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SALTAR EL CERCO

 Al cierre de esta nota, Sergio Massa ampliaba la diferencia que obtuvo sobre Martín Insaurralde y se imponía por más de 12 puntos. Es el resultado más importante de estas elecciones ¿Qué hará Cristina?
 

28.10.2013 09:39 |  Giménez Manolo  | 

La definición misma del populismo con semántica socialdemócrata -lo que llamamos "kirchnerismo" desde hace una década- ha quedado herida de muerte tras el resultado electoral del domingo 27. Pues aún cuando la "salida elegante" tuviera lugar en 2015, el principal candidato para abrirle la puerta, con alguna promesa de impunidad, sería el pasteurizado Daniel Scioli.
 
Y tanto el mandatario bonaerense como el entrerriano Sergio Uribarri -que también espera en los boxes-, no tienen el look del oficialismo duro: no quieren saber nada con seguir alentando la épica setentista, ni mantener la pose bolivariana en política exterior. Apenas podrían aportar algún acuerdo (hacer la vista gorda frente a los ilícitos, esencialmente) con la tropa kirchnerista en retirada. 
 
Pero tampoco es seguro que lleguen, siquiera, a ser candidatos expectables. Hoy todas las brújulas se orientan a Sergio Massa (y en menor medida al tándem que integran Hermes Binner y Julio Cobos), que no guarda los mejores recuerdos, precisamente, de su paso por el Gobierno nacional. Mauricio Macri también conserva algunas chances. Es decir, entre propios y ajenos, no hay ningún kirchnerista puro con chances de llegar a la Rosada. 
 
Ahora bien, ¿qué actitud tomará la Presidente frente a este nuevo escenario? Tras su conveniente retiro y reposo, que la exime de dar explicaciones la misma noche de la derrota, no son pocas las versiones que hablan de una ilimitada licencia por cuestiones de salud, a fin de preservarla tanto de los cambios económicos que avecinan -incluida una posible devaluación, de algún modo entrevista en el proyecto oficial de presupuesto para 2014- como de entregar el bastón a un Presidente de "otro palo".
 
Es un poco aventurado tomar estos rumores en serio. Pero lo cierto es que alguna decisión deberá adoptar Cristina y su séquito, ya que la dirección en que sopla la brisa de la decisión popular ha cambiado rotundamente. Y ahora se orienta hacia formas de convivencia más tolerantes y armónicas. No hace falta esconderse ni, mucho menos, renunciar. Lo que se necesita es una gran dosis de realismo e inteligencia. 
 
Aunque parezca fútil recordarlo, el 19 de noviembre de 1972 tuvo lugar un episodio bastante aleccionador, para estas horas que estamos viviendo los argentinos. 
 
El dirigente radical Ricardo Balbín fue antiperonista la mayor parte de su vida. Había sufrido cárcel y persecuciones bajo el gobierno de Perón y se convirtió, tras el golpe militar de 1955, en una ineludible referencia "gorila" (al punto que participó en el operativo que le impidió al caudillo exiliado regresar al país en 1964).
 
Sin embargo, cuando Perón retornó definitivamente a la Argentina, Balbín lo fue a buscar a su casa de Gaspar Campos, burlando la guardia militante y periodística, por la parte de atrás y saltando
un cerco de considerable altura. Sobre la reunión, trascendió poco. Según testigos, Perón lo recibió afectuosamente y a viva voz le dijo: “Usted y yo representamos el ochenta por ciento del país”.
 
La fotografía de aquel histórico abrazo se convirtió en un símbolo de un nuevo tiempo que, las balas cruzadas del terror y el contraterror, no dejarían que llegara a fructificar. Más tarde, se impuso la Dictadura.
 
Al mismo tiempo que escribo esta nota, algunos dirigentes del oficialismo minimizan la derrota. "No pasa nada, vamos a seguir teniendo mayoría", dijo la candidata a diputada Juliana Di Tullio y el ministro de Defensa, Agustín Rossi hizo hincapié en que el kirchnerismo mantendrá la decisión en el Congreso. 
 
No me cabe la menor duda de que éste no es el camino.
 
Para sacar una ventaja de la coyuntura, Cristina debe recuperar los reflejos y darle una nueva oportunidad al diálogo político. Debe recuperar lo que quiso nacer en aquel esfuerzo del 72 y no pudo. Debe arremangarse, humildemente, y saltar el cerco para encontrarse con la Argentina real, manifestada en las tres cuartas partes de los votos. 
 
Y sólo así podrá transformar la derrota final del kirchnerismo, en la mayor victoria política de la Presidente. En la victoria sobre su propia caricatura y en la derrota de sus propias limitaciones. Aún está a tiempo.
 
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