El autor de la nota describe una doble experiencia personal, bipolar se diría, en torno a esa forma de asesinato consentido y legalizado que es la caza deportiva.
"El hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales", pensaba el oscuro filósofo alemán Arthur Schopenhauer, una de las personalidades literarias más fascinantes de mi trayectoria como lector. Y aunque muchos de quienes se han detenido en sus páginas, con devoción u ocasionalmente, digan que no les ha dejado ninguna influencia la lectura de El mundo como voluntad y representación, me permito suponer que, cada tanto, les aparece un reflejo de precaución por el logos de la técnica o tecno-logia (que hace de la naturaleza un instrumento o una materia prima) donde brota la semilla que nuestro hábil escritor plantó, con el disimulo que permite una literatura perfecta, en nuestras conciencias.
Algo así le debe haber ocurrido a Friedrich Nietzsche, a la vez prosélito y detractor de Schopenhauer, cuando en la mañana del 3 de enero de 1889, al salir de su casa en Turín, presenció a un brutal cochero maltratando a su caballo. El animal, exhausto, se negaba a continuar la marcha y su propietario estaba a punto de matarlo con el rebenque. Se cuenta que Nietzsche rodeó el cuello del caballo con sus brazos y rompió a llorar, mientras gritaba: “Madre, soy tonto”. El infierno animal, atendido por el hombre, estaba ante sus ojos.
En realidad, lo está ante los ojos de todos, todos los días. En lo que a mí respecta, tuve mi última experiencia hace apenas unos minutos viendo fotografías de una tal Melissa Bachman, presentadora del programa de televisión norteamericano Winchester Deadly Passion (en el que se muestran safaris y expediciones de caza deportiva con rifle), posando con su arma sobre un bellísimo león que acaba de ejecutar en Sudáfrica.
Intento reprimir mi repugnancia por esta señorita, pero me resulta muy difícil. Hay demasiado en mí del viejo Schopenhauer. Es como una fobia que me impide entender que, solamente para divertirse o capturar la atención de los demás, alguien sea capaz de asesinar un animal. Reconozco esa limitación. Y tal vez, por la propia deficiencia dubitativa que me impediría apretar del gatillo, sin más, ante cualquier ser viviente, estoy más cerca de sentir el miedo, el sufrimiento y la agonía de la presa, que el orgullo visceral del cazador que toma su vida.
"El ser humano se ha convertido en una especie de virus brutalmente agresivo y violento, que destruye todo a su paso, entorno, vida, ecosistema -escribe la periodista catalana Pilar Rahola- (…) Nuestra capacidad de destrucción de la biodiversidad va pareja a nuestra falta absoluta de conciencia de lo que ello significa, y así vamos caminando por el planeta, dilapidando el patrimonio biológico que no nos pertenece".
Para compensar, también en estos días, se conoció el óptimo resultado de una campaña llevada a cabo en Change, la plataforma online de peticiones, que consiguió reunir más de treinta mil firmas para frenar el coto de caza top Ciervos de Mendoza (http://www.change.org/es-AR/peticiones/no-al-coto-de-caza-en-tupungato-mendoza-argentina) que, con una inversión cercana al millón de pesos, se piensa inaugurar en el distrito Las Carreras de Tupungato, provincia de Mendoza.
Andrés Pereyra, uno de los "emprendedores", informó en el sitio Ecuyo.com que "los animales de nuestro coto tienen medalla de oro del prestigioso Safari Club Internacional, ya que por su tamaño y sus más de 20 puntas reúnen más de 345 puntos necesarios" (¿?). Asimismo, dijo que el negocio está apuntado al turismo internacional top, ya que Ciervos de Mendoza pretende convertirse en la capital de la caza del Cervus Elaphus, al parecer una de las especies más buscadas. También se supo que los ejemplares fueron traídos a Mendoza, hace un par de meses, desde Nueva Zelanda, pagando cuarenta mil dólares por cada uno.
Además de la campaña en Change, diversas organizaciones ambientalistas locales se han manifestado críticamente y hasta se elaboró un proyecto de ley, presentado por el senador mendocino Gustavo Valls, para prohibir la creación de establecimientos que impliquen la cacería de fauna local y exótica.
En relación a este último, el mayor problema consiste en que no se encuentra abierto el período ordinario de sesiones, por lo cual el proyecto recién podrá ser resuelto en el inicio del próximo período, a partir del 1 de mayo de 2014. “Entendemos que, en el Ejecutivo, habría cierta preocupación con el tema y estamos esperando un gesto fuerte del gobernador en este sentido”, manifestó Valls hace unos días.
Pero muchos sostienen que no habra "un gesto fuerte"; que el gobernador, Francisco Pérez, no tiene la menor intención de prenderse en la iniciativa y, por cómo se presenta la administración provincial, es posible que no quiera perder la oportunidad de hacerse de unos pesos. O tal vez, como muchos sospechan, lo que ocurre es que el chispeante "Paco" nunca ha leído a Schopenhauer, ni de pasada.