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Poesía sin fronteras. Leopoldo María Panero.

El pasado 5 de marzo de 2014, muere en Canarias el poeta español Leopoldo María Panero, nacido en el año 1948, fue una de las figuras que irrumpió en el escenario de la poesía española de los años 70 y que, con su aureola de escritor maldito, vivió largas temporadas en hospitales psiquiátricos.
 

12.03.2014 10:13 |  Bruch Gabriela  | 

Sus padres fueron el poeta Leopoldo Panero, una de las mejores voces líricas de la posguerra, y la escritora y actriz Felicidad Blanc, y era hermano de los también escritores Juan Luis y José Moisés Michi Panero, ambos fallecidos.
Con esta nota, no quiero caer ni en el homenaje, que sería bien merecido ni en la reseña biobibliográfica , que es extensa y heterogénea.
Leopoldo María Panero, es considerado por muchos como el último poeta maldito y como tal, poesía, vida y muerte conforman una misma cosa, indivisible, sin fronteras y a la vez poesía fronteriza.
Su muerte me lleva a pensar en que diferencia a una persona que escribe poemas con un poeta auténtico y si es que hay alguna diferencia y yo creo que sí. El poeta no elige serlo, no es una profesión, no es una carrera, nadie se “recibe” de poeta. El poeta canta, vive, llora a través de su poesía, que si bien es escrita para otro, no importa si ese otro la acepta o no. El poeta echa su poesía al viento. Es así, como siento la poesía de Panero .
Elegí este poeta sin considerar su nacionalidad, ya que la poesía carece de fronteras, es como la música es un lenguaje a la vez ininteligible y universal. Obvio que el poeta es traspasado por su época y aunque quiera abstraerse de ella, no puede. No creo en que la poesía deba ser espontánea y que hay que escribir lo “que sale “. Lo que es espontáneo y no es elegido, es el ser poeta.
Luego, hay un trabajo, un revisionismo, una necesidad y un trabajo en donde a veces transcurre la vida misma. Panero fue, es, a mi entender un auténtico poeta. Nunca ha recibido un premio salvo el mayor: la lectura de los otros, aún sin ser conocido ni reconocido por el medio y menos aún por lectores por fuera del círculo literario. Nunca escribió lo que se pretendía que escribiera, transformó su poesía en vida y viceversa, siendo totalmente autorreferencial.
Publicó por primera vez en 1968 el poemario Por el camino de Swant, al que siguieron Así se fundó Carnaby Street (1970), Teoría (1973), El que no ve (1980), The last river together (1980), Dioscuros (1982) y El último hombre (1984).

Son años que transcurren para Panero entre largas temporadas de tratamiento psiquiátrico y en los que también fue detenido en seis ocasiones.
Más tarde , le sucede una extensa y prolífica obra.

Fue en 1976 cuando se estrenó la película El Desencanto, de Jaime Chávarri, una cinta demoledora sobre la vida de la familia Panero y Felicidad Blanc.
Fue a través de esta película que lo conocí, hace pocos años , una noche de invierno de la mano de poetas españoles amigos y ahí quedé prendada de su poética.
Su vida autodestructiva, se llena de obsesiones literarias que le conducen al fin último de su actividad creadora: la enunciación del vacío y la glorificación última de la soledad y la nada .

Me despido con un poema inédito de su autoría, sin decir una sola palabra más.
Adelante , poeta:

Nunca lloverá sobre mi tumba
Y nadie vendrá a llorar sobre mi tumba
Dibujando con versos, las sílabas de un cadáver
Que tuvo sólo, el nombre de la nada
El amor de un perro
Y las sílabas de un cadáver
Que amó la nada con las sílabas del can
Que como alguien dijo, en otra ocasión, «yo soy el hombre
Que sólo amaba a los perros», Raimond Chandler, lo dijo
Escribiendo, sobre la grupa de un caballo
Palabras sólo para los dioses
Cae mi pluma al suelo
Y se llene de cenizas mi balcón
Que tuvo sólo por nombre el espanto
Que es como una virgen contra el mundo
 
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