Poemas de Martín Prieto (Santa Fe)
21.07.2014 02:45 | de ... Poemas |
OTRA TARDE DE CALOR
Era tirar la línea al agua y sacarla
con un golpe de muñeca para que el balde se fuera
llenando de mojarras; después
era ingresar en la modesta mitología de lo exagerado:
87, 153, 350.
Pero antes, entre una cosa y la otra, era
la poderosa sensación de que un ser desprovisto de conciencia,
insensible al dolor, había, flap
mordido la lombriz que como un experto
habías enhebrado en la agujita doblada. Allá
una, embarazada como un corcho de sidra,
tomaba el sol con los pies en el agua y otro
contaba cuánto cobraba el cura del pueblo por celebrar una boda.
LOS TEMAS DE PESO
Después de varios años dedicados a la minucia,
al enfermante relevamiento de los detalles,
decidí abocarme a los temas de peso:
el amor, la política, la trascendencia, la gloria.
Finalmente convencido de que el mundo
era más amplio que mi departamento
compré una pila de tarjetas magnéticas
y salí a recorrer la ciudad en colectivo
atento al paisaje y al rumor sordo
en el que se convertía la parla simultánea
de mis contemporáneos. La bruma gris
que se levanta en los barrios de la quema
y la otra, prístina, que emerge rosa del agua
del río león, envolvían mis paseos en un aura
de ensueño y todo se aparecía corrido
de su justa dimensión.
EL CAMPO
Fue el viento el que corrió la tierra
depositándola en las concavidades
de las llantas resecas de un Farlaine abandonado,
ahora cuatro macetas
donde crecen unas plantitas de soja
que más atrás y después de los alambrados son,
en ordenada multitud,
los esclavos de un ejército cuyos generales,
con un ojo clavado en la Bolsa
y el otro en las mal pagadas elucubraciones
de los investigadores del Conicet,
toman agua mineral en los mismos vasos
en los que sus abuelos tomaban whiskie sin hielo
amarillo como el trigo de marzo,
cuando ahí atrás había un trigo dócil
al que el viento convertía en un océano de oro que
fue, como el esmeralda brillante que se mece ahora,
finca de pocos e ilusión de millones.
UNA MAÑANA MONTEVIDEANA
Amanece en el puerto de Montevideo.
El Río de la Plata,
que en su ancho parece mar,
oxida las rocas del muelle.
Las luces de los barcos
anclados allá
se reflejan sobre el agua tersa
y se hacen, cada una, dos.
Fascinado como el joven Burroughs
ante un espectáculo semejante,
empecé a temer, como él,
que si no me iba de Inmediato
tendria que quedarme allí para siempre.
ACERCA DEL ALMA
Nada más quisiera el alma:
una percepción emocionante,
materiales levemente corruptos
de eso que llamamos "lo real",
y no estas construcciones de fin de siglo
en el bajo,
galerías desde las que miro
los mástiles enjutos de un barco griego.
Tampoco el agua ni,
más allá,
eso que dicen es la provincia de Entre Ríos.
EL MAR
Estoy parado frente a un caballete en blanco frente al mar,
en cualquier país de Suramérica.
Entonces pienso:
estoy envejeciendo;
nada me atrae ya con nitidez.
Un barco naranja crúzalo al mar
al bies
y se pierde.
No seré yo quien lo pinte.
DESDE LA VENTANA
El mundo es esta estación de trenes, casi invisible por la lluvia.
Hay, entre las vías, un resto:
una naranja brillante apoyada contra el riel.
El hombre tiende la mesa
y cree cambiar en algo las cosas
UNA CANCIÓN
Las plantas de lechuga,
húmedas por la lluvia de la noche anterior, verdes
contrastan en un paisaje acostumbrado
al maíz, al trigo y a la pastura.
Las mujeres no hornean, como antes el pan:
duermen a esta hora y sueñan con hombres elegantes
que las pasean en auto descapotados,
que les señalan, al cruzar el puente,
esos cuerpos encorvados y rústicos,
casi imperceptibles por la niebla,
que recogen y encajonan plantas de lechuga,
al amanecer.
LA DESPEDIDA
Vivimos veinticinco años juntos
y en la misma ciudad
para terminar en este país de extranjeros
casi como dos turistas aburridos
que toman una copa helada
después de haber intercambiado
algunas palabras gentiles.
Las calles de Roma están bordeadas de basura,
por la huelga,
y hay ese olor nauseabundo
que provoca en los residuos
el calor del mes de agosto.
VERDE Y BLANCO
De las verdes brevas la mujer, entre sus manos, toma una.
alguien las cortó esta mañana
eligiendo las más grandes y rugosas,
dejando que las tersas maduren como higos,
dentro de un mes.
De las verdes brevas que adornan el centro de la mesa
dentro de un plato de loza blanco
la mujer, entre sus manos, toma una.
El contacto de esa carne desarmada y fresca
contra sus labios le recuerda un viaje.
Una terraza.
Velas blancas sobre el agua del Mar Argentino.
Martín Prieto nació en Rosario (Santa Fe) en 1961. Poeta, periodista, ensayista y licenciado en letras. Es parte del consejo de redacción del Diario de Poesía y editor del suplemento cultural del diario El Ciudadano, de Rosario. Profesor de letras en la Universidad Nacional de Rosario.
Publicó los libros de poesía Verde y Blanco (Ediciones Libros de Tierra Firme, 1988), y La música antes (1995), La fragancia de una planta de maíz (1998 –Poesía), Baja presión (2004-Poesia), Los temas de peso-Ediciones Vox,( 2009),entre otros.
Poemas en volúmenes colectivos Poesía de Cuarta (1980) y Con uno basta (1982).
Breve historia de la literatura argentina (2011-Ensayo), Calle de las Escuelas número trece (1999-Narrativa).
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