Vie 10.Ene.2025 2:17 hs.

Buenos Aires
T: 23.9°C  H: 60%

poemas-de-jujuy-a-tierra-del-fuego  | 

Poemas de Leopoldo Castilla (Salta)

09.01.2025 12:42 |  Noticias DiaxDia  | 

Del libro Baniano (1995)

SUDESTE

V

¿Quién puede decir que estuvo
en lo desencadenado
en estas tierras de mutación
donde los cadáveres brotan de sus flores?
Como el inmortal baniano
ese árbol pariéndose
                                 a sí mismo,
deudo y difunto simultáneo
así el muerto
come y bebe
en la fiesta de sus funerales.

Aquí la unidad es el laberinto
y no hay un solo nacimiento
                   en tanta resurrección.
Número contra número
he visto, no más caer,
mi semen
devorado por las hormigas,
en el fondo del mar
a los corales
detenerse en el rayo
y en un río de la jungla
al agua suicidarse
vomitando fuego.

Todo extinguiéndose para salvarse
de esta plenitud, de esta alegría
que con delicadeza
ovula el exterminio,
mientras los árboles olfatean
la fiebre de la transmutación,
su largo día,
y suenan altísimos de modo
que no toque tierra la noche.

Esas fosforescencias somos nosotros
viviendo en la distancia que hay
entre el pez yendo a ser hombre
entre el hombre
                      yendo
                              a ser pájaro

todos con su verdadero cuerpo ausente
como la arteria suelta
de la libélula roja
o el Phra Ruang
el pez transparente de Sukhotai
ánima en el agua
donde pestañea su esqueleto.

Nadie puede decir que estuvo
sino suspenso
en el lenguaje de la selva
igual que un ciego
en una jaula de mariposas.

Ni siquiera este muerto podrá partir
aunque le ofrenden gotas de agua
para que vuelva
                       por las claridades
aunque suene el gamelán
para que escuche
la forma de la tierra
o le prendan fuego al toro
negro y dorado
                       que lo contiene.
Cada llamarada trazará un tigre
quemándolo,
una víbora que salta
como un nervio entre dos luces
por la hoja del banano
y se iguana en un río
se martiriza en una garza
hasta que la jungla
la disuelva en sonido.

                        La selva se encierra con huidas.
De la forma del muerto
sólo queda este humo que entra en los pulmones
como un cielo que se descerebra.

Y un ausente
                        que ha florecido el fuego.


INDIA

XIX

                                   A Joaquín Giannuzzi y Libertad Demitrópulos

La brasa de la luz
y la carne
dilatando los hombres, afeminando el barro
hicieron Benarés.

¿Hay un sitio
donde se una lo sagrado y el cuerpo
que no sea en el asombro
de ir desapareciendo?

¿Quién sino el hombre que huye
de su propia distancia,
que se va quedando en lo que ya se ha ido
puede,
sin ver su llaga,
                         mirar un río?

No hay como su sensación
templo tan profundo
que deshunda el agua,
ni inmensidad
como la de seguir naciendo
para perder futuros.
                                  Como el río.

Aquí viene a morir, en una casa azul espera
que se borren el día, sus hijos, el olfato y el tacto.
Junto a su mujer anciana
secreteándose
comen sus huecos,
intersticios de su historia
pedazos de un pan
                              que nunca podrá ser dividido.

Ella lo ayuda:
                      si ocupa todo el recuerdo
le vendrá el olvido. Le deja, eso sí, que tenga,
su jarro, su nombre, su sombrero
                                    (todavía está imantado)
                                                y lo lleva al Ganges
para que alce el agua y la aplauda
y la deje caer en la luz

pues para cruzar el infinito
hace falta una infancia.

Junto a él, otros, van perdiendo su alguien
(también su alguien pierde
                                  el que pide salvarse)

Todos
lámparas
            con el agua al pecho
            entre la vida y la muerte
                        perplejos
             en un fuego sin instantes
hicieron esta turbulencia, estas lenguas sin gravedad
que unge el río
                        y tiemblan
de tanto adiós sin salir de la carne.

¿Qué media entre ese adolescente que se zambulle
y el niño
            que flota
                          sin luna, en el fondo?
No es la muerte
                        sino la forma
en que los abandonó el espacio.

¿Qué abisma al hijo con esas varas encendidas
que, antes de prenderle fuego,
da vueltas alrededor de su madre,
que no sea señalar un sitio
                       pues no hay sustentación
ni pierde distancia lo que cae?

