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Poemas de Marcos Porrini (Ciudad autónoma de Buenos Aires)

04.09.2025 14:33 |  Noticias DiaxDia  | 

Un ángel ha venido a la Argentina

Ha venido un ángel
gris como la piel de la luna,
como toda la plata
que le sobra al río,
como esas palomas
próximas a la humanidad;
porque ha querido nutrirse
de lo blanco y lo oscuro
sin ánimo de pertenencias,
porque ha trascendido
aun el foro más llano
de los entes angélicos,
husmeando en todas las cosas,
aprendiendo de aquí y allá,
desangelándose,
reangelándose, posangelándose,
y pucha que los términos matan,
pero ha venido al país
del Nahuelito y de los teros,
de Fangio y del Burrito Ortega,
de los veinticuatro distritos,
veinticuatro como los Ancianos
que rodean el trono de Dios;
ha venido un ángel nuevo,
recién salido de sí,
listo para algarabía de armas,
para batallas de un amor untuoso,
para bromas crudas
de sapiencia universal;
él conecta en los pelos de su barba
todas las provincias,
todas las ciudades,
todos los pueblitos y las casas aisladas,
todas las maneras de habitar el suelo
con o sin legalidad,
con o sin frío y hambre,
con o sin delirios de inocencia;
este es un ángel
piola bonachón,
curtido en las estéticas
de las vanguardias
del siglo
anterior a los siglos;
se las trae y busca
algunos humanoides
certeramente compinches
para electrizarlos,
para volverlos grises
luminarias gozosas.

He de convertirme en mito

No llores, Madre.
Solo los necios creerán que me he ido.

Vendré a romper mi propia piedra
y a encender mi propia hoguera.

Voy a abrirme en milagro,
a filtrarme por las grietas de lo imposible,
a incendiar la noche con el oro de lo eterno.

Voy a morirme pero no seré polvo ni hueso.

Voy a morirme, sí, como mueren los soles,
pariendo mundos en la agonía.

No me retendrán en templos
ni en dogmas ni en fórmulas.

Me beberán sin saberme
y aun los que escupan mi nombre
llevarán mi sangre en sus palabras.

No temas. De mi herida
brotarán las canciones.
No ha de ahogarme la muerte.

La muerte es solo un giro en la danza.

Mirá mis ojos, Madre. Mis ojos
no van a extinguirse.

Voy a desbordarme, Madre.
Seré verbo encendido en los labios
de los que aún no han nacido.

No habrá jaula para mi verbo.
Seré la sinapsis ardiente de la historia.

Madre, voy a convertirme en mito.
He de vivir así y así me verás.
Así he de morir y volver siempre.

Como ama un profeta

Amor mío,
yo no vine a quererte como todos.
Mi amor es un mandato del cielo.
Te amo desde un lugar que no tengo,
desde una infancia que no fui.
Me sangra la palabra cuando digo tu nombre.
Amarte es, para mí,
como sostener un candelabro encendido
en medio del agua.
Te amo desde este borde
donde aún quedan los que sueñan despiertos.
He vencido demonios en tus ojos.
Vos sos luz que reclama testigo, sos mi visión,
porque te amo como un aroma ama
el cuerpo de la flor previo a caer.
Rosa sin daño, mis pies golpearon tanta senda
y mi pecho ha dormido a la intemperie.
He cruzado la guerra de mí mismo
para traerte paz. Amada, profetizo tu risa
como otros profetizan desastre. Y lloro.
Lloro porque no sé amarte
sin cargar en la espalda la cruz de tu angustia.
Hermana de mi viaje, compañera
del asombro y la desobediencia,
amo en vos lo que el mundo no comprende.
Te amo como la hiedra ama la piedra sagrada,
te amo porque tu vida tiene el sonido de las hojas.
He llorado por vos antes de nacer.
He soñado tu cuerpo en lenguas antiguas
como la tierra sueña al árbol que la hiende:
con toda su sed, con toda su raíz abierta,
con el corazón y las manos llenos de huellas.

Te fue dada una musa

te fue dada entre todas las mujeres
la bendita ella
entre todas las mujeres

entre todas las bellezas posibles
te fue dada esa
en que concebirás el milagro

te fue dada una porción divina
envuelta de piel y dolores
para que aprendas a amar

para que ames como un sol valiente
para que ames como un lirio que canta
para que seas suave
como las luciérnagas
que aman tanto como ama el dragón

te fue dada la perfecta
no carente de fallas
la que tiene el tamaño de tu inocencia
para entrever el camino
de regreso al Edén

ella está sola
en el agua de tus sueños
lista para desvestir el poema

ella está llena
de todos los mundos
lista para un salto creador.

El palomo busca a su palomita

En la cornisa de una siesta,
tarareo un tango silvestre.

Bajo por el cable
en cuatro aleteos. Inflo
mi papada al vértigo
de esta canción: “Palomita,

¿dónde te anidás?
¿En qué balcón florecen tus mañanas?
¿Quién te da alpiste y te canta?
¿Quién te hace cabecear? Palomita,

yo traigo migas a tu invierno,
un picoteo de labios para vos.
Mi gracia torpe y galana, atorrante
llueve en tus veredas su mate dulzón.

Palomita, no me conformo con otras alas.
De esquina en esquina, la fiebre azul
y gris de mi asombro levita
sobre charcos y baldosas, mi bravura
deja plumas en el viento al amor.

