El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos. Y eso está muy bien. Pero cuando el tiempo pasa y hay artistas que insisten en seguir detenidos en el tiempo, estamos en problemas.
Cuando se estrenó Daños colaterales el pasado 15 de febrero, habían ya transcurrido 10 660 días desde que se reestableció el sistema democrático de gobierno con la asunción de Raúl Alfonsín como presidente de la Argentina. Y si un día es un largo tiempo cuando se lo sabe aprovechar, qué decir que 10 660 días.
Pero la historia no es lineal, ni lo es la vida de cada humano. Ni tampoco la de cada artista, por más que algunos siempre empujen para ocupar un lugarcito distinto entre los mortales. Y como no es lineal, 10 660 días tienen necesariamente idas y venidas, logros y fracasos, heroísmos y agachadas. Que lo diga nuestra sociedad, que en ese período pasó por la primavera alfonsinista, los carapintadas, el saqueo neoliberal, la exclusión de millones, la revalorización de la política y un sinfín de etcéteras.
El problema es que cuando vemos Daños colaterales parece que esos 10 660 días no hubieran existido o, lo que es peor, que pasaron en vano. Porque, ante todo, asombra la incapacidad de profundizar en la reflexión acerca de las secuelas íntimas del horror vivido por una mujer secuestrada-desaparecida en la dictadura iniciada en 1976, echando mano a un desdibujado síndrome de Estocolmo para mantenerla junto a su torturador y explicando la suerte del hijo que ella no vio crecer con tal grado de inverosimilitud que le resta todo interés a la obra. Tampoco hay una lectura actualizada de aquellos hechos miserables que no son expuestos sino desde lo emocional, por lo que resulta difícil recordar que es este un texto reciente de Roberto Cossa, otrora un nombre de peso en la dramaturgia argentina y un referente indiscutido del teatro decididamente político (enfatizo con ese adverbio para recordar que todo teatro es político). Y así resulta extraño que el hijo en cuestión sea un hombre y no un niño o, a lo sumo, un adolescente, porque eso indica que los sucesos tienen lugar hoy, muchos años después, y pese a esos 10 660 días que pasaron la pieza apenas puede exponer el dolor, el horror, la perversión, en fin, nada nuevo.
Ahora bien, cuando no hay metáfora ni simbolización ni profundidad, ¿qué se nos ofrece desde un escenario? Relato y moraleja. La obviedad posiblemente impacta, pero no le da al público más espacio que el de la platea, y una vez finalizada la función, no hay nada que agregar ni pensar ni debatir. Así, señora torturada que continúa junto a su torturador que, además, conoce el destino del hijo de ella y sigue incidiendo en su desaparición, es un asunto cerrado que el espectador recibe y se lleva a casa sin modificación alguna. Buenas noches y gracias por haber venido. Cuidado con la escalera.
Lamentablemente, Daños colaterales es el equivalente al combo de un fast food: se presenta especial y completo, pero llena mucho, alimenta poco y, con el paso del tiempo, te tapará las arterias.
Es insoslayable relacionar este texto con la actual actividad de su autor, porque Roberto Cossa es presidente de la Fundación Somigliana, esta tiene a su cargo la dirección artística del Teatro del Pueblo, y este alberga la obra de Cossa. Si ningún otro miembro de esa fundación reparó en esa –como mínimo– desprolijidad ha de ser porque esos 10 660 días nos llevaron de la ilusión patriótica al sálvese quien pueda en el que todavía vive demasiada gente. Vale también recordar que Roberto Cossa preside asimismo Argentores, cuestionadísima institución por muchos autores que la consideran secuestradora de derechos, torturadora con su burocracia y bastante represora con quienes no forman parte del establishment. Una pena que al dramaturgo se le haya escapado el material que tiene a mano para mostrar en una obra de teatro cómo siguen vivas las miserias y los horrores de la dictadura en las estructuras que se niegan a democratizarse.
Lucho Bordegaray
La ficha artística y técnica y la información de las funciones de esta puesta de Daños colaterales las encontrarás actualizadas en http://www.alternativateatral.com/obra26694-danos-colaterales