Desde hace tres años, la Escuela Primaria Nº 45 Bajo de los Fósiles, de San Pedro, decidió combatir el desarraigo con un proyecto de huerta que, desde entonces no ha parado de crecer y multiplicar su potencial. De ser un proyecto estrictamente escolar, hoy tiene alcance comunitario y con planes a futuro.
Desde su nacimiento, en el año 95, la institución adquirió el perfil de la mayoría de las escuelas rurales: poca matrícula -35 alumnos en total-, mucho aislamiento y escasa identidad con el lugar.
“Cuando asumí -en el año 2009- nos encontramos con el problema que tienen la mayor parte de las escuelas rurales: el desarraigo de los pobladores, por su mismo trabajo temporal, que termina cuando finaliza la cosecha”, cuenta Marcela Luchessi, directora de la unidad educativa, quien puso en marcha el proyecto de la huerta escolar para fomentar el arraigo y la identidad de los alumnos. “Lo hicimos a través de lo que consideramos que era una de las claves: aprovechar los circuitos productivos familiares”.
Un dato previo terminó de dar forma a una idea de la docente: vincular Educación y Producción. “Con la producción rural ellos están acostumbrados, porque están en este ámbito y porque ya habían tenido huertas exitosas en la zona, es decir que tenían recuerdos valiosos”.
Con el asesoramiento y la capacitación de técnicos del INTA, alumnos y docentes pusieron en marcha la huerta escolar. Después se incorporaron los padres “ayudando en la construcción del cerco o llevando agua hacia el lugar”. Con el proyecto en marcha, llegaron las primeras vacaciones y con ellas, un episodio que dio inicio a otra etapa.
“Las mamás cuidaron los cultivos de los chicos durante el verano, hasta que la escuela retomara sus actividades en marzo”, dice Luchessi, “pero también empezaron a interesarse en el espacio que les daba la huerta”. La primera etapa estaba cumplida, y así se pasó de una huerta escolar a una Huerta Comunitaria.
“El año pasado decidimos espacios -dentro del predio de la escuela- donde ellas pudieran cultivar sus propios productos y un lugar cercado, para evitar el ingreso de animales y mantener las condiciones de sanidad”.
La producción es permanente y variada: tomates, lechuga, habas, acelga, zanahoria y rabanitos, son los cultivos más tradicionales; pero también aromáticas como curry, lavanda, orégano, perejil, albahaca, romero y laurel.
La mayor parte de la producción está destinada al abastecimiento de las familias, en tanto el resto está para vender. Este año, fueron invitadas a participar de la Feria del Río y de la Tierra, organizada por el INTA para promover las economías familiares, y allí tuvieron la oportunidad de vender sus productos.
“Estamos en proceso”, dice Luchessi. “Hace poco las mamás pidieron un curso sobre plagas y otro sobre aromáticas. Para esto último nos vinculamos con la Escuela Especial 501 que tiene un profesor de huerta y que sabe mucho sobre el tema”.
Para la directora, el objetivo fue desde el principio “que la escuela contribuya desde su especificidad pedagógica, tratándose de una de las únicas instituciones públicas que hay en la zona, porque está la escuela y el centro de salud, haciéndole llegar a la gente las políticas educativas”, y añade “pero también las políticas sociales, por ejemplo, vinculándonos con ANSES y viendo qué posibilidades tiene cada familia para obtener la Asignación Universal por Hijo, o para que tengan el Monotributo Social, que fue lo último que hicimos”.
Este último beneficio es una política de la Subsecretaría de Agricultura Familiar, dependiente del Ministerio de Agricultura de la Nación que da la posibilidad a los proyectos de economías familiares, que producen para su propio abastecimiento, pero que podrían vender lo que les sobra, de integrar un circuito legal de venta a través de un monotributo gratuito. “Así, las mamás y sus hijos tienen obra social y además jubilación”.
A futuro hay varios objetivos planteados, como el de integrar la huerta en un proyecto de granja, con animales y todo. “A nosotros nos sirve porque lo que intentamos es fomentar en nuestros alumnos el arraigo. Ellos aprenden a la par de sus padres y nosotros podemos conocer un poco más el contexto en donde estamos interviniendo”, explica la directora y agrega “lo que se ha logrado es que la escuela pueda ser vista como un lugar donde los papás pueden ir a buscar lo que necesitan: saberes y orientación”.