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El desafío de la centroizquierda es su propia unidad. Por Javier Gentilini

 Diputado Proyecto Sur-CABA
 

20.01.2014 10:12 |  Noticias DiaxDia  | 

Las nuevas coaliciones políticas deben superar los viejos enconos y la dinámica destructiva de las rivalidades, de cara a 2015.
Si hay algo que le ha costado mucho a la Argentina, a lo largo de toda su historia, es la conjunción de voluntades políticas de diverso signo en un mismo sentido estratégico. Casi siempre se ha impuesto lo contrario: la inmediatez del interés sectorial por encima de una pluralidad de beneficios comunes a largo plazo, que sólo puede sustanciarse en el respeto a identidades específicas mientras se logra amalgamarlas en una aleación más fuerte.
El kirchnerismo, paradigmático como pocos del espíritu de facción, buscó su pretendida centralidad en luchas de competencia, subordinación y exclusión.
Por consiguiente, se reactivaron viejos enconos -que parecían ya superados- y se profundizaron las debilidades estructurales del país frente a un escenario global cada vez más complejo y amenazante.
Conscientes de esta arraigada incapacidad nacional, desde la coalición UNEN, intentamos fundar una nueva experiencia sobre la base del diálogo y el reencuentro de distintas tradiciones políticas, mancomunadas en torno a principios fundamentales que nos unen más allá de nosotros en la defensa de la democracia, la república, la ética pública y la lucha sin cuartel contra la corrupción y las mafias que degradan día a día nuestra vida en sociedad, como condiciones de partida para el logro del bien común.
Detrás de ello se colocan las legítimas diferencias de opinión, conforme cada ideología, sobre cómo abordar innumerables cuestiones; pero en ningún caso, incluso en los más controvertidos, esa heterogeneidad se puede anteponer a la necesidad de afianzar una voluntad colectiva que pueda sacar al país de la espiral descendente en la que entró hace ya casi cuarenta años.
Ahora bien, si a pesar del exitoso ejemplo de UNEN en la Ciudad de Buenos Aires, la centroizquierda argentina no hace todos los esfuerzos para marchar unida sin mezquindades ni marginamientos -como ya le ha ocurrido- y cayera en la dinámica destructiva de rivalidades endogámicas de cara al 2015, la ciudadanía se vería privada de contar con una real alternativa de gobierno frente a las promovidas variantes de más de lo mismo.
En sus principales referentes públicos, dotados de gran prestigio social y autoridad moral, está la responsabilidad de que la unidad en la diversidad de un verdadero progresismo no se convierta, a falta de suficiente fraternidad y perspectiva estratégica, en una mera expresión de deseos.
 
 
 
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