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Un método peligroso

 Otra vez, los mismos que simpatizan con Barrick y Monsanto, colocan todas las fichas de su política exterior en la pelea ambiental con nuestros vecinos. Hipocresía y cortoplacismo.
 

07.10.2013 07:22 |  Giménez Manolo  | 

¿Por qué aparecen los criterios socio ambientales del Gobierno nacional sólo cuando se trata de las pasteras radicadas en Uruguay? ¿Por qué no se presentan las mismas resistencias y argumentos cuando se presenta en empresas como Barrick Gold, Monsanto o Chevron, cuyo despliegue en territorio argentino viene acompañado, casi siempre, de antecedentes y denuncias de impacto ecológico severo?
 
Se dirá que las pasteras no reportan ningún beneficio a la economía argentina, como si lo hacen (supuestamente) las empresas mencionadas, cuyos montos de inversión aparecen siempre con cifras tan rutilantes como los nuevos puestos de trabajo que generan (aunque, hasta el momento, no han aparecido ni unas ni otros).
 
Posiblemente, en términos puramente de caja, el criterio no sea del todo incorrecto. Pero la estrategia de un país no se mide en términos puramente de caja, sino en términos de su desarrollo a largo plazo. Y este objetivo, en Argentina, sólo puede ser alcanzado con políticas de convivencia e integración regional. Esto es, con la construcción política que permita reunir las partes de la balcanizada Nación Iberoamericana.
 
Esto cobra especial relevancia en un tiempo donde se proyectan en el mundo grandes megabloques comerciales y productivos -el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) o la anunciada Unión Atlántica, que conformarían Estados Unidos y la Comunidad Europea-, como instrumento estratégico para emerger de la profunda crisis que afecta al capitalismo dominante en estos días.
 
La Unión Sudamericana
 
Una experiencia interesante, para recuperar la estrategia regional de desarrollo, es la que puso en marcha el gobierno de Juan Domingo Perón entre 1950 y 1955, cuando se crearon los Consejos de Unión Económica Nacional, a fin iniciar negociaciones bilaterales con Estados vecinos, orientadas a la integración. Desde allí, no sólo se impulsaba la negociación de pactos bilaterales sino que sirvió, también, para denunciar el intercambio desigual o promover la defensa de la autodeterminación y la no intervención en los asuntos domésticos.
 
Perón ponderaba, como tránsito inexorable hacia los grandes espacios económicos, los procesos de integración que, así como habían permitido el surgimiento de los Estados nacionales al superar los particularismo feudales, permitiría a estos últimos construir lo que llamaba "la etapa continentalista". Este último proceso, según su criterio, se estaba gestando especialmente en Europa y América del Sur.
 
Para que prosperase el Experimento Comunitario Austral -como se le denominó-, en 1950 el gobierno argentino intentó, con relativo éxito, poner fin a la antigua rivalidad con Brasil, cuyos orígenes databan del siglo XVI. De este modo, el plan se proponía vincular en el cono sur  americano -a través de Brasil, Argentina y Chile-  el centro, el Atlántico y el Pacífico, con el fin de crear un bloque con una mayor cuota de autonomía en sus decisiones, que le permitiera negociar en mejores condiciones su participación en el hemisferio.
 
El caso uruguayo
 
Como se ha dicho muchas veces, Uruguay es hijo de la derrota de la Confederación de José Artigas. El Estado uruguayo nace en 1828, resultado de las hábiles maniobras de Lord John Ponsonby, embajador inglés en Buenos Aires, quien imaginó a la Banda Oriental como Estado tapón entre Argentina y Brasil (se dice que, al ser creado el Uruguay, Artigas exclamó en su destierro paraguayo: “Ya no tengo patria”). Nada de lo que relacione a Brasil con la Argentina, entonces, podía hacerse sin el concurso de este nuevo Estado "independiente". 
 
