Esta historia sucedió en Coronel Matamoros de Lejos, un poblado perdido en la inmensidad de la pampa argentina. Localidad que nunca contó con ningún privilegio, es más, fue perjudicada desde siempre. Cuando se construyó el ferrocarril, sin saber por influencia especifica de quién, el mismo hace un gran rodeo de decenas de leguas para no arrimar ni cerca al trazado urbano, lo mismo con el tendido del telégrafo que se limitó a acompañar las vías del tren. Luego con la construcción de la ruta nacional y lo mismo con las provinciales. No se sabe por que maldición, siempre quedó a distancia de todo.
Dicen que la razón se esconde en su origen que fue la unión de una toldería ranquel con una milicada que se había perdido durante la campaña del General Roca. Las lenguas ponzoñosas, que nunca faltan, afirman que era una partida de desertores.
La Comisión de Historiadores de Coronel Matamoros de Lejos, integrada por su presidente y único miembro, Don Lisandro Vega, escribió a principios del 1900, que la fuerza militar, integrada por unos treinta soldados y diez cautivas recuperadas, llegó hasta allí dispuesta a dar batalla, pero las pésimas condiciones físicas de los integrantes, sumada a la falta de comida y municiones para los Rémington, llevó al Jefe, Sargento Estanislao Agüero del Regimiento 30 de Línea, con gran astucia pactar con Relincho Largo, cacique ranquel, una tregua de 30 días, a condición que les proveyeran alimentos y les permitieran a los hombres y caballada abrevar en el arroyo.
Y así como quien no quiere la cosa se fueron chamigando y entreverándose los soldados con las indias y las cautivas, que extrañaban su abandonada reciente vida, se acercaron a los indios, y uno bien sabe como terminan estas cosas, siempre terminan a menos del año con chicos llorando.
Pasados los 30 días en medio de una reunión mientras se preparaba una yegua al asador, Agüero y Relincho Largo rompieron el Acta de Tregua y decidieron labrar una de fundación del pueblo, brindando con abundante chicha.
Por el escrito del historiador también se develó el misterio del nombre impuesto al futuro poblado, el mismo surgió a causa de la borrachera de ambos jefes, los cuales con una hoja de un diario muy viejo, que Agüero guardaba para ejercitar la lectura, a una vez por turno apuntaban con el dedo alguna palabra y de allí surgió. Salvo una corrección que decidieron en conjunto a fin que quede acorde con la modalidad que utilizaban en otros parajes, como Coronel Pringles, General Lavalle, General Pueyrredón, General Madariaga, etc. El verdadero nombre surgido por el peculiar sistema era: “Moros, Lejos, Mata, Coronel”, cosa que no pegaba con nada. Luego de algunos cambios, por unanimidad quedó el definitivo.
Quizás, debido a su turbio origen las autoridades de la capital optaron ignorar la existencia de la nueva localidad.
En tres oportunidades Agüero envió chasquis de su tropa para informar de la fundación, los tres fueron detenidos y procesados por desertores, con los años, cumplidas las condenas, regresaron a Coronel Matamoros de Lejos, siendo recibidos como héroes. En la actualidad las tres principales diagonales llevan sus nombres en reconocimiento de la comunidad por su sacrificio.
También Relincho Largo envió al mayor de sus hijos para que comunicara del pacto de paz realizado y la decisión de fundar una comunidad, años más tarde recibió una carta con timbre postal del vaticano, donde le informaba que en el viaje había sufrido una rodada con su caballo, siendo auxiliado y cristianizado por unos curas salesianos que volvían del sur con destino a Italia y que desde entonces vivía en Roma, enseñando su lengua a futuros misioneros, finalizando su misiva con un “Dios los ayude, yo quedarme acá”.
La pequeña población, formada por los ranqueles y criollos crecía lentamente, el mayor impulso demográfico lo dio un convoy de carretones con inmigrantes polacos, croatas, alemanes, italianos, vascos, sirio libaneses y turcos, que viajaban con destino a La Punta y debido a la crecida del arroyo Nankonum (Aguas Profundas), los carretones no pudieron vadear el curso de agua.
