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Roberto  Goijman

Por Roberto Goijman

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Nació en la ciudad de Buenos Aires en 1953. A los 21 años aparece en las listas de la “Triple A” y pasa a la clandestinidad. Se exilia en 1976 perseguido por la Dictadura Militar.
Organizador de Encuentros literarios, difusor de la Poesía Patagónica. En 1997fue destacado por la provincia del Chubut por enriquecer a las Letras Chubutenses. Director de Ediciones Patagonia.

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Atraso


05.11.2014 12:45 |  Goijman Roberto  | 

De vez en cuando alguien en cruce de saludo suele preguntar, y por lo general esto sucede caminando en la calle o en ascensor público, son esos encuentros esporádicos con gente conocida o viejas amistades, no hablamos de las viejas chusmas de barrio: -¡y cómo vas? Y grande es la sorpresa de ese otro cuando le contestan, -bien pero con atraso. Es ahí cuando la respuesta no se hace esperar, -¡Atraso? No me digas que… -y la cara de pregunta formal y obligada para quedar bien se transforma en mueca de sapo o sorpresa de malabarista ante la posible sonrisa; claro todo depende de si uno pone mirada de preocupación o de “se igual, se me igual” como hecho natural, o sino ese: “venga o no, me da”. Siempre con voz descarnada para definir bien la pregunta y quede así atrapada en ese hueco de boca abierta la Lengua y sin respuesta… La necedad puede decir, ahh!!!! No sirve tu planteo; sin embargo confieso como falso ese dilema, como ese “Ser o no ser”…
Hace ya tiempo, unos diez años, el poeta Elvio Romero, hablando café de por medio en el bar de H. Yrigoyen esquina La Rioja, y luego de recordar viejas traducciones clásicas, me dice:
-Esa traducción está mal hecha, pesimamente traducida.
Yo sorprendido, sacudo la cabeza como quién quiere respuesta.
-Que es “Ser o no ser, esa es cuestión?” Lo correcto sería: Ese es el dilema, o ese es el problema, cuestión va como disyuntiva, pero no.
Entonces ante una pésima pregunta, va el Ser o no ser y su dilema, y vale ese Atraso con mayúscula. La formalidad hace que no se atrevan a preguntar: atraso de qué, y se piense inmediatamente con un esquema morboso de que hay embarazo en puerta, y ante esa mínima posibilidad va la sonrisa o el gesto de preocupación.
Mi madre, cuando caminaba por el barrio de Villa Crespo, en esa época que todavía allí vivía Juan Gelman o D`arienzo, de repente se solía parar a saludar y largaba un…
-Te felicito, así que estas embarazada, -y por ahí… la respuesta era: -No, para nada doña Juana, y mi madre retrucaba, -si mijita lo estas, hay que verte caminar para darse cuenta. Y la confirmación venía a los pocos días: -Sabe Juanita, ando con atraso, -y no querida no es atraso, cuando vayas al doctor él te va a decir. -Y entre pitos y flautas, mi madre media bruja, acertaba.
Una de mis hijas, anda tras los partos naturales, esos que sin goteo o anestesia reivindican el nacimiento en la casa y de la mano de la partera, así nacieron sus dos hijos, ambos recibidos por su padre; y hoy, mientras las obras sociales o el estado gastan miles de millones de pesos en los sanatorios por cesáreas generadas o atención vip, todavía los grupos que activan por los nacimientos en forma natural, esperan algún tipo de reconocimiento. No sólo no existe apoyo a esta clase de reivindicación, sino que desde el mismísimo Congreso de la Nación, unos diputados han querido cercenar el derecho a determinar en las personas qué tipo de nacimiento desean para sus hijos.
Más allá de si es viable o no, esta alternativa como otras tantas, nos vuelven a los orígenes; lo concreto es que nunca hubo tantos nacimientos con cesárea como en los últimos años, la que ha generado en las arcas privadas cifras exultantes. Es que la rapidez, el bienestar momentáneo o el no querer sentir dolor, hablamos del dolor de parto, del que genera la vida por la vida, y no del llanto del nacer, se ha enquistado confusa y prejuiciosamente en la sociedad, que los hábitos de complicidad son hechos corriente; y aquí es donde ese “Ser o no ser” equivale a la cuestión, al dilema de determinar qué es lo mejor, y lo correcto cuando está en juego nuestro cuerpo, o para ser más exactos, permitir que la corrupción avance de tal forma hasta afectar lo medular.
Bueno sería que así como uno acierta en forma rápida a través del test de embarazo, haya un estado que salvaguarde a las madres el derecho a determinar qué tipo de parto desean, y por el otro, evitar que la cesaría sea un simple y cotidiano hecho, cómo si fuese una fiestita de cumpleaños.

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