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Poemas de Néstor Groppa (Cordoba- Jujuy)
27.02.2021 08:00 | Noticias DiaxDia |
Hace versos sencillos.
Arregla versos desechos, o corridos
y camperas (poesías).
También coloca adjetivos vidriados (con garantía).
Indica precisos y modestos sustantivos de uso natural.
Poeta se ofrece cama afuera
o mediodía, sin comida.
Siempre a domicilio en lecciones personalizadas.
-prosistas sin ángeles ni vuel0, abstenerse-
Poeta sin master.
No confundir con otro Dr. en Literatura, ni licenciado,
ni filólogo, ni lingüistica. Respeta la tecnocracia literaria
y la ornitológica (terrena o celestial),
además de la tensión semasiológica, la espacialidad
y el alma de la palabra (libro de Mallén Garzón).
Poeta solamente licenciado en “gramática de los sentimientos”.
No enseña a leer, pero está en contacto con “la empresa Takara
que interpreta las emociones de los perritos
usando un megáfono en el can y una pantalla
para perros japoneses”.
Se respetan todas las creencias literarias.
Se respetan la ciencia literaria
y demás profundos saberes.
PUENTE DE GALERÍA
Me asomé a la vida
y estoy cruzando un puente largo, largo
para llegar a la noche de otros mundos.
Ahí alguien me espera
a los años
de andar ese puente de galería.
Aquí hermosuras, bellezas devenidas miserias
llamadas mundo
y domingos tristes
que llaman tiempo.
Donde me esperas
al final del puente
también están los feriados del mundo
desde antes de él.
Recuerdo casas, pensiones, alquileres,
familias, sanatorios, pueblitos.
Todos hacen una parte tristona
del llamado mundo,
pasantías en cáscara del tiempo.
De todo queda poco y nada – ¡Curioso?!
Cada uno cruza su puente galería
y lleva a las espaldas sus domingos
como bártulos el mochilero.
De cada cuál se recuerda algo
una sonrisa, la palabra, la sola inicial.
Los recuerdos anidan en el mundo,
en las cortezas de su tiempo.
Al final del puente
en celestes montañas de domingos enteros
habrá una melancolía florcita prendida en la fragilidad.
ORFANDAD
Qué tristeza
que viene
del árbol
con una luna enlozada
y los pájaros de vidrio
qué tristeza
que viene
de los niños
que no sé
a qué juegan
en la tarde
que no sé
lo que miran
en la tarde
que no sé
por qué lloran
en la tarde
Y en la tarde
mi corazón
amaba
pueblos
mi corazón
amaba
nombres
ESA MAÑANA
Como un bien fregado piso de pinotea
huele la mañana
luego de la lluvia de anoche.
El cielo anegado, el paisaje sosegado
henchido de aromas
a barro, a aguas crecidas
botando su lecho.
Tal vez el mismo aroma haya tenido el aire
en aquel silencio
de luz,
anterior al mundo.
Lejos de aquel comienzo
paradas en el aljibe de la mediamañana
tersas, alegres
las pirinchas se interrogan
sobre los nidos de gorriones
en los altos del tipal.
"LA PROVINCIA ESTÁ DESTRUIDA"
–leyendo los diarios locales–
Leía los diarios del día 9 de Diciembre
y no podía creerlo,
la vecina no podía convencerse ni convencerme
yo
de tanto subjetiva excreta moral.
La provincia solamente retenía
el monumento a la Independencia (?), las estatuas
de Lola Mora (traídas por casualidad) y la estrella
de Belén (en la Catedral)
y la Catedral, también.
Lo demás, lo que suman y llaman patrimonio,
pasaba a bolsillos nacionales --¿unitarios o
federales?–
y de ahí, a cuentas no registradas de nuevos ricos
multinacionales:
la luz provincial, el agua de la provincia
a la sombra de la estrella polar,
las ventanillas y los libros rayados y las
computadoras
y las cajeras del Banco de la Provincia de Jujuy,
los caminos, los silencios
del subsuelo, las rutas polvorientas del cielo, los
últimos años,
la niñez de los jubilados, las viejas caritas de los
niños, el honor
del salón de la Bandera, las desencuadernadas
páginas
de sus historias
pasarían a las cuentas de los nuevos ricos
globales (¿o no?).
Sólo seguirían en la provincia las moscas del
hambre,
la crónica altiva, inasible, siempre errabunda,
el hacer y las manos, que en vano habían
trabajado.
Solamente quedarían en el mapa
uno que otro río,
uno que otro cerro
de la precordillera
en la geología con todas sus edades enajenadas
por pedimentos.
Los hombres revolvían en la historia,
sacaban pedacitos de hazañas, cortaban instantes
o años enteros.
Entre todos los miraban,
memoraban las oraciones y los ritos de otros
pueblos,
sus altares, sus entregas, el lanzazo de sus
miradas
y sus galopes de frontera a frontera.
Imaginaban el terreno provincial
con sus amores y aquellas primaveras
desmandadas, procreando a ras del raso
cuando una espuma rosa desborda los lapachos,
o esos ángeles azules se vuelan de los tarcos
en tardes derramadas de la cuarta estación,
donde ya suenan los pesebres y sigue un bombo
pero indignado.
Ah! ministros, diputados con retroactividades,
Sres. magistrados
y Sras. y Srtas. oyentes,
contadores públicos nacionales, y niños y niñas
aquí presentes:
estamos vigilando lo mismo que una planta
atendiendo al sol,
al agua que baja con la lluvia
y a la sombra
que me peina y despeina.