Los días pasaban, las aguas no bajaban y las tentadoras ofertas de tierras realizadas por Agüero y Relincho Largo, sumadas a las bondades de vivir en Coronel Matamoros de Lejos, sin policía, ni Juez, ni impuestos, convenció a los expatriados a quedarse con ellos. A partir de ahí, la conformación de la colonia multiétnica, logró un buen grado de desarrollo, aislados, pero “aliados en el progreso”, como rezaba en un cartel en la entrada al pueblo.
Ni lerdos, ni perezosos, Agüero y Relincho Largo, bi intendentes a perpetuidad, inauguraron el Almacén de Ramos Generales “La Mita y Mita”, comercio que les permitió amasar una interesante fortuna.
El responsable del convoy era Don Marcial Peralta, experto baqueano, hombre culto y sabedor en eso de “es mejor persuadir que ordenar”, muy conocedor de la topografía y toponimia pampeana, diestro para trazar caminos y dibujar los mapas de sus recorridos, realizó cuatro grandes aportes a la comunidad de Coronel Matamoros de Lejos, cosa que le valió que la plaza principal lleve su nombre.
Primero, fue un importante actor en convencer a la gringada de no seguir camino y quedarse allí.
Segundo, entregó las 100 cabezas de ganado vacuno, 100 ovejas, 50 cerdos y 50 caballos que llevaba en arreo a La Punta, más cantidad de bolsas de semillas y herramientas para la agricultura, para el establecimiento de los inmigrantes.
Tercero, que es bastante objetable, en razón que dibujó un mapa donde marcaba la zona como una enorme salina, con el agregado que no podría sobrevivir ningún animal, planta o cristiano por unas vertientes de aguas venenosas. Documento que hizo llegar a las autoridades de mano de un arriero de su plantel, que decidió volver con su familia en los pagos de Tapalqué, quién además debía informar de la muerte de todos, criollos, gringos y ganado, por una extraña peste. Don Marcial Peralta, sabía que cuando el mensajero expresara la palabra peste, las autoridades se lo sacarían enseguida de encima por miedo a un posible contagio.
Este tercer aporte, es el objetable pues, primero favoreció al desarrollo de una comunidad sin la ingerencia de los poderosos de siempre, ansiosos de sumar leguas a sus patrimonios. Pero también la condenó al ostracismo.
Y como cuarto aporte, fue el padre de los mellizos Justo e Imparcial Peralta, a quienes les transmitió toda su sabiduría empírica, más una doctrina humanista cimentada en lo mejor de todas las culturas y religiones que había conocido a lo largo de su vida debido al trato con los inmigrantes. Conocimientos estos que les permitió a los mellizos desarrollar desde su temprana juventud una actividad muy destacada e imprescindible dentro de la comunidad.
Si bien por los esfuerzos de Relincho Largo, Estanislao Agüero, con el apoyo invalorable de Don Marcial Peralta, habían llegado casi al ideal de la Comunidad Organizada, no eran pocos los conflictos que se suscitaban entre los pobladores por distintas razones, desde culturales a económicas, pasando por las domésticas, comerciales, sociales.
Tanta mescolanza de razas, idiomas y costumbres no eran cosas fáciles de convivir. A los comienzos los enredos terminaban con sangre, entierro y luto. Cosa que ponía de muy mal humor a los fundadores, que como escarmiento aplicaban su autoridad desde atrás del mostrador, cerrando el expendio de ginebra o cualquier otra bebida alcohólica y tabaco, medida que afectaba sus ganancias, pero antes que nada privilegiaban la convivencia en armonía.
Si ellos, enemigos acérrimos, lo habían logrado, como no lo podían hacer esa manga de desarrapados ignorantes que apenas podían hablar como la gente dos o tres palabras.
