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El traslado de la Capital
La federalización de Buenos Aires fue una batalla que ganaron las provincias con mucho esfuerzo político y militar. Sin embargo, cada tanto aparece un intento de mudar la sede del Gobierno.
01.09.2014 09:09 |
Giménez Manolo |
Cuando la Presidente sugirió la posibilidad de trasladar la Capital Federal a la ciudad de Santiago del Estero, no argumentó demasiado ni abundó en precisiones. Apenas deslizó alguna que otra referencia histórica y revistió su discurso de un federalismo más emotivo que conceptual.
Jorge Capitanich, en cambio, traicionado por sus propias dificultades expresivas, dio una involuntaria explicación al informar, días después, que el paro de Moyano "fue inexistente” ¿Dónde? Precisamente, en Santiago del Estero.
Partiendo del acto fallido del Jefe de Gabinete, puede inferirse la motivación oficial para trasladar la sede de gobierno, desde la macrocefálica ciudad que concentra numerosas movilizaciones y protestas, a la serena capital norteña, donde parece ser más débil la influencia del sindicalismo díscolo y los resultados electorales le son propicios –según se refrendó el domingo último– al socio Gerardo Zamora y su clan.
Seguramente fue lo mismo que pensaron los asesores del fallecido ex presidente Raúl Alfonsín, que le propusieron llevarse los bártulos a Viedma –tal como lo recordó Cristina en el referido discurso– cuando los síntomas recesivos e inflacionarios indicaban que la popularidad presidencial tenía mal diagnóstico. Dicho sea de paso, la norma sancionada en aquella oportunidad para mudarse a Viedma, la ley 23.512, fue derogada hace apenas dos meses por el propio oficialismo.
Además, ¿quién puede creerse que una idea de este tipo responda a un plan estructural o estratégico? ¿O acaso la ausencia de un federalismo real y efectivo se originan en el emplazamiento de la Capital? ¿Alguien puede pensar, seriamente, que la relocalización del gobierno federal servirá para revertir los serios problemas de distribución de recursos y riqueza que hoy padece la sociedad argentina?
.Las dos convivieron en silencio y sin problemas por casi tres décadas. Pero esta semana, cuando Cristina Kirchner propuso trasladar la administración nacional a Santiago del Estero, los más memoriosos levantaron la voz: para llevarla al sur del país todavía está vigente. O al menos eso creían. Pocos se enteraron, pero fue
Aún cuando se repasa el proceso histórico en el que se conforma el poder o la incidencia de Buenos Aires desde el siglo XVIII, se comprende rápidamente que las condiciones geográficas se dimensionaron en base a factores esencialmente políticos y económicos.
El ciclo de guerras civiles del siglo XIX –que culmina, precisamente, con la federalización de Buenos Aires, el auge del patriciado interior en 1880, y la llegada del roquismo al poder– se explica mucho más claramente entendiendo la apropiación de la extraordinaria renta del puerto único, por parte de la alta burguesía comercial y terrateniente, que por una simple consideración topográfica.
Y aunque nuestro perfil económico sigue siendo agroexportador, lamentablemente, ya no estamos en el siglo XIX (ni en el XX). Actualmente, la ubicación del centro de decisiones de un país tiene relativa importancia. Los avances del transporte y la comunicación –especialmente desde la expansión de Internet– han conspirado contra la gravitación que el emplazamiento de la ciudad puerto poseía en otras épocas.
No hace falta mudarse al interior. Es mucho lo que el gobierno central puede hacer, desde Buenos Aires, en favor del federalismo y el desarrollo de las economías regionales, la redistribución poblacional y la ocupación territorial efectiva.
Está muy claro que la estructuración centralizada del poder y la convergencia de las decisiones administrativas no se verán alteradas con la relocalización. El "unitarismo" se traslada intacto con la mudanza.
Por otra parte, no configura un requisito para su modificación, la asignación de otra radicación del gobierno federal. La estructuración normativa que articula los vínculos existentes entre las provincias y el estado nacional mantendrá sus propias características en Santiago o Calafate, si no se procede a revitalizar las facultades propias de las provincias.
En tal sentido, es oportuno recordar que la gestión de Cristina no ha realizado hasta el presente aportes muy significativos en materia de crecimiento interior. Por mencionar un ejemplo, en estos diez años no se ha hecho demasiado por recuperar la red ferroviaria, para abaratar el transporte y los fletes o favorecer el comercio interprovincial. La única inversión destacada en tal aspecto ha sido el Belgrano Cargas, que traza la ruta sojera de los ultra concentrados exportadores.
Porque no debe confundirse centralización política con concentración económica. Desde un centralismo resolutivo se puede contribuir positivamente a la descentralización. Descentralizar implica una transferencia de la autoridad del gobierno superior a otras entidades de inferior nivel y la desconcentración económica se refiere a la distribución del actual hacinamiento del centro industrial y comercial del gran Buenos Aires.
El tratamiento eficiente de esta cuestión no lleva implícito la redimensión del poder decisivo del gobierno central. Existen generalizadas coincidencias sobre la necesidad de distribuir los impuestos del Estado conforme a criterios más racionales. Estos "traslados" –como una nueva Ley de Coparticipación o la devolución a las provincias de la masa fiscal transferida por la Emergencia Económica–, serían mucho menos traumáticos y más efectivos.
La cuestión de la capital en definitiva es el aspecto anecdótico o superficial de problemáticas mayores que se vinculan con los desacoples estructurales y las injustas distribuciones regionales. Pero de eso, está claro, hace rato que la Presidente no está dispuesta a hablar.