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Keynesianismo sojero

 Se insinúa una profundización de las medidas restrictivas para evitar la devaluación. Aunque a simple vista parece una defensa del salario popular, es todo lo contrario.
 

25.11.2013 12:07 |  Giménez Manolo  | 

Según informan algunos medios, el flamante ministro de Economía, Axel Kicillof, estaría por implementar cambios en el esquema de subsidios, a fin de evitar el actual drenaje de reservas; ya que, de proseguir al ritmo de caída actual, el Gobierno debería enfrentar en breve una crisis cambiaria que obligaría a una fuerte devaluación.
 
Si bien se pretende evitar esta última medida para no impactar, con tanta severidad, en la ya alicaída capacidad de consumo del salario popular; no menos alarmante resulta un aumento en los servicios básicos (electricidad y gas), que podrían llegar a subir hasta el 200 por ciento en algunos casos, a lo que se le suma los aumentos del transporte y su incidencia en otros precios de la economía.
 
Actualmente, el subsidio funciona como un paliativo de un régimen salarial excesivamente bajo medido en parámetros internacionales. Esto queda demostrado cuando el Estado nacional debe importar combustibles para sostener la demanda interna. Lo cual no es, en sí misma, una decisión incorrecta; el problema consiste en que los recursos utilizados no se recuperan en el mercado local, ya que se vende a un precio mucho menor (subsidiado) del que se paga en el mercado externo. 
 
De esta manera -y hasta tanto no se obtenga el autoabastecimiento energético- las reservas seguirán sosteniendo este desfase (al igual que sostienen el atraso cambiario).
 
¿Cuál podría ser la solución? Sencillamente salir del rol asignado a la Argentina por la división internacional del trabajo, que nos impone un modelo extractivo exportador con bajos costos internos (incluido el salarial), cuyo mayor provecho lo han obtenido las grandes corporaciones que exportan y esamblan en nuestro país para el mercado mundial.
 
La escala salarial es una de las "ventajas competitivas" que ofrece nuestro país a los "inversores" internacionales. Por eso, en el actual modelo, se trata de mantenerla a toda costa: desde manipular las estadísticas de precios hasta ponerle un techo a las paritarias, pasando -como ya vimos- por los subsidios y el atraso forzado del dólar. No hay aquí ni pizca de keynesianismo, como fanfarronea Kiciloff
 
Keynesianos fueron los países industrializados después de la Segunda Guerra Mundial que incorporaron masivamente a los asalariados al consumo de bienes industriales. Los empresarios realizaban importantes inversiones de largo plazo y lograban fuertes aumentos de la productividad con la producción en masa porque sabían que podrían vender, ya que los ingresos de los asalariados crecían rápidamente.
 
En otras palabras, gracias a un acuerdo social con fuerte participación estatal, esos países lograron coordinar dinámicamente las condiciones de la producción y de la distribución, dentro de un sendero de crecimiento rápido y sostenido. Porque el desarrollo real es aquel que se fija como meta la respuesta a los requerimientos del propio pueblo que lo sostiene con su trabajo. Y es, en definitiva, un acto de soberanía.
 
Un verdadero proyecto nacional -y no la caricatura neopopulista, llena de rótulos o de citas y vacía de estrategia- sería impulsar la recuperación del salario dentro de los parámetros internacionales de una economía globalizada. 
 
Se trata de un elemento central en toda estrategia de desarrollo orientada a industrializar, con alto valor agregado, la economía real. Pues una escala salarial de estas características le otorgaría un mercado interno dinámico a los productores nacionales, impulsando la reactivación de la actividad y de las inversiones realmente productivas. Un mercado capaz de absorber, sin muchas complicaciones, los precios energéticos y con suficiente generación de empleo formalizado, lo cual permitiría orientar la mayor parte del gasto hacia las prestaciones fundamentales, como educación, salud y seguridad. 
 
Algo que, por supuesto, no se encuentra en los planes de las automotrices, mineras, agronegocios y pooles de siembra. Ni en los del "marxista" Kiiciloff, según estamos viendo.
 
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