Y entre la muerta
                       sin fondo, en su mortaja
y el esposo que se afeitó los cabellos
                                   para despedirla
qué se rompe
sino un relámpago
y cada uno vuelve a su soledad
de no ser ni solo
pues a la muerte la une la asimetría.

Ese cadáver que pasa sobre la corriente
con un pájaro vivo
parado
sobre la profundidad de su cabeza
                                   flor de agua
va como el río
de cuerpo presente
en su ausencia.

¿Dónde está Benarés
sino en todo lo lejos que estamos de nosotros?,
cruzando el día
como apagones, haciendo noche
en la fosforescencia,
buscando camino donde sólo hay señales,
cada uno en su espejo
para que el otro no se vea, llamando dios
a lo inestable
queriendo llenar la velocidad
con una piedra

                      hasta llegar a Benarés
y hundirse en el río
para acabar en alguna forma
y ser uno la salida
                                     a la que nunca llega.
Y el hombre le dice al dios:
                                            esta es mi carne
                                            la única que te queda.


Desde el río se ve el humo
sólo hay una orilla
donde el muerto comienza.

Esa nube es él. Ahora se ve cómo
se sentía
y cual era la forma que se desorientaba
en la forma que él era.

Ahora no importa dónde arde.
Tampoco en la vida
tuvo dentro ni fuera
ni lo retuvo un sitio.

Lleva una luz que la luz no toca.
No se detiene
porque todo lo atraviesa.

Lo dan al río. Se lleva
el agua sus cenizas.

                                      Agua sin agua sentirán que llueve
                                                               cuando nunca vuelva.

Del libro El amanecido (2005)
LA MESA DE MIS DIOSES

                                           A Pedro González

Bebo con mis dioses,
con Xangó, dios del trueno, protector
del ebrio y del amante,
a quien he visto desimantar a las bahianas
marearlas
como si dentro les copulara una bandera,
que descendió en mí en Santiago de Cuba
por obra y gracia de Orula y de un babalao
cenizo
de cruzar la suerte de los hombres.
Bebo con Vishnú a quien no pude despertar
de su lento absoluto, cuando ascendiendo
una escalera enorme
lo vi yacer, sin mundo,
como una luna esperando el regreso del cielo.
Fue en Bali esa visión. La tierra
desaparecía
devorada por sus delicadezas.
Ofrendo y bebo con la Pachamama, porque le pertenezco
arbolito que yo soy y nunca alcanzo
río que me llamo y nunca vuelvo,
y con el Señor del Milagro,
que brillaba como un fruto
en el terror
           en el luto
y el espejismo del alma de mis abuelos.

En la mesa, desnumerando, como suelen,
está el duende, con su mano de lana
y su mano de hierro
cicatrizando sus ojos debajo de la higuera.
Y el diablo, pobre hombre, aparecido en otra dimensión,
tahúr,
que sólo como música puede entrar a este mundo.
De pie, a mis espaldas, está mi muerto. Lo desconozco.
Me dijeron “es alto y tiene el pelo blanco. Lo cuida.”
Un extraño condenado a mi suerte,
un plenilunio de mi cuerpo. Y es que otras formas duran
para sostener tu forma
                        y están vacíos todos los nacimientos.

Y estoy yo, ateo, sin iglesias,
milagroso.
Y en otro rincón, también yo, con siete años,
mirándome mirar
los sentires de mi madre
y a mi padre ardiendo,
                      maravillado,
                                herido
entre cantores difuntos.

Unos recién naciendo,
otros, en la muerte,
                       maldormidos,
nos amanecemos
                         aunque nunca llegue el día.

Estamos todos ocupando todo.

No falta nadie.
               Y, sin embargo, la mesa está vacía.

Del libro Manada (2009)

IV

Vinimos antes.
Hay
lugares que el espacio desconoce.

Soy la luna que le aúlla al lobo,
me he infiltrado entre ustedes
convicto
con la intensidad de la hoja que cae
lejos de la naturaleza.
una esquirla que brilla en los residuos,
un génesis falso, una alegría.

Sobrevuelo la tierra
la tiemblo
igual que una lluvia que no ha caído todavía
olisqueo el mundo como a una presa.

No olviden el fulgor del instante que no está.
Los hombres llegan antes de venir.

Soy una señal
debo amamantar a mi madre
              después volver al sol.