Con el tiempo Don Marcial Peralta, implantó la enseñanza obligatoria de los idiomas madres, el ranquel y el español, a los niños inmigrantes y estos a su vez transmitían lo aprendido a sus mayores, método que dio pronto sus frutos y comenzó a bajar el número de entredichos terminados con sangre.
Pero, si bien bajó la violencia como regla para dirimir los problemas, como en todas las relaciones humanas, las diferencias subsistían originadas por las múltiples causas antes mencionadas.
En este punto es cuando comienzan a tallar los mellizos Justo e Imparcial Peralta, demostrando sus dotes de solucionadores de conflictos, pioneros absolutos en lo que hoy llaman “counseling”. Cada uno tomaba parte por uno de los afectados y tras largas horas de discusión entre ellos, lograban llegar a un acuerdo que conformaba a ambas partes y quedaba saldada la disputa.
Así fueron poniendo orden y concordia entre los pobladores y a medida que se corría la voz, más eran los asuntos que sometían a su arbitraje. Muchos de ellos necesitaron varias jornadas de deliberaciones debido a la complejidad del caso.
Por ejemplo, el de un turco que se consideró estafado por un ranquel que le vendió una potranca que al menor descuido de su nuevo dueño regresaba a los toldos con el resto de la tropilla.
Otro, el de un croata con un criollo que le facilito su chancho padrillo para que sirviera a la chancha del gringo, con el arreglo de dividirse por iguales las crías, resultando pares en la parición, pero la última morir enseguida. El croata reclamaba que las suyas eran las impares por orden de nacimiento, por lo tanto la última era par y correspondía al gaucho.
También el caso de un sirio libanés que contrato a un italiano para que le sembrara zapallos y exigía la devolución del pago, además lo acusaba de cambiarle las semillas al comprobar que los frutos eran zapallitos amargos.
Famoso fue el asunto del vasco tambero que alquiló su toro a un polaco para que le atendiera las vacas, pero al parecer el macho vacuno no prestó ningún servicio y el polaco demandaba la devolución de la leña que había entregado en pago, ante la total negativa del vasco que acusaba a las vacas de ser poco agraciadas como para tentar a su rumiante.
Las mujeres también traían los suyos, como cuando una criolla le reclamó a una costurera alemana, haberle hecho un vestido demasiado ajustado, que despertaba la lujuria en la mirada de los hombres. Achacando la modista a que la clienta había engordado después de tomarle las medidas.
Casos y más casos fueron resueltos pacíficamente por medio la sabiduría negociadora de los mellizos, lo que no pudieron solucionar ni negociar fue el paso de los años, un tiempo antes que les llegara el final de sus días, ya no podían ejercer sus dotes dado que, muy dispuestos comenzaban las tratativas pero a los pocos minutos ya no recordaban que estaban tratando.
Fueron tan prolijos que ambos fallecieron el mismo día y a la misma hora. El velorio y entierro de los Peralta, fue el que más gente reunió en toda la historia del pueblo, ni el del mismo padre, que fue considerado un héroe, logró reunir tanto pesar y desconsuelo.
A los pocos meses del deceso, el clima comenzó a enrarecerse, el mal humor de los habitantes iba en aumento y al no tener quien pudiera resolver los conflictos, volvieron a recurrir a la violencia para dirimir las diferencias. Con el agravante de comenzar a desconfiarse entre las etnias, familias constituidas peligraban en disolverse, el pueblo se sumía en el caos.
Pero como todos sabemos, hay cosas que suceden sin encontrarle una explicación dentro de las reglas de la lógica. Quizás también se cumplió el deseo del hijo mayor de Relincho Largo, cuando sugirió el que “Dios los ayude”.
La cuestión que una tarde, en la zona de las quintas, en medio de una repentina tormenta de fuerte viento y tierra volando en círculos, venía pedaleando al máximo de sus fuerzas Tasisto Comelli, quien era hijo de madre ranquel y de padre descendiente de italianos.
