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El difícil camino del pensamiento propio

 Mario Diament creó un texto tan valiente como sensible, tan sereno como determinado, y con él nos pone en medio del interminable enfrentamiento entre palestinos e israelíes. Pero no habla sólo de ellos.
 El difícil camino del pensamiento propio

16.08.2013 10:52 |  Bordegaray Lucho  | 

Londres, 1978. Dos jóvenes azafatas israelíes son víctimas de un atentado terrorista perpetrado por dos jóvenes palestinos. Una de ellas muere en el ataque; la otra, Yael, aunque herida, sobrevive y continúa con su vida. Uno de ellos muere en el ataque; el otro, Jazán, sobrevive en una cárcel su condena a cadena perpetua.
Años después, veintidós para ser exactos, Yael va al encuentro de Jazán. Ella va con más dudas que certezas, hasta podría decirse que con más desazón que sueños. Pero va. Quiere escuchar los motivos que tuvo él para dispararle. Quiere escuchar.
El encuentro tiene lugar en la cárcel. Pero ¿es posible el encuentro cuando la guerra no terminó ni parece que vaya a terminar? ¿Es posible el diálogo entre la víctima y su victimario? No es fácil ni amable, pero es posible. Y es muy posible cuando ni una ni otro están pensando que el otro les debe algo. Porque se puede ser víctima, claro está, pero nunca la víctima es sólo una víctima –de hecho, Yael es también madre, trabajadora, militante por la paz, etc.– ni el criminal es sólo un criminal. 
Rápidamente vemos que esta mujer no está haciendo caridad ni buscando venganza. Ni mucho menos anda desparramando perdón. Nada de eso: ella busca entender para intentar que la ola de mutuo recelo y odio no la arrastre. Y por no ser piadosa ni sanguinaria ni santa es que ella puede mostrar en sí misma la profunda belleza de la humanidad, esa belleza que no escapa al dolor, a las contradicciones, a la incertidumbre; esa belleza que no disimula el mal ni maquilla su sufrimiento. Y así como las certezas pueden cerrarnos al otro, las dudas se esparcen y nos acercan.
¿Que una de las partes es más débil? Sin dudas. ¿Que la situación se explica también por la injerencia de terceros? Por supuesto. ¿Que los intereses para que todo permanezca igual son muy fuertes? También. Y no menos cierto es que Yael y Jazán han sido criados en el odio mutuo. Pero nada de eso puede condicionar necesariamente a todos los individuos involucrados. Nada de eso obliga al odio ni mucho menos a la venganza. Aunque los propios no lo comprendan ni lo acepten porque no pueden correrse del lugar en el que aprendieron a reaccionar, es decir, no han logrado hacer un pensamiento propio.
Si bien es patente el conflicto en el que se basa y al que tiene por marco este relato, la mirada de Mario Diament no se agota en esa realidad, pues al ahondar en los fundamentos humanos de la permanente confrontación nos invita a sospechar lo que se desata cuando nos corremos del lugar de nuestros derechos (no para perderlos, sino para poder argumentar y avanzar por fuera del propio mérito). Algo que entre nosotros está a la orden del día: todos buscamos ampliar nuestra base de derechos, pero si eso implica conflicto, aparecerá un otro al que se lo catalogará como enemigo.
El director Daniel Marcove pone en escena este valioso texto con austeridad, tensando tiempos y espacios como si no quisiera darle descanso al público, de manera que nos sintamos también urgidos y apretados por este relato que, como acabo de decir, nos toca a todos en tanto hay un otro que nos genera conflicto. Ese otro que muchas veces, visto desde el otro lado, somos nosotros mismos. 
Lucho Bordegaray
 
La ficha artística y técnica y la información de las funciones de esta puesta de Tierra del Fuego las encontrarás actualizadas en http://www.alternativateatral.com/obra27770-tierra-del-fuego
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