VII

El hombre se ve entero en el ojo del animal
dentro de una gota
cayendo todavía en el aluvión de los astros.
Y ve el tigre tatuado por las llamas del sol
el tigre
clandestino
pisando apenas para no incendiar los campos.

Mira la víbora, guante del rayo,
la astronomía de la araña,
los nervios del relámpago en la cebra,
los meteoritos de los escarabajos,
la noche insepulta del toro
y la lujuria constelada del saurio.
Todo el cosmos preso en la manada.

Menos el colibrí que tiembla, fijo en el aire.

Ese
            recién está llegando.

XXIII

En el patio, ahí, en el calor,
soy transparente.
Todavía no soy nadie en los espejos
pero sí el único que jamás va a volver
cuando se interne como un león
en los yuyarales del baldío.

Tengo tres secretos:
todas las noches, despierto,
veo descender la muerte por la escalera
y, dormido,
      llegar
        la lluvia de fuego del fin del mundo.
Y el tercero:
de día en el mercado, por una moneda,
un viborero me cuelga dos serpientes en el cuello.

A mis padres no les digo nada. Hay que ser hombre.
No saben tampoco que sé volar. Y desaparecer.
Porque todo está lleno de lo que no existe.
Que lo diga mi abuela Lola que no ve
y recuerda a los ángeles
o mi abuela Candelaria que apaga relámpagos
con una cruz de ceniza.

“Dónde andará ese chico” se preguntan, sin darse cuenta
que estoy en todas partes.

Un día me suicido para verme,
para acordarme de mí cuando sea grande.

Sé cuántos gallos asesina el alba
y que las tardes son una sola tarde. Aún no
terminé de contar las estrellas.
                           Por eso aquí no se muere nadie.

Yo los salvo.
               Tengo una espada
                y camino por el aire.

Del libro Durián (incluido en el libro GONG, Canto al Asia, 2012)

EL EJERCITO DE TERRACOTA

Esta población de polvo
esta marcha del hombre
por la soledad del tiempo
estos mudos
son una provisión de humanos
para cuando no haya nadie en el pasado
para cuando no haya nadie en el futuro.

Cada uno es todos y es ninguno
y guarda su lengua
igual que una moneda secreta
entre los labios.

Mientras ellos avanzan,
inmóviles,
nosotros caemos
de nacer desconocidos
a morir desconociéndonos
en la guerra
que desde siglos se quema intacta en el aire,
helicoidal,
          insepulta
como un pozo ciego.

Este museo de los vivos
localizado en algún lugar de la muerte,
estos hombres apagados,
aldeanos, campesinos,
esta leva humana
sólo para que la guerra sea mortal,
es lo que restará de nosotros,
semillas neutras
con la carne en el barro
y el porvenir en la memoria.

¿Quién puede detener el ataque
del vacío de los guerreros,
de los caballos fijos en el espanto,
del resucitado que apunta
con su flecha invisible?

Todavía mata el trazo,
la geometría letal
                       de lo que no ha nacido.

Miren en los ojos visionarios, en los párpados
de cansada arena
el poder mendigo
y en la boca,
donde se les descorazona
una vieja, inalcanzable, sonrisa,
la derrota de todas las victorias.
Miren los decapitados, de pie en el orgullo,
reunidos en el vivac de la disolución,
en un alto de la batalla,
palidecer
          de una incontenible muerte natural,
mientras un caballo, hundido en la arcilla,
sólo con la grupa en este mundo
salta, salvaje, hacia otra forma
y es miles de caballos
                       en el oleaje de la tierra.

En un rincón sobran los huesitos
del ladrón de tumbas
muerto por el mercurio,
el mercurio que mata como el hombre
porque no puede separarse de sí mismo.

Este ejército de arena,
esta sequía de la guerra
marcha desde China.
Va hacia la tumba de todos los imperios.

Del libro Guarán (2012)

SELVA INUNDADA

El tambaquí, el tucunaré, las pirañas
cazan alguaciles y escarabajos
en la copa de los árboles.
La inundación le comió a la selva
la sombra y el habla.

Las especies mutan:
la anaconda, amniótica,
se ajaguara;
las nervaduras sumergidas
membranan
                        los murciélagos;
por el tronco del umbauba
emigra
un tropel de pálidos venados.
Sólo las hormigas
anidan, inexpugnables, en su meteoro
de saliva y rabia.

