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CARNAVALES Y PARODIAS

 Nos enojamos, cada tanto, y echamos con estribillos a toda la dirigencia política. Pero las PASO demuestran que no se va nadie. Y los que se habían ido, de casualidad, ahora vuelven.

24.06.2013 09:27 |  Giménez Manolo  | 

En un tiempo donde no abundan los pensadores originales e independientes, el nonogenario polaco Zygmunt Bauman -con su cada vez más verificable teoría de la "modernidad líquida"- se ha convertido en un refugio contra la estupidez global. 

Este breve homenaje pretende justificar una cita baumiana, que viene muy a cuento del escenario que ofrecen las próximas elecciones en la Argentina. Un escenario aparentemente normal, si no tomáramos en cuenta las cíclicas expresiones de indignación que inundaron las calles de las principales ciudades del país desde 2001.

Porque al repasar los nombres en danza, luego de presentadas las listas de candidatos, cuesta pensar que no hayamos ido a reclamar con la factura del "que se vayan todos" o de aquel "salvemos al campo" de 2008, entre otras consignas aparentemente irreductibles, a quien y a donde corresponda.

Pero vamos a la cita en cuestión. En un artículo reciente, Bauman se refiere a los “movimientos de indignados” definiéndolos como una “explosión de solidaridad” que, como todas las explosiones, "son repentinas e impactantes, pero también de corta duración". A tales movimientos, Bauman les adjudica una condición que sobrevuela sus particularidades locales: la de ser, por lo general, “carnavales de solidaridad”.

Tomando una expresión del filósofo ruso Mikhail Bakhtin, Bauman subraya que dichos carnavales "son pausas en la monotonía de lo mundano, que traen consigo un alivio momentáneo de la rutina cotidiana todopoderosa, abrumadora y asquerosa. Suspenden la rutina, la declaran nula y vacía. Sólo mientras duran los festejos. Una vez que se agota la energía y cede la exultación poética, los juerguistas retornan a la prosa de lo cotidiano".

Y agrega: "La rutina necesita carnavales periódicos como válvula de seguridad para aflojar la presión. Cada tanto, es necesario descargar las emociones peligrosas, drenar la mala sangre, soltar la aversión a la rutina para que su poder debilitante y neutralizante pueda restablecerse".

Nuestro pensador, en suma, invita a entender las protestas más como una catarsis colectiva que como una construcción solidaria con proyección política, ya que las probabilidades de la solidaridad "están determinadas menos por las pasiones y la batahola del "carnaval" que por el silencio de la rutina desapasionada".

Ni más ni menos. Pues aún en el caso que no haya mucho que hacer en las listas del oficialismo, tomando en cuenta la digitocracia presidencial, ¿cómo es posible que no hayamos producido, después de tanto coordinar acciones en la red, candidatos que hagan de estas PASO algo, por lo menos, acorde al mensaje explícito de nuestras espasmódicas rebeliones?

Pensemos que, entre los candidatos "críticos", figura el economista fashion Martín Lousteau, aquel irresponsable ministro de la primavera cristinista que impulsó la resolución 125, por la que debutaron las protestas callejeras masivas en la era K. O Domingo Felipe Cavallo (cobijado por los opositores hermanos Rodríguez Saá), figura emblemática del modelo neoliberal que, al estallar bajo el gobierno delarruísta, produjo lo que las crónicas denominan el Argentinazo,

Pero el inefable "Mingo" no está solo en la provincia de Córdoba. Uno de sus ahijados más expuestos, Juan Schiaretti (el otro era Néstor Kirchner), figura en primer término como candidato a diputado nacional del delasotismo. Como se recordará, Schiaretti se desempeñó en puestos no del todo menores bajo el menemismo: secretario de Industria y Comercio e interventor federal en Santiago del Estero, luego de la revuelta popular del 16 de diciembre de 1993.

El peronismo opositor salteño, por su parte, lleva como primer candidato a senador a Juan Carlos Romero. Para no ser menos, el kirchnerismo santafecino postula a Jorge Obeid, y los radicales a Horacio Massaccesi (Río Negro), Angel Rozas (Chaco) o a Eduardo Brizuela del Moral (Catamarca). Es decir, muchos de los ex gobernadores que conformaron la era aludida en el "que se vayan todos" del 2001.

Para colmo de males, una de las expectativas más fuertes para encabezar la nueva era política pos K estaba depositada en la figura de Daniel Scioli, un ex diputado menemista devenido en parte del gabinete de Rodríguez Saá y Duhalde, más tarde vicepresidente de Néstor Kirchner y, finalmente, gobernador oficialista de la Provincia de Buenos Aires, Y esto, increíblemente, era "lo nuevo" que deseaba gran parte de los argentinos. Si se iban todos en 2001 o 2008, convengamos en que Scioli no era de los que pasaba fácilmente el filtro.

"¿Quiere solidaridad? -nos interroga Zygmunt Bauman- Entonces, enfrente y acepte la rutina de lo mundano; con su lógica o su inanidad, con los poderes de sus exigencias, órdenes y prohibiciones. Y mida sus fuerzas con los modelos de los quehaceres cotidianos (…)".

No está nada mal el consejo. Porque de nada sirve alentar nuevos "carnavales" callejeros o cyberespaciales -dicho con el mayor respeto por alguien, como yo, que ha participado en todas las movilizaciones opositoras y mantiene debates, a diario, en el facebook- si pensamos seguir haciendo lo mismo de siempre al otro día.

Las próximas PASO demuestran que lo nuevo no está en los grandes aparatos electorales. En una de esas, ha llegado el momento no delegar más las tareas políticas pendientes (que son millones) y empezar a construir, con nuestros acotados medios y espacios territoriales, los espacios de la solidaridad real y posible. Porque tal vez lo nuevo está sólo en nosotros.





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