Tasisto, que al momento del suceso contaba con apenas quince años, cumplía la función de cartero, pero al no haber correspondencia, llevaba y traía los mensajes en su mayoría transmitidos en forma verbal, por lo tanto conocía a todos los pobladores de Coronel Matamoros de Lejos. Sin duda por eso fue el elegido por un rayo que le partió el cuadro de la bicicleta y lo tiró varios metros para atrás cayendo desmayado, despertando luego del paso de la tormenta. Aún medio atontado por el impacto recogió el destartalado rodado y a pié regresó a su casa. Agotado por el esfuerzo y dolorido por el porrazo, sin dar explicaciones a sus padres y hermanos, se tiró en su catre, quedándose de inmediato dormido profundamente.
Durante ese sueño se le aparecieron los hermanos Peralta, quienes le pidieron perdón por haberle enviado el rayo y dejarlo medio turulato. Pero que en ese centellazo le habían transmitido todos sus conocimientos sobre mediación en relaciones humanas y que ya a partir de mañana debía abocarse a atender los conflictos de sus vecinos. Además le dijeron que si tenia dudas y necesitaba ayuda, se cruzara de brazos ubicando sus manos bajo los sobacos y ellos concurrirían en su ayuda. En el mismo instante que en el sueño él iba a comenzar a requerirles mayor información, un fuerte sacudón del brazo lo despertó. Era su padre Cosme Comelli, quien furioso le reclamaba por las daños ocasionados en la bicicleta, único medio de transporte de la familia. Aún confundido por el sueño y los dolores físicos intentó una explicación que para nada convenció a Don Cosme, que en reprimenda lo envió al almacén “La Mita y Mita”, ahora atendido por los descendientes de los fundadores, a comprar unos víveres que necesitaba su madre para cocinar. Tasisto prefirió cumplir de inmediato con el mandado y no continuar con una explicación tan inexplicable como increíble.
Caminando hacia el almacén Tasisto, repasó lo soñado y a modo de broma cruzó sus brazos y ubicó las manos bajo los sobacos, de la nada se encontró que los hermanos Peralta lo acompañaban en el recorrido. Al advertirlos no supo que hacer, si correr o ignorarlos, lo primero que se le ocurrió fue descruzar los brazos, de inmediato estaba solo de nuevo. No convencido volvió a cruzarlos y al unísono sintió dos fuertes coscorrones en su cabeza y los mellizos sermoneándolo por su inmadurez, tan sorprendido estaba que ingresó al almacén manteniendo los brazos en la misma posición y pudo comprobar que nadie veía a sus acompañantes, los parroquianos no huían espantados al ver a los difuntos y solo se limitaban a saludarlo con un leve movimiento de cabeza.
Tasisto sentía su mente como aquella noche que junto a otros muchachos se tomaron varias botellas de chicha y ginebra. Su confusión le impedía discernir entre la realidad y el sueño. A duras penas se hizo entender de lo que necesitaba y ya con lo requerido retornó rápidamente a su casa. Al llegar entregó el encargo y aduciendo la existencia de muchos dolores volvió a su catre a dormir, la autentica intención era poder volver a soñar para poder aclarar las cosas con los mellizos Peralta. Mientras intentaba dormirse, cosa que no conseguía por la exaltación de la experiencia vivida, se dio cuenta de un detalle, que el había conocido a los Peralta ya siendo unos adultos mayores a su padre, pero ahora tanto en el sueño como en la aparición los había visto mucho más jóvenes. Este hecho le llevaba mayor confusión a su cabeza, en la que aún le dolían los coscorrones aplicados por los fantasmas de los Peralta. De un salto salió del catre y fue hasta la cocina donde estaba reunida toda la familia esperando por la cena. Con rara expresión preguntó a los padres si tenían una foto de los mellizos Peralta, todos lo miraron extrañados, dado que en la casa existían muy pocas, todas enmarcadas y sacadas por un húngaro en oportunidades muy especiales. Su madre Doña Azucena, rápidamente hizo memoria y le contestó que ellos no tenían ninguna, pero que en el “Mita y Mita”, del lado del boliche había una foto de los Peralta jóvenes con otros jugadores que habían participado en un campeonato de Pelota Paleta, en el frontón del fondo. Don Cosme también aportó que durante casi diez años los Peralta fueron una pareja de pelotaris casi imbatibles, reaccionando de inmediato de muy mal modo increpó a su mujer preguntando cuando había estado del lado del boliche, espacio exclusivo para hombres. Azucena contestó en ranquel, cosa que sacó de quicio a Cosme que comenzó a gritar insultos en italiano.
