Claudia Ainchil, periodista y poeta de reconocida trayectoria, incursiona también en la narrativa, en este caso, con su novela El Imperio del Agua, publicada por Clara Beter Ediciones, con un lenguaje, tanto en su estilo como en la construcción del texto, denominado no convencional o de ruptura, en contraposición a las formas clásicas de narrar.
En esta novela, la autora da elementos e informaciones que se van mostrando de a poco, a medida que avanza la acción en forma sesgada, no directa. Hay una historia central que se desarrolla con detalles y precisiones, con citas de políticos, y otra bastante oculta, que no se explicita, pero que el lector activo puede ir imaginando e incluso completarla con su criterio subjetivo. La autora va mechando esa otra historia casi oculta con un tono poético implícito e ideológicamente comprometido.
Prueba de lo dicho es uno de los párrafos iniciales de la novela que dispara en el lector diversas interpretaciones. “Un grupo camuflado que baja de camiones reparte cajones en las esquinas. La multitud se irrita y da codazos por llegar a poseer el botín. No muy lejos empieza la batalla campal. Unos contra otros. Los tomates más maduros son lanzados con furia y se estrellan sin disimulo sobre los cuerpos. Nadie se salva”.
La prosa de Ainchil es ceñida, apretada, como es el caso de Hemingway, con escasos adjetivos y con las descripciones mínimas que tienen que ver con las acciones de los personajes.
Uno de los logros de esta novela, además de la trama por momentos alegórica y sus múltiples personajes, son las citas de diversas personalidades políticas. “Al fin de cuentas, la vida alcanza su verdadero valor no cuando se la vive de una manera egoísta, nada más que para uno mismo, sino cuando uno se entrega a la vida toda íntegra, fanáticamente, en aras de un ideal que vale más que la vida misma” Eva Perón, 16 de diciembre de 1949.
Las citas de políticos de diferentes partidos, denota la amplitud de la autora. Hay frases de Hipólito Yrigoyen, Ricardo Balbín, Mario Bravo, Alfredo Palacios, entre otros. Lo que no quita la toma de posición ideológica de Ainchil, por ejemplo al citar a John William Cooke, el 29 de agosto de 1946. “El país-en sus aspectos políticos, sociales y económicos exige un plan de acción esencialmente practico, factible y de inmediata ejecución. Por ello debe desecharse toda teorización y todo intelectualismo que conduzca a espectaculares programas, fáciles de exponer en el papel, pero absurdos, inoperantes o peligrosos en la práctica.”
Además de los políticos y sus alocuciones está en la novela la voz del pueblo, tanto o más importante que la de sus representantes. La palabra y la acción de las bases está descripta por un grupo de mujeres, verdaderas luchadoras quijotescas. "Eran cinco y solían apodarlas las mujeres todo terreno. Se metían en las radios a regañadientes del personal de seguridad apostado en los vértices de las puertas. Bastaba una señal milimétrica de una de ellas para que a modo de remolino surcaran con ímpetu el espacio circundante. Eran como Don Quijote, hembras luchando contra los molinos de viento”.
La acción de estas luchadoras, adquiere relevancia en estos días, donde diversas y múltiples agrupaciones sindicales, movimientos sociales de trabajadores y un sector lúcido de la clase media, sale a la calle para reclamar al Congreso por la pérdida de tantos derechos.
“Las querían escuchar, todos decían que las seguían de radio en radio. Eran sus fieles oyentes. Por eso, ellas, porque se habían dado cuenta del arrastre que provocaban con su trabajito de hormiga, “dele que dele a los benditos alertas”.
En los tramos finales de esta novela hay un deseo de justicia social más que necesario en estos días tan aciagos en cuanto a la aniquilación de los derechos sociales y el compromiso colectivo. “Los habitantes escuchan absortos los alertas, de boca en boca va pasando la noticia hasta lograr inmiscuirlos. Ya no pueden hacerse los desentendidos”.
En definitiva, podríamos catalogar al Imperio del agua como una novela testimonial y comprometida. Una muestra de ello es la cita del fiscal Julio César Strassera en el juicio a las Juntas militares. “Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: “Nunca más". (18 de septiembre de 1985).
Concluye la acción con el logro de una frase que condensa la toma de conciencia política y social de Claudia Ainchil. “Las estatuas se convierten en polvo cuando nadie recuerda”.
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