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La doctrina del ombligo. Por MANOLO GIMÉNEZ
No pocas veces, al abordar discursivamente los problemas generales, dirigentes y legisladores terminan hablando, elípticamente, de sí mismos.
06.01.2014 18:24 |
Noticias DiaxDia |
Esta afirmación, que parece resultado de alguna apresurada lectura de semiología es, en realidad, una forma de manifestar la sospecha que seguramente usted, desconocido lector, ha experimentado más de una vez.
Pues si bien la discusión política pretende desenvolverse en el territorio de las posiciones y razonamientos objetivos, en la mayor parte de los casos uno intuye -con razón, generalmente- que se están manifestando necesidades o intereses circunstanciales del propio dirigente. O del partido o fracción al que responde.
Tal vez por eso, hace ya muchos años que la política argentina no produce líneas de trabajo que expresen los intereses comunes de las mayorías sociales. Estrategias que puedan mantenerse en el tiempo, aún con el cambio de signo partidario de los gobiernos sucesivos.
Pensemos, por ejemplo, que no puede discutirse en el Congreso, por la absoluta imposibilidad de obtener el consenso requerido, una nueva ley de Coparticipación Federal. Un objetivo indispensable que, en 1994, la Constitución Nacional exigía sancionar en un plazo máximo de dos años.
O tomemos el caso de la crisis energética: ¿cuánto tiempo hace que no se convoca a gobernadores y representantes a diseñar una nueva y moderna matriz, sorteando los negocios de funcionarios e intermediarios, a fin de avanzar en las múltiples formas de energía alternativa que permite la diversa geografía del territorio nacional y no depender, siempre, de quienes vienen a saquear nuestros recursos gasíferos y petroleros?
Asimismo, en el marco de los acuerdos electorales de los diversos frentes que parecen encaminarse hacia 2015, ¿alguien está planteando, por encima de la cómoda coyuntura exportadora actual, el modelo de acumulación que debería sostenerse con la formidable renta agraria que arrojó la última década y media?
Se dirá que hay proyectos en elaboración, para lo cual se reúnen los cuadros técnicos de los distintos partidos del mismo frente o los distintos frentes del mismo partido, en numerosos congresos semestrales de convocatoria nacional (o algo por el estilo) con carpetas, power point y coffe break. Pero todos sabemos que la existencia misma del frente responde a otros parámetros, donde importan más las encuestas de la última semana que las necesidades del próximo siglo.
Como ya dijimos alguna vez en este mismo espacio, la política no siempre fue así. Y basta presentar, como pruebas, la conformación del Estado nacional bajo el roquismo; los fundamentos de la soberanía energética de la política yrigoyenista o los derechos laborales y sociales consagrados desde 1943, institucionalizados luego bajo el peronismo.
En tales momentos de nuestra historia nacional -aún cuando no faltan episodios de corrupción en todas las épocas-, el propósito colectivo era el sentido común dominante en la vida política criolla. Hasta se diría que existía cierto pudor de manifestarse o legislar para el corto plazo. Esto, claramente, ya no es así.
Una antigua parábola rabínica sostiene que cada ser humano nace con un cristal delante de sí, a través del cual ve la realidad. Es imperioso que ese cristal se mantenga limpio –sostiene la narración-, porque si se acumulan adherencias hasta cubrir toda su superficie, el cristal se convierte en un espejo y sólo nos deja mirarnos a nosotros mismos.
Ojalá no sea esto lo que nos está pasando.