Los hermanos más chicos salieron corriendo de la cocina, presagiando una desgracia. Tasisto que permanecía inmóvil en medio de la trifulca matrimonial, aspiró profundamente y golpeó sus manos llamando la atención de los contrincantes, luego los invitó a sentarse uno frente al otro y hablándoles con suavidad pero con convicción, encarriló la discusión convirtiéndola en un amigable dialogo recordando hechos de la juventud de ambos, calmados los ánimos y retornada la cordialidad la familia volvió a reunirse cenando todos en armonía, Tasisto solo se ausentó para volver a vestirse y compartir la velada en familia, satisfecho de haber cumplido su primera misión con éxito.
Durante la noche durmió sin ninguna exaltación, plácidamente descansó recuperándose de los dolores del golpe y mucho más del impacto sufrido por su experiencia paranormal.
A la mañana, apenas desayunado con unos mates y un trozo de galleta, Tasisto tomó la bicicleta y caminando, se dirigió al taller del Polaco Doviak, para que este le soldara el cuadro partido por el rayo Peraltico. Desde antes de ingresar al galpón taller, se escuchaban los gritos de una airada discusión entre dos hombres con acentos idiomáticos muy diferentes. Tímidamente el joven asomó su cabeza para observar entre quienes se mantenía la disputa, descubriendo casi espantado, como el mecánico polaco blandía en alto una gran llave inglesa, mientras el otro era nada menos que el turco Saúl Alí, alias Ararat, por su inmenso tamaño, que ostentaba una filosa guadaña para hacer frente a la herramienta sajona.
Ante el inminente cruce de golpes, casi por un acto reflejo, Tasisto, cerrando con fuerza sus ojos, cruzó los brazos y colocó las manos bajo los sobacos invocando la ayuda de los hermanos Peralta. Al volver abrirlos con tranquilizante sorpresa pudo ver a los fantasmas de Justo e Imparcial flotando en el aire sosteniendo las herramientas, que ambos contrincantes forzaban por sacudirlas sobre la humanidad del otro, a coro los espectros llamaron a los gritos, con algún que otro insulto, a su sucesor instándolo a intervenir de inmediato. Tasisto sintió en sus entrañas una extraña fuerza que lo influyó de sabia autoridad y con paso decidido ingresó al galpón al grito de
- Basta carajo, suelten de inmediato esas herramientas.-
Furiosos los dos contendientes dirigieron su mirada hacia la puerta y al ver al esmirriado joven que caminaba seguro con sus brazos cruzados, aflojaron los tensos músculos y suavemente bajaron sus improvisadas armas hasta dejarlas caer al piso. Los aparecidos con una gran sonrisa y gestos de aprobación acompañaron el movimiento.
Ya convertido en árbitro de la pelea se posicionó entre medio de los dos contrincantes y extendiendo sus brazos los separó aun más, mientras les decía en suave tono conciliador:
- Que les pasa señores, acaso se volvieron locos?
Con pavor advirtió que al descruzar los brazos, los Peraltas desaparecieron, por suerte los contendientes, por haber bajado vergonzosamente la cabeza, no advirtieron la cara de espanto del joven apaciguador, que de inmediato volvió a cruzarlos. De reojo pudo ver a los Peraltas, ahora parados junto a él, uno de cada lado, que hacían gestos de contrariedad por la nueva invocación. Recuperada su seguridad invitó al polaco y al turco que tomarán asiento sobre la vara de un viejo carretón, mientras él se sentaba en el piso, frente a ellos y flanqueado por los duendes de Justo e Imparcial. El primero de estos lo instruyó para iniciar la conciliación, antes que nada que cerraran los ojos y respiraran profundamente y exhalaran el aire lentamente unas diez veces.