Soy esa planta indefensa a merced
de pronto, de una mano cariñosa
o de una mariposa oficial
negra y dañina
que regala un polvillo lúgubre de heredadas
muertes.
Tal la vida en este Diciembre
pesando los sueños del mundo por el mundo
decepcionado de lo que existe
tan de pronto con todos los colores de la vida
y muy de pronto en blanco
con ese blanco
de cuaderno nuevo
en que nos disponemos a escribir con dignidad
la continuación de la historia, zarandeando su
cronología
inmediata, para separar el cascajo de lo tolerable.
Que lo hay.
ALGO DE ESTE NORTE
Este es el Norte, casi ausente, de mi patria.
Esta es la provincial heredad ensimismada;
el desdibujado imperio
que es preciso rastrear por las soledades
y en la memoria.
Aquí reposa la nostalgia del oro,
el halo de su renombre.
Aquí muchas cosas también fueron la poesía.
Desde siempre
prosperó más la soledad que el hombre,
mientras su corazón
soportaba inclemencias del cielo y de la tierra.
Como una hormiga
que oye repicar las desiertas torres de la cordillera,
vive el hombre.
Y entre bosques y ramas de bosques floridos,
cual una ofrenda que muda otoños y coronas
al pie de cumbres vacantes,
al pie de fabulosos pedestales sin nadie,
el hombre transita.
Recorre límites terrenales
-solitarios y litigados límites-
por los que tropieza con su don de pasado y descendencia
y con aquella tormenta de canciones
que no calmará la secreta sed de otras cosas.
Fue tejedor de lunas y de ríos;
ordenador de años y semillas;
arriero de luceros y estrellas dobles.
Acató la tierra
y obedeció devotamente sus mandatos, esas labranzas que lo perpetúan.
Cumplió las leyes contra él.
Rastreó los esquivos enigmas de los altos
y ensayó guiar las parameras
hacia un yacente surtidor de gracias:
fue héroe, traidor, y proscripto venerable:
tuvo los dones y la culpa que su tierra sabe.
Siempre esperó -espera siempre-
y pircando fechas en su tiempo baldío,
a la par de sus labores
veló por la dignidad amenazada de terruño.
Vigiló esta bandera cuando se habló de patria,
y así, desde las primeras galas de los árboles minerales,
-arroyo del aroma que se perdió en el aire-,
hoy los hijos de los hijos
llevan el subversivo y anónimo apellido de pueblo
bajo una avalancha de constelaciones y ofrendas.
De perennes ofrendas,
enclavadas en un suelo
que puede ser cielo increíble.
LA CONEXIÓN ELÉCTRICA
Llovía.
Los obreros estaban con sus caparazones de plástico negro
y vivos anaranjados y azules y amarillos
subidos a un púlpito
casi al final de la escalera de la lluvia.
Manipulaban viboritas eléctricas
adormecidas en el interior de los cables;
separaban los voltios reacios; apartaban las chispas y sus almas
tratando de endilgar la procesión de la luz
hasta un fornido pacará
frente a la demolición de la casa vieja.
Tijereteaban savias magnéticas, potencias, tallos y voltios
en ese espinoso jardín de amperes
con flores mortales
acechando en la noche que conforma
el techo de las luces.
Desde aquel alto bajaban agua y neblina.
Fuerzas de seguridad provinciales
vigilaban la poda eléctrica, empalme e injertos en las alturas
entre todos los pájaros siempre con el amanecer encendido
en los ojos.
Ninguno advirtió que la maquinaria sosteniendo al púlpito
sería un caballo de Troya cargado de jardineros
electricistas
colgados del cielo por la cintura; pegados a los postes
con derrames de agua.
Y de pronto el grito y le aumentaron aplausos
por la hazaña de haber renovado la cadencia de la luz
sin despertar a las víboras del voltaje de su sueño continuado,
sin apagar los espejos de Emmanuel
que seguía cortando cabezas a la navaja en su peluquería
reciclada,
abajo -estilista él-
entre aerosoles, cortinitas, cremas y cumbias de la radio.
CALLES
Un día haré un poema
con
Trozos extraviados de viento
Domingos tirados en la calle
Cartelones que de noche lloran
Mujeres que no engordarán nunca
Gente renga
Gente bizca
El día que pasaron los enfermos
Marineros que comen solos los domingos
Agujas de tejer abandonadas
Arrugas
Niños recién desembarcados en la vida
Paredones
Nombres extraviados
que pertenecen a las chapas de bronce
Estatuas bajo la lluvia
porque no tienen casa
Hoteles de provincia
con sus viajantes aburridos
Trenes que de noche gritan como chicos
Una antigua colección de comerciantes
Una antigua colección de hombres
sin biografía
Folletos de días en colores
Con el domingo de los empleados
con la sociedad del Dock Sud contra el hollín
con lunares
Fiebres
"Valses" con "fading"
y conmigo
apoyado a las barandas de los anteojos
y llorando detrás del vidrio
aquél febrero
haré un poema
subterráneo
Buenos Aires
Néstor Groppa nació en 1928 en Laborde, Córdoba, y falleció el 4 de mayo de 2011 en San Salvador de Jujuy. Vivió la mayor parte de su vida en Jujuy.
Poeta,periodista, fotógrafo y editor. Fundador y codirector en los años 50 de la revista literaria Tarja. Algunos de sus libros son: Romance del tipógrafo (1959), En el tiempo labrador (1966, Faja de honor de la SADE), Carta terrestre y catálogo de estrellas fugaces (1973), Libro de ondas (2000) y Volverá el mar... y se irá como entonces (2010).
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