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El infierno tan temido

 Hace algunas semanas, en un raro cruce de mensajes, Berni y Capitanich desmintieron a Rossi, cuando habló de la elaboración local de drogas ¿Qué está pasando con los narcos en Argentina?

10.03.2014 07:20 |  Giménez Manolo  | 

Según un estudio de la empresa Poliarquía, que se publica este domingo en el diario La Nación, el narcotráfico encabeza las preocupaciones de la sociedad argentina, por encima de problemáticas como la inseguridad, la corrupción o las tendencias inflacionarias de la economía. El 83 por ciento de los encuestados –el porcentaje más alto de la encuesta– describió al narcotráfico como un problema "muy grave".

También el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, reclamó durante la apertura del año judicial en el Palacio de Tribunales que se adopten políticas de Estado en tal sentido. "Esto va más allá de todo: están en juego muchas cosas, sobre todo el futuro", dirá en declaraciones radiales días después.

Las precauciones de Lorenzetti no son exageradas. Aún si desconociéramos las gravísimas consecuencias sanitarias o culturales de las drogas, el despliegue que ha cobrado el narcotráfico a escala regional encierra una grave amenaza para la estrategia de la Argentina como nación independiente, ya que su colosal organización comercial y financiera constituye uno de los pilares del capitalismo concentrado global y se presume que, actualmente, es la actividad de rapiña con mayor crecimiento sostenido.

Desde hace algunos años, el Fondo Monetario Internacional viene siguiendo rigurosamente la expansión narco y ha publicado estudios donde revela que el lavado de dinero, proveniente de la droga, alcanza hoy los 650 mil millones de dólares anuales. Para tener una comprensión aproximada del fenómeno, digamos que esta cifra es más del 2 por ciento del Producto Bruto Mundial y un 13 por ciento del comercio internacional. Siempre y cuando tomemos como referencia exclusiva las estimaciones del FMI, ya que existen otros documentos, elaborados por organismos internacionales de seguridad, donde se señala que la cifra anual alcanzaría casi el billón de dólares.

El narcotráfico no sólo se ha mostrado indemne a la crisis sino, además, "el sistema financiero en determinados países podría haber encontrado en él una boya, peligrosa, con dinamita pero de salvación al fin, para mantener ingresos así éstos no sean limpios”, según afirma el peruano Ricardo Soberón, un especialista e investigador sobre temas financieros. “Este movimiento de capitales compra conciencias, compra gobiernos, Estados, sistemas financieros y sectores productivos completos –afirma–. Para mí, el narcotráfico va a penetrar el sistema bancario como el aceite en el motor de un carro”.

Dicho en otras palabras, el narcotráfico descansa sobre el clásico mecanismo depredador del capital financiero, pero sin las limitaciones que impone la formalización del procedimiento bancario. Y para colmo de males, es un generador de "políticas de control", que no sólo alimentan al segundo mayor negocio "en negro" del mundo actual –la venta ilegal de armas–, sino que justifican la intervención de organismos como la DEA en los asuntos internos de nuestros países (Estados Unidos gasta 30.000 millones al a la represión mundial del narcotráfico).

Sobran ejemplos del vínculo entre los narcos, el mercado ilegal de armas y el intervencionismo norteamericano. En la década del 80, por ejemplo, una investigación realizada por el Mercury News sacó importantes conclusiones luego de investigar a una red de narcotráfico, instalada en el área de la Bahía de San Francisco. Durante casi diez años, esta red abastecía de cocaína a las pandillas callejeras de Crips y Bloods, en Los Angeles, para canalizar los millones de dólares obtenidos hacia un sector de los "contras" nicaragüenses, orientado por la CIA y enfrentado al régimen sandinista que gobernó entre 1979 y 1990.

De este modo, según el informe, se abrió "la vía entre los cárteles de cocaína de Colombia y los barrios negros de Los Angeles, ciudad conocida como la capital mundial del crack". Al parecer, las operaciones se realizaban con la colaboración de oficiales salvadoreños de alto rango, que volaban aviones a Colombia y luego se dirigían a una base de la fuerza aérea norteamericana en Texas.

Como se ve, para los poderosos de este mundo, el negocio cierra por todos lados.

En lo que respecta a la Argentina, según varios especialistas existen óptimas condiciones para la instalación de estos mismos cárteles: fronteras porosas, con aduanas muchas veces decorativas; escasísimo control del espacio aéreo, con radares inservibles; corrupción policial, judicial y política; tolerancia y aceptación del consumo de drogas, entre los sectores más influyentes (actores y músicos "contraculturales"; animadores radiales y televisivos "transgresores"; ídolos futbolísticos y representantes mediáticos; empresarios "cool" y modelos deseables, etc.) y, fundamentalmente, un marco legal endeble.

Endeble y con posibilidades de convertirse en francamente permisivo, diría mejor. El anteproyecto para la reforma del Código Penal vigente presenta escandalosas facilidades para el narcotráfico, ya que baja la pena de la circulación, cultivo o producción de drogas, convirtiendo al delito en excarcelable; mientras que los vendedores de droga, siguiendo esta misma reforma, serían castigados con no más de seis años.

¿Por qué la premura de implementar estos cambios? Tal vez porque cambiaron las condiciones. La exportación de drogas sólo requería de obtener la "complacencia" de policías y personal aduanero; pero ahora, que se produce en laboratorios propios y se distribuye en mercados de consumo como el Gran Buenos Aires o el Gran Rosario, el tráfico necesita otras condiciones legales para funcionar.

Está bien que Argentina nunca va a ser Colombia, porque aquí no se produce la hoja de coca; ni tampoco México, cuya principal frontera es con EEUU, principal consumidor mundial. Sin embargo, ya está confirmada la existencia de decenas de laboratorios para la producción de estupefacientes en territorio argentino –el propio secretario de Seguridad, Sergio Berni, encabezó el allanamiento de uno, con 300 kilos de cocaína, en Rosario– y los niveles de violencia entre bandas –o intimidando periodistas, como en Mendoza– se torna ya insoportable en varias ciudades argentinas.

La Iglesia católica, la Corte Suprema de Justicia, algunos sectores de la oposición parlamentaria y la propia sociedad están alertadas sobre la amenaza del narcotráfico. Algunos por una simple cuestión de seguridad y otros, los menos, porque tienen la experiencia de lo que ha ocurrido en algunos países de la región. Países y pueblos cautivos, sin muchas esperanzas de recuperación, de esta poderosa telaraña generada por el capitalismo mundial en su trágica decadencia.

Ojalá lo paremos a tiempo.
 
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