Tasisto retransmitió las instrucciones, que mansamente fueron obedecidas por los hombres en disputa.
El joven aprovechando que no lo veían con un gesto de la mano inquirió a los espíritus, para qué era eso, Imparcial aportando lo suyo le explicó que solo era para ganar tiempo. Terminado el seudo ejercicio de relajación, el conciliador preguntó por que discutían, ambos hombres al unísono intentaron hacerle conocer su posición y ante el desconcierto del novel árbitro, fueron levantando la voz calentándose y amenazarse con los puños nuevamente.
Justo Peralta con un coscorrón en la cabeza le ordenó a Tasisto que retomara la conducción, haciéndolos hablar uno por vez, empezando por el dueño de casa. Otra vez retransmitiendo la indicación con cierto aplomo, logró encausar la situación. Por fin pudo enterarse que el conflicto provenía por el establecimiento de la dote de la hija del turco, que se casaría con el hijo del polaco y el aporte que este haría a la joven pareja. Luego de escuchar las dos campanas, naturalmente, ante la sorpresa de todos, incluidos los espectros, el joven aportó las bases de un equitativo acuerdo, el que sin ningún resquemor fue aceptado de inmediato por los dos futuros consuegros. Luego los invitó a sellar el acuerdo con un firme y sincero apretón de manos, el que a instancias de los conciliados fue seguido por un fuerte y largo emocionado abrazo. Antes de separarse del todo los casi parientes políticos con lágrimas en los ojos y voz entrecortada agradecían la gestión de Tasisto, y con verdadera buena voluntad le preguntaron cuanto le debían por la intervención.
El joven dudó unos segundos y muy suelto de cuerpo se explayó diciendo:
- Creo que el 20 % de lo acordado, no es demasiado.
Casi sin terminar de decirlo, sintió un fuerte pisotón por parte de Justo y un supremo cachetazo en la nuca por parte de Imparcial, que lo obligó a un extraño movimiento a causa del dolor, ante la atónita mirada de los reconciliados.
Comprendiendo de inmediato el mensaje de los espíritus, agregó con una pícara sonrisa:
- Nada por favor, nada, fue solo una broma.
Sobre el pucho, aprovechando el buen humor reinante le pidió al polaco que le reparara la bicicleta para poder retomar sus tareas habituales. Sin demora el mecánico se abocó a soldar el fulminado cuadro del rodado. Mientras tanto el turco se ausento por unos instantes regresando con unas botellas de sidra para festejar el acuerdo. Sin esperar a terminar la tarea comenzaron con los brindis y deseos de felicidad para los futuros cónyuges ausentes, en breve el joven Tasisto comenzó a sentir como sus piernas querían ir para un lado cuando su cabeza pretendía dirigirlas para otro.
Pronto la bicicleta fue reparada y montado sobre ella con un andar inseguro se despidió de los presentes y se encamino hacia el “Mita y Mita” lugar donde le dejaban los mensajes a transmitir. Por su estado de precoz embriaguez demoró más de lo habitual en recorrer esa distancia, al entrar directamente se dirigió hacia el sector de boliche en busca de la foto de los Hermanos Peralta, parado frente a ella la descolgó y mirándola muy de cerca, gritaba con verdadero entusiasmo:
- Son ellos, son ellos nomás, que lo parió, son ellos.-
Abrazado al retrato reculó unos metros hasta que su cuerpo se topó con una silla y sobre ella cayó sentado, sumiéndose en un profundo sueño.
Al despertar de la siesta a deshora, sorprendido encontró a cierta distancia un gran número de lugareños, quienes organizados esperaban turno para ser atendidos por el nuevo conciliador.
La noticia de sus dotes había corrido más rápido que los mensajes que el mismo transmitía. Allí mismo, se encontraban los portadores de viejos conflictos irresueltos, con la esperanza de que se les haga justicia a sus reclamos.
