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Rosa Oviedo

Por Rosa Oviedo

 Profesora de lengua y literatura. Crítica literaria. (UBA)

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Hoy una dedicación para compartir.Murió Omar Cao uno de nuestros emblemas poéticos sin fronteras

 
Hoy una dedicación para compartir.Murió Omar Cao uno de nuestros emblemas poéticos sin fronteras

30.09.2019 14:41 |  Oviedo Rosa | 

 Un día lo fui a visitar, uno de los tantos días (afortunadamente),  después de un rato de charla me dice - ¿Sabés lo qué me está pasando? Me levanto, me miro en el espejo y me veo otro, totalmente desconocido y pienso “me siguen leyendo, siguen leyendo a este viejo, todavía”. No se preguntan si tengo algo para decir, me leen.

Ante eso, decidí comenzar a escribir sobre el tema a modo de ensayo. Sin comentarle nada. La idea era una vez finalizado y regalárselo, sin mostrarle borrador, nada. Ni permitirle una mínima sugerencia. No pudo ser. La muerte, el destino, no sé, decidió antes.

Aparece por primera vez en esta columna porque gracias a Omar conocí a Claudia.

Además a él le gustaba leer las columnas y me decía que era muy mezquina, que tenía que escribir más, no ser tan escueta como egoísta.

No quiero extenderme en el  porqué, ni en la introducción, es innecesario.

                                                 Omar Cao

                                                                                “Preguntándose en otro”

En un momento determinado o indeterminado de una vida singular aparece el otro con la palabra que parece venir de otro lugar y comienza un diálogo. Un diálogo con un espejo repentinamente considerado por el uno como deformado. Un reto de reconsideración íntima en el tiempo de los interrogantes también íntimos.

Existe un riesgo a veces imprevisto, existencial e introspectivo empujándote a entrar en tu espejo, en ese uno tan reflejado y con el riesgo como cómplice, te proyectas en otro preguntándote en ese otro interrogante persistente. - ¿Quién es ese otro que está en mi espejo “preferido”, ese que aparece, que no estuvo y ahora me propone un encuentro?

Ese otro comienza a introducirse en tu literatura porque te sabe: “Vivir es escribir”; “vivir con la escritura es despertarse con el asombro dentro de sí mismo y después profundizarlo en el poema”.

Desde ese presente, el encuentro no tendrá fin porque otros han entrado también sin permiso, involucrados como lectores de esas vivencias. Se agudizan las sensaciones ya que el yo (el que se creía uno) primario siente que no es interpretado. No sabe a quién leen, si al desconocido que además, según su único yo reconocido, no responde y deja que el otro lo deforme ante sí y ante los otros. No es fácil ser yo y otro, ser yo para sí y ser otro para otros en otro. Es un verse deformado en apariencia porque comienza a estar seguro de que en ese insignificante riesgo se instaló otra intensa e inesperada profundidad de identidad.

El conflicto aumenta, la decisión a tomar no es fácil, entonces se sumerge no en una vida íntima, secreta, sino a modo de seguir preguntándose en otra dimensión en la que se va aceptando. Se traduce como otro en una búsqueda, va planteando y dejando un transcurrir.

Permite el comienzo de una preocupación extrema por la presencia del otro. Continúa aceptando el riesgo. La duda de la duda lo remite al interrogante de de su esencia y existencia.

No sabe si sus receptores inconscientes e inmersos en el otro podrán resolver los interrogantes. Va descubriendo que está “constituido” en ese otro y cuando se detiene mirándose, re-viéndose, se re-descubre en huellas de tiempo en la contemplación del tiempo.

Percibe como en una casa tomada que otro ocupa sus diálogos, sus líneas y versos contestando y contestándose. La palabra estaba y está. Percibe su escritura y el otro la repite para otros.

Se descubre como sujeto físico, escritor social en un mundo de otro sujeto social, físico y escritor imaginario.

En el conflicto se atreve a pensar que esa “deformación” podría ser producto de diversas interpretaciones, fragmentos o lecturas que nunca hubiera pensado.

Apoyado, inclinado frente a su espejo “preferido”ve a uno y se proyecta en otro, no distingue aún en lo más natural, lo extraño. Por momentos el reflejo le devuelve la imagen conocida, la palabra poética propia, en otros recibe la perplejidad con la proximidad del otro.

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