sol y la fogata,
siguen durando, amargos, flacos con un quejido, muriendo a tropezones. Encontrándose a veces, sin saber, cualquier día, mas allá de la muerte, con un frío manojo de viento entre los dientes.
Y el oleaje sin término va y viene con su frío, indiferente al hombre como si fuera hombre, haciendo su reparto de nieve y congelados.
Cuando el sol no recuerde las estepas sureñas
y el hombre no recuerda
que tiene por los otros una voz y dos manos. . .
............
En esta tierra agreste que es tan sabia en inviernos, pero que apenas sabe lo que es la primavera. Cuando la tierra es dueña de todo su paisaje primitivo. Cuando el hombre es un bíblico pastor a la intemperie, que recoge en el viento su pan y su esperanza, se levanta a la historia la estampa primitiva, pero que está durando,
que se halla entre nosotros,
del hermano puestero...
Carlos Kristensen Productor frutícola en Cipolletti. Militante político. Escribió poesía, prosa, enseñó historia y filosofía. Fue secuestrado en su domicilio. Torturado en la Policía Federal y en “la escuelita”. Estuvo detenido en la Comisaría de Cipolletti, Delegación de Neuquén de la Policía Federal, Unidad Penitenciaria 9, centro clandestino de detención La Escuelita, U6 de Rawson. Se exilió en Dinamarca en 1979 y murió en 1996.