Tasisto se tomó unos instantes para mirar los rostros de los presentes, y descubrió una variedad de rictus, gestos adustos, miradas que reflejaban ansiedad, preocupación, miedo y hasta vergüenza. Poco tardo en comprender que la tarea que le esperaba era demasiado grande para afrontarla solo y sin demora cruzó los brazos invocando a sus mentores, de inmediato lo flanqueaban los Peralta, que con alegría disfrutaban el momento y con palmadas en la espalda lo alentaban al joven a cumplir con su misión en la vida.
El joven, al sentirse acompañado, recuperó la confianza sobre sus capacidades y sin descruzar los brazos, con una seña invitó a los primeros a sentarse frente a él. Sin ninguna ayuda, puso en práctica lo del ejercicio de respiración, mientras los disputantes lo realizaban, con un gesto de cierta autoridad con la cabeza indicó a los demás concurrentes que esperaran afuera, obedientemente respetando sus turnos todos se dirigieron al exterior del boliche.
Este hecho motivó el reclamo del bolichero descendiente de Relincho Largo, que perdía la oportunidad de realizar alguna venta. Tasisto se levantó de la silla que ocupaba y acercándose al mostrador, siempre con sus brazos cruzados y las manos bajo los sobacos, en ese tono de voz conciliador que había adquirido, le explicó al comerciante que lo que suponía ahora como una pérdida en poco tiempo se convertiría en una gran ganancia. Convencido el medio ranquel, sin más quejas aceptó la sugerencia.
Caminando casi en puntas de pié para no interrumpir la relajación de los reclamantes, volvió a ocupar la silla. Pidiéndole a uno de ellos que comience su relato, por supuesto que el otro, por estar en desacuerdo intentaba interrumpir al expositor, Tasisto con sabia sobriedad le indicó callar, cosa que acató de inmediato. Luego le tocó el turno a este y fue escuchado con paciencia. Expuestas las dos versiones del conflicto, Tasisto los invitó a que esperaran afuera, mientras pensaba en una justa solución al diferendo.
Apenas estos abandonaron el local, el joven les requirió opinión a los fantasmas quienes se encogieron de hombros y a coro le pidieron la propia opinión. Tasisto, dubitativo repasó los hechos narrados y sacó sus conclusiones, los fantasma aplaudieron con frenesí y sin que se descruzaran los brazos, se convirtieron en dos volutas de humo, que a gran velocidad volaron a incorporarse a la foto que permanecía sobre la mesa contigua.
El joven preocupado descruzó y cruzó los brazos en varias oportunidades sin conseguir el retorno de los Peralta. Aspiró profundamente, se puso de pié y volvió a colgar la foto en el lugar que ocupaba en la pared por años. De regreso a la silla golpeó sus manos para llamar la atención de los que esperaban veredicto, prontamente se acercaron a él y escucharon obedientemente lo que Tasisto sugería como solución, al concluir apreció la serenidad en los rostros y ojos de sus consultantes y comprobó la satisfacción alcanzada por su veredicto, sin más los invito a darse la mano y sellar el acuerdo, los hombres cumplieron y llenos de agradecimientos se retiraron al exterior. Sin pérdida de tiempo ingresaron los siguientes.
Después de atender más de diez diferendos, Tasisto estaba agotado, por suerte no tenía más consultas por el momento, satisfecho por su labor, salió al exterior en busca de su bicicleta y sorprendido observó que alrededor de la misma como un anillo, descansaban canastas y cajones con verduras, frutas, bolsas de harina, yerba, bebidas, y muchos otros productos de almacén, además de gallinas y cerdos sujetados de las patas por delgadas sogas al palenque.
Complicado pensaba como iba a poder transportar hasta su casa semejante cantidad de cosas, hasta que a sus espaldas sintió la aproximación de un carro tirado por un caballo, al girar para ver de quien se trataba, detrás de una sonrisa de oreja a oreja descubrió al bolichero ranquel, que le ofrecía cargar todo y llevarlo a la casa.