La superficie se desampara

Y detiene el Amazonas
para que mueva el pez buey
su pozo sonámbulo,
vuelva al monte
la leña hambrienta del yacaré
y al ojo fetal del planeta
el círculo
               de la victoria regia.

Todos los ciclos fundidos
en el torrente inmóvil:
los segundos del colibrí,
el minuto del insecto,
la hora desolada de los peces
y la eternidad mendiga
                              del perezoso.

Hasta que haga pie la selva
                                            y un guarán
                                            con un golpe de sangre anuncie
que perdió su doncellez la tierra

desnuda y
abierta
                        como una orquídea
                        en la hembra luz de su edad de oro.

Del libro Tiempos de Europa (2014)

BALADA DE AUSCHWITZ

En la valija de Jacobo caben
una camisa, una fotografía
y el polvo del camino
que adelgazó cuando lo enterraron.

Estos son los anteojos de Issac.
Los de ver irse el mundo
por una grieta de un vagón del tren.
Los limpiaba con su aliento. No podía
respirar si miraba,
si respiraba se quedaba ciego.

Este es el pelo de Esther
encaneciendo solo. Esos
los zapatos de Samuel y la muleta de Aarón
y la pierna de madera de Raquel.

En esta mancha del jergón de paja
se disolvió el niño
al mamar la tiniebla de su madre.
Esa es la tela que tejieron con sus cabellos
( y es que lo frágil
                            hila el espanto. )

Este es el sobretodo de Josué
donde se encerró. Su casa oscura.
No lo pudieron hallar
                                 cuando lo asesinaron.

Detrás de las barracas
los hambrientos alambrados
el ojo demente de los reflectores

y un patíbulo.

Fuera de Auschwitz todo es nieve
y silencio.

Hombres y mujeres por la tierra.
Por toda la tierra
       sombras
                 de blanco.

Del libro Poesón (al universo) 2016

MUNDOS PARALELOS

En los mundos paralelos
el mismo acto,
con iguales protagonistas,
modifica los hechos,
cambia el final,
trastorna el argumento.

No hay un único destino,
cada opción se cumple
(esa lección está en los sueños).

Si en la suma de todas las combinaciones
está el tiempo abolido,
la eternidad, entonces, no tendría extensión
y podría permanecer
en una inminencia absoluta
el universo.

El busca esa potestad.
Y apuesta.

Pero el azar no descansa.

Si el Todo para cada designio crea un mundo
el azar
            para cada mundo
                                         crea un espejismo.

Leopoldo "Teuco" Castilla nació en Salta, Argentina. En 1976 se exilió en España donde vivió durante 21años.Actualmente reside en Buenos Aires.
Ha publicado 28 libros de poemas y numerosas antologías de su obra en Latinoamérica, Europa y otros países. Es autor también de once libros de narrativa y ensayos.
Poesía suya fue traducida al inglés, francés, griego, italiano, sueco, alemán, portugués, chino, turco, macedonio, árabe y ruso.
Recibió premios y distinciones nacionales e internacionales. Fue condecorado en la Universidad de Carabobo de Venezuela por el conjunto de su producción. En su país el Primer Premio Municipal de Poesía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, bienio 1998- 1999 ; el Primer Premio de Poesía año 2000 del Fondo Nacional de las Artes ; En 2003, Libro de Oro del año instituido por Fundarte por Libro de Egipto; en 2013 el Premio Esteban Echeverría, con el voto de escritores de toda la Argentina ; en 2014 el Premio Konex, el Premio Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional por toda su trayectoria y el Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora que otorga el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos de Venezuela. La Academia Argentina de Letras distinguió Tiempos de Europa, como el mejor libro de poesía publicado en el trienio que va desde 2013 al 2015. Además fue galardonado por toda su obra con el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía año 2018.
En 2019 fue nombrado Miembro de Honor de la Academia Nacional del Folklore de su país. En en el mismo año fue galardonado con el Premio Carlos de Honor que otorga la ciudad de Carlos Paz, de Córdoba, Argentina, por su obra y por su acción en defensa de la naturaleza.
En el 2022, en Salamanca, España, se le confirió la Medalla Fray Luis de León de la  Poesía Iberoamericana, por toda su obra poética. También en este año, en Huelva, España, la Asociación Cultural Iberoamericana lo premió en reconocimiento a toda su trayectoria.
Es Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Salta.






síganos en Facebook