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El inmortal - Eduardo Poggi
31.10.2014 13:30 |
Noticias DiaxDia |
El anciano viajó a Egipto y nadie supo la razón. Regresó y permaneció en su antigua relojería, arreglo tras arreglo, produciendo piezas imposibles de encontrar, repuestos de artístico proceso de elaboración y belleza de artesano. Su amor se extendía mucho más allá del regocijo de cada reparación. Incluso, creían que el viejo era poseedor de fuerzas no humanas, fuerzas intangibles, paranormales: esoterismo, magia negra, brujería, metafísica. Él siempre decía que su vida dependía sólo de los relojes, y todos se imaginaban que era la forma de expresar su amor por ellos. Pero él sabía que su expresión era literal: dependía de ese reloj de péndulo que daba las sonoras campanadas cada quince minutos. Música para sus oídos y latidos para su corazón: gracias al reloj de péndulo su músculo bombeador palpitaba en su pecho. Por eso había viajado, porque sabía que algún día destruirían su reloj de péndulo. La noche que las campanadas no sonaron, corrió y encontró vacío el ángulo donde lo colgaba: ruedas, piñones, péndulo, agujas, cuadrante, resortes, todo desparramado por el piso. Ahora, el querido reloj de arena, con el fluir constante de sílice de abajo de la esfinge, comenzaba a darle vida a su nuevo corazón.