Su profecía se había cumplido, las vituallas de almacén habían sido adquiridas por sus aconsejados.
Con los días y las intervenciones conciliadoras de Tasisto, en el pueblo volvió a reinar el espíritu festivo, que pudo desarrollarse con gran alegría y plenitud durante el casorio de la hija del Turco Ali con el hijo del Polaco Doviak.
La plaza principal fue el lugar de la fiesta y allí el mismísimo Intendente Relincho Largo III, celebró y oficializó la ceremonia multiétnica. Los festejos duraron por varios días con sus noches, hasta que ningún ser bípedo pudo mantenerse parado.
Con los años no todo podía ser fiesta, la incomunicación conservaba a la población en el atraso, cosa que más se notó por fenómenos climáticos como largas sequías, varios ciclones, que los obligó a volver a empezar una y otra vez, también algunos brotes de cólera y otras enfermedades fermentadas por la pobreza.
Los descendientes de los fundadores no tenían el mismo espíritu emprendedor, no sentían el acicate del infierno conocido por cada uno de ellos; de los Ranqueles que vivían perseguidos de sus tierras, de los gauchos que eran considerados también como bárbaros y su sangre no tenía valor, de los inmigrantes que habían dejado sus hogares allá lejos, hartos de pasar hambre y sufrir guerras. Las nuevas generaciones desconocían todo aquello o por lo menos no le daban el mismo valor que los que lo habían soportado en carne propia.
Muchas veces las artes de Tasisto no fueron suficientes para destrabar los conflictos, pues en realidad los litigantes no tenían voluntad de solucionarlos.
La rudimentaria organización autogestionada de los habitantes de Coronel Matamoros de Lejos, se mantuvo hasta 1946, cuando una mañana, no se supo de donde, ni enviados por quien, llegaron en varios vehículos unos señores que se presentaron como censistas, quienes recorrieron las casas, ranchos y tolderías preguntando por quienes y cuantos vivían en cada lugar, donde habían nacido y qué hacían.
En poco tiempo llegaron cantidad de obreros que construyeron el hospital, la escuela, un gimnasio con campo de deportes, una gran casa para los más viejos, otra para los huérfanos. Más de cien casas con dormitorios, cocina y baños, una planta de bombeo de agua potable con su red de suministro domiciliario. Un importante tendido de postes y cables para traer la electricidad. Frente a la plaza se estableció una oficina de correos y telégrafo donde Tasisto asumió como Jefe, una comisaría en la cual un biznieto del Sargento Estanislao Agüero fue el primer policía a cargo. Bajo la responsabilidad del primer nieto de Don Marcial Peralta un juzgado de paz con Registro Civil, donde los vecinos obtuvieron legalmente los derechos catastrales sobre las tierras que ocupaban y trabajaban, además de brindarles documentos de identidad a toda la población. Una delegación Comunal con Relincho Largo IV como Delegado, para supervisar el trazado de un camino de tierra con puentes y alcantarillas que les permitiría entrar y salir del pueblo aun con lluvias.
Unos meses más tarde se construyó la estación de trenes con un ramal de vías que los comunicaba con otras localidades y en conexión con la capital.
Dicen que en el viaje inaugural, junto a los muebles y equipamiento para las obras, más infinidad de ropas, alimentos, juguetes, herramientas y hasta un tractor, llegó una señora tan joven como hermosa, rubia como el trigo, que al andar derramaba ternura y simpatía, que recorrió las obras y todo el pueblo, para luego al hablarles antes de partir les dijo ser la esposa del presidente y que este era hijo de una tehuelche. También les contó que ambos habían nacido en un lugar muy parecido, lejos de todo, necesitado de todo, que ahora podían estar tranquilos pues el Estado Nacional de la Nueva Argentina estaba con ellos para brindarles justicia social.
Al poco tiempo el pueblo cambió de nombre, que hoy no viene al caso mencionarlo. Pero los más viejos habitantes guardan entre sus mejores recuerdos aquel viaje inaugural del tren y la pasajera especial que los visitó.