En el proyecto subcontinental de Perón, al que nos referimos, las principales resistencias procedieron del gobierno uruguayo, a manos de Andrés Martínez Trueba perteneciente al liberal Partido Colorado, triunfante en las elecciones de 1950. Sin embargo, el fundador del justicialismo nunca dejó de insistir en su acercamiento al Uruguay, también por conocer aquello en que tantas veces insistió Alberto Methol Ferré: la importancia geopolítica de Montevideo, ya desde las épocas del Virreinato, por su proyección atlántica, el paso interoceánico y las Malvinas.
 
Breve renacimiento del proyecto artiguista
 
Pero, como era de esperar, el apoyo provino del Partido Blanco, heredero de Artigas y Manuel Oribe. Tanto de su principal referente, Luis Alberto de Herrera -a quien se le escabulló el gobierno por la ley de lemas, ya que había obtenido muchos más votos que Martínez Trueba-, como de Eduardo Víctor Haedo, tenaz opositor en el Congreso de su país a que se implementara la doctrina del canciller Rodríguez Larreta, que buscaba convertir a Montevideo en una base militar norteamericana apuntando a la Argentina.
 
Esta comunidad de ideas no fue olvidado por Perón quien, al impulsar el Tratado del Río de la Plata en noviembre de 1973, dijo que el próximo paso era borrar las fronteras entre los dos países. Las limitaciones del presidente uruguayo José María Bordaberry y la muerte del caudillo argentino meses más tarde, dejaron esta cuestión pendiente.
 
Un riesgo que debe ser evitado
 
La presidente Fernández de Kirchner y su impresentable canciller, Héctor Timerman, están generando las condiciones para romper definitivamente los puentes de integración con Uruguay, del mismo modo que, en tiempos de Néstor Kirchner, ocurrió con Chile.
 
No pocos analistas sostienen que, frente a la improductividad del Mercosur y las incompatibilidades con Argentina, Tabaré Vázquez (posiblemente el próximo presidente uruguayo) impulse la incorporación de su país a un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Algo que, al parecer, estaría resistiendo el actual mandatario, José Mujica (formado en su juventud, antes del ingreso a Tupamaros, en las doctrinas herreristas). 
 
De más está decir que, de esta forma, quedaría desintegrado el proceso de integración regional, empujando al Uruguay a seguir el camino que ya emprendieron Perú y Chile.
 
Datos parciales o falsos
 
La irresponsabilidad del Gobierno argentino es tal que, a fin de obtener una dosis de prestigio "ambientalista" en las duras elecciones que deberá enfrentar este 27, pone en juego las relaciones bilaterales esgrimiendo información que, de acuerdo a expresiones del ex presidente del Instituto de Tecnología Industrial de la Argentina (INTI), Enrique Martínez, es "confusa e incompleta". "Timerman presenta la información como los asambleístas quieren que se presente -subraya Martínez-. Dice la cantidad de desechos arrojados, pero no dice en qué volumen”.
 
Hay que recordar que en 2009, en el punto más álgido de este conflicto bilateral, el propio Martínez, entonces presidente del INTI, emitió un comunicado donde se afirmaba que: “Las nuevas tecnologías, como las que se implementarán en Fray Bentos, hacen que las plantas de celulosa no contaminen con cloro o que el que emite sea despreciable”.
 
Electoralismo ciego
 
Al intentar un golpe de efecto propagandístico, lo que hace la Cancillería es poner en manos de un grupo de vecinos enojados de Gualeguaychú la política exterior y la estrategia nacional de todo el país. Ya en 2006 se alentó la protesta ("Una causa nacional", dijo Kirchner) para simular un falso perfil socio ambiental, mientras se firmaba el Plan Nacional Minero en base a la legislación depredadora de los 90.
 
Es tarea de la inteligencia genuinamente nacionalista y popular poner en discusión, cuanto antes, esta cuestión. Ya que no se trata sólo de una "picardía" más del kirchnerismo, sino de una maniobra que pone en riesgo nuestro más importante proyecto como pueblo: la conformación de la Nación Iberoamericana cuyas bases crearon los Libertadores. Renunciar a este legado sería renunciar al propio destino.
 
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