Mis temblores, linda, ya no temen temblar.
Late mi voz con un ritmito de arrullo,
ya es todo un mundo de niños la plaza.

Coqueta y brillante pajarita amiga,
no hay barrio porteño que no quepa en mí.
En pleno centro del caos, ni un adjetivo sobra
si quiero el modo exacto de nombrarte”.

La máquina para alterar el tiempo

La tarde que parecía presente
ahora es infancia.

El vértigo se vuelve cuna,
la brisa se arropa, la espera
se olvida de su oficio.

No hay cronómetro que la resista.
No hay metrónomo ni teoría de cuerdas
ni ecuación de Minkowski
que calcule en geometría
su presencia.

Cuando ella entra
ya no entra el tiempo.

Al hablar convierte
el pasado en un perfume.
Sus ojos tienen esa
gravedad de los eclipses.
Una tibia seda cayendo del reloj.

He amado a alguien
que es un mecanismo secreto
para alterar la duración de lo vivo.
En su abrazo la muerte
envejece más lenta.

el nuevo modo de andar

se ha establecido ya entre nosotros,
por mérito de la intención
y una fe asentada en el reino
de lo imposible,
el feliz galanteo sobre el mar,
y hemos eludido así
cada una de las gravedades
que inmolan el destino del alma,
nos ha parecido justo
no creer en lo visible
y sí crearlo
sobre el suelo de la omnipotencia,
en la pericia del Dios
que danza sobre los mundos,
hemos transgredido
y ha aparecido una ley
rumbosamente más alta,
una bella forma
de la ciencia y lo humano.

Un cambio de estructura

he podido hablar
un idioma que no es el de mis padres,
he interrogado la presencia
de verdades futuras como he llevado
sobre los hombros el peso
de la cruz primordial:
una violencia adherida a la ignorancia,
un miedo hijo de dolores profundos,
y he tentado pelear
contra los nombres de todas las deidades
del amplio panteón de la miseria,
pero no he vencido
ni he perdido,
he conocido un campo limítrofe
entre ganar y perder,
ahora soy el solitario nombre
de la cordura,
el que puede no desbarrancarse
mientras mira al Invisible
y se descubre en amor con lo que pasa,
aunque no pase el invierno,
aunque siga habiendo mundo
entre el yo y el paraíso,
aunque la duda no se aquiete
sino a golpes de fe,
sino a gritos de lírica salmódica,
simplemente sé que he cambiado
de centro conductor de la vida
y que me atrevo a existir
y a pensar en la mujer estrella
y en ser una sola carne entre varón y mujer,
ser un sol con cráteres de luna
y continuar el hogar
de lo eterno de la historia.

Todo habrá de conciliarse en nosotros

Cuando la última culpa se vuelva danza,
cuando el último yo diga Nosotros,
todo subirá como incienso
hacia el silbo de un corazón sin bordes,
todo habrá de conciliarse,
los rostros que amamos y los que temimos
se mirarán desde nuestros ojos,
la lágrima que baja y asciende
—la más honda— será
tan brillosa perla, todo
habrá de conciliarse en nosotros,
porque la noche recuerda que es hija del Sol,
que el cuerpo es cielo y que los labios
mientras besan invocan, el polvo
del alma se unió al polen de las cosas,
la gravedad del alma es atraída hacia Dios,
ningún nombre de Dios será suficiente
en el nombre de este Nosotros develado
en la hendija del corazón abierto
por donde ingresa Dios a lo Infinito.
Ha de conciliarse el todo en todo
y ya camina Nosotros sobre la tierra.

En la masmiel

(a una purreta dulcida
de tan girondiosa)


Me derretís los alvéolos.

Frutal, loca…

Sos mi panverbo, mi bombonía de pechos.
Me goteás los latigajos del amor.

¡Qué licor de eternovida!

Nos ascendemos
hasta rebasar las formas,
hasta licuarnos en la fuente sin bordes.

Te sorbeteo la voz,
nos abismamos la sed,
tu sudor me es jalea de frescura.

Te suspiro adentro, te semillo,
vos me bizcocheás el soplo.
Seno a pulso, glotis a gemido.

Nos hacemos nido de resplandores.
Nos lamemos hasta que el alma queda limpia de alma.
¡Oh, exhalación de siderales azúcares!

¡Oh, savia donde el tigre y el cordero se acunan!

Me disolvés las costillas en succión,
los vientres globan y globan hasta reventarnos
desfloreciéndonos de risa.

Te murmielo. Te galleto.
Nos dulzoneamos las hambres.
Nos endulcimos totalidad a cucharadas de latido.

En la masmiel no hay ley que nos encierre:
hay danza, hay ruiseñores en compota,
hay montañas que respiran amor,
hay pozos donde Dios se multiplica.

Me descoyunto de gozor al verte
como quien amamanta galaxias.
Vos me has almibarado la sombra.

Marcos David Porrini nació en la Ciudad de Buenos Aires el 18 de marzo de 1991. Cultiva en artes la Música (como intérprete, director y compositor), la Literatura (como poeta, narrador, dramaturgo y editor), el Teatro (como actor y director) y el Cine (como guionista, director y montajista). Se aboca especialmente a la investigación sobre Arte Sagrado y Visionario. Es fundador y director del proyecto Círculo Blake y es vicepresidente de APOA (Asociación de Poetas Argentinos). Contacto: marcosdavid07@gmail.com

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