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Poemas de Mario Nestoroff (Chaco)
28.04.2014 09:24 |
de... Poemas |
CANTO AL CHACO
Cielo en el campo de algodón, y cielo,
cielo en el cielo tibio de mi Chaco.
La luz del viento Norte que se agita
sobre el extenso monte de quebrachos.
Ardiente sol que alumbra nuestros huesos
y nos ciñe con sombras a la tierra.
Luna, que entibia las aldeas dormidas
y que al Este engalana las palmeras.
Tierra de pumas, yararaes y ciervos,
desde el fondo del tiempo el indio toba,
viene abriendo picadas en sus montes
y manchando sus riachos de canoas.
Esta es mi tierra donde se ara y canta.
Este es mi Chaco, algodonal tendido
al viento de la tarde que lo ondea
como a un blanco pañuelo estremecido.
Esta es mi tierra donde el hombre calla
y el fatalismo muerde sus entrañas,
cuando en el cielo un drama de langostas
ensombrece las tierras cultivadas.
Tierra de tradición, de mate amargo,
de asados al fogón y de rasguidos.
tierra de gauchos, donde algún asunto
se discute a relumbre de cuchillos.
Haciendo un viaje por aldeas y pueblos,
un latido de paz se nos ahonda.
la beatitud emerge de las gentes,
la sencillez se escapa de las cosas.
La raza toba señoreó este suelo
cuando el sol era sol y el monte, monte;
aún perduran algunas tolderías,
como un sueño escapado de la noche.
Indio de piel oscura y ojos tristes,
enraizado en las selvas de esta tierra:
deja que nombre tu dolor, hermano,
hoja del árbol de una raza muerta.
Este es mi pago al Norte de mi Patria,
tierra abierta a las luces del progreso,
que va al encuentro de un llamado viejo,
que va al encuentro de un destino nuevo.
Nuestra tierra nos llama y nos amarra.
Es nuestro corazón eterno preso.
Quien mil veces partió, volvió otras tantas.
Nuestra alma está hecha de regresos.
Llegue mi pobre canto hasta los montes,
y trepe mi cariño a sus quebrachos,
Porque estoy lejos, como un niño triste
llevo en el alma el cielo de mi Chaco.
LA MÁQUINA DE ESCRIBIR
De puro integrar el paisaje de la sala
la vieja máquina de escribir pasa inadvertida.
Una piadosa pátina de polvo
la condecora de olvido y de melancolía.
La máquina estoica y guerrera,
si pudiera,
cuantas cosas diría,
acerca, por ejemplo, del cosmos y la hormiga.
Pero está muda, silente,
está como dormida,
acunando cuentos de hadas,
cartas de amor jamás escritas,
y hasta una pizca de filosofía.
Si acaso despertara
al simple soplo de la muriente tarde,
yo le sugeriría que te dijera, amada ausente,
que es como el horizonte la vieja pena mía.
CANTO A LAS BREÑAS
Te fundaron una noche, a la luz de la lámpara.
El monte estaba espeso de quebrachos y sombras.
Los hombres, todos, todos, miraban hacia el alba.
Te fundaron sin meses, sin fechas y sin horas.
Fue una noche, digo, en que todos los grillos
andaban en el campo de parranda en parranda.
Fue algo sin discursos, sin palabras, sin himno.
Algo que hace la gente que siempre esta callada.
Las Breñas, patria mia, te recuerdo en futuro,
con tus gentes sencillas, tus árboles, tus calles;
y pienso que es muy bueno, si es que tiene alma uno,
que el alma de uno quede a vivir en tus calles.
Las Breñas, madre mia, pequeño país de sueño.
Amada que enmadejas la luz de mi quimera.
Canto y me enloquezco, te lloro y me renuevo.
Pueblito donde quiero que me recubra la tierra.
ODA AL MATE ELEMENTAL
I
Ay, quién te puso sobre la tierra,
mate, yerba mate, polvo de oro.
Tu presencia en la sangre a veces
ocasiona catastróficos trastornos hepáticos,
con palidez de muerte y nocturnas ambulancias.
Tu ausencia también anda, ¡cuando no!,
dando terribles dolores de cabeza.
Ay, pero quién te puso sobre la tierra,
y por qué tuve que ser yo el predestinado,
el que te alabara con palabras de patología,
yo, que te quiero tanto.
Una vez,
bajo las constelaciones de otras razas,
caí también presa de tu siempre trágica influencia.
Lejos estaba el cielo del sur de Sudamérica.
Y te extrañaba, elemental hermano,
selvático polvillo de esmeralda.
Y algo me dolía, inmaterial, de sueño.
En vano rondaban los siquiatras
del cerezo y la nieve.
Y pasaron meses, y pasaron años
sin un poco de yerba al sol del alma.
II
Haced un fuego elemental de troncos,
o no vale la pena.
Voy, si me permitís, a cebar bajo la noche.
Que todo esté a punto, calibrado,
como una viola,
como las constantes de una rosa,
o no vale la pena.
Voy a cebar, pero dejadme
ser el mensú, el capanga, el latigazo.
Yo elegiré la pava, el agua, el mate,
la yerba y la bombilla.
No hagáis añicos las medidas,
las proporciones, las temperaturas.
Me ofrezco, amigos.
Hoy tengo el alma bien templada.
(He ahí el secreto).
El pulso en orden.
(He ahí la magia y el misterio).
Y mientras anda a un soplo de cortarse
el nervio del planeta,
cebaré con calma bajo la noche ociosa.
Y quiera Dios que así nos halle el sol,
mañana.
Mario Nestoroff nació en Las Breñas, Chaco, el 21 de agosto de 1936. Se desempeñó en la redacción de “El Territorio” donde fueron publicadas obras suyas.
Recorrió gran parte del país. Escribió muchos poemas publicados por diarios y revistas. Cantó al Chaco en sus poesías.
La Municipalidad de Resistencia dictó por Resolución el “Premio Municipal de Poesía Mario Nestoroff”.
Sus poesías fueron musicalizadas.
La Subsecretaría de Cultura del Chaco editó una antología poética en 1989. En el museo de San Bernardo emplazaron el busto del poeta. También emplazaron un busto en el centro cultural que lleva su nombre en Chaco.