| MINISTERIO DE CULTURA
Homenajearon al folklorista Chango Rodríguez
El Ministerio de Cultura de la Nación, el Plan Nacional Igualdad Cultural y la Universidad Nacional de Córdoba realizaron un show en memoria José Ignacio "Chango" Rodríguez, un folklorista que realizó importantes aportes al cancionero popular.
29.07.2014 08:52 |
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Peteco Carabajal, el dúo Coplanacu, la dupla Orozco-Barrientos, Horacio Fontova, Roxana Carabajal, Pablo Lozano y Mery Murúa ofrecieron un espectáculo gratuito en la sala de las Américas de la Universidad Nacional de Córdoba, donde se congregaron unas 1.500 personas que escucharon las canciones más recordadas de José Ignacio "Chango" Rodríguez y compositor cordobés con motivo de cumplirse el centenario de su nacimiento.
“El amor hacia mi padre es indestructible e inmenso. Eso me lleva a que sus canciones no mueran. Quiero que su obra se difunda. Todo lo que dicen sus letras se ve plasmado en los lugares por los que transitó. Mi padre fue un pintor de aldeas, de tierra adentro. Era popular. Como él decía, pertenecía a las masas, a la gente”, dijo emocionada Claudia, la hija del Chango y La Gringa (Lidia H. M. Bay), o Becho y Becha, como ella los llamaba cariñosamente.
La sensibilidad y la fortaleza fueron dos de los pilares que encarnó Rodríguez. Parte de sus temas se convirtieron en clásicos, como “Luna cautiva”, compuesto durante los cuatro años que estuvo preso (1963-1967), acusado de homicidio, cargo por el que luego fue indultado y puesto en libertad. Esos versos abrieron el recital, en la voz de la cordobesa Mery Murúa, acompañada en guitarra por Horacio Burgos.
Con gran alegría, la intérprete cedió el escenario a Horacio Fontova, quien a puro aplauso chacarero, cantó y tocó con su guitarra “Del mote”. Seguido, capturando y demostrando el humor, propio del Chango, entonó “El mundial”. El concierto recién comenzaba y la gente acompañaba cada tema. Luego, el “Negro” anunció a los mendocinos Orozco-Barrientos y se sentó, junto con Murúa y Burgos, en los sillones dispuestos al costado: cual peña, los esperaban unas empanadas y vino.
“Marea del estudiante” fue el primero de los temas que interpretó el dúo. El Chango compuso esta canción para Santiago Pampillón, asesinado por la dictadura de Onganía. De hecho, en gran parte de su repertorio, el folklorista expresa su motivación por crear canciones atractivas para la juventud.
Pisando fuerte sobre el escenario y con una cuota de rock and roll, se sumó al punteo de “Tilín” Orozco la guitarra de Fernando Barrientos, para dejar sonar “Camino del arenal”. Mientras tanto, en el living y entre el público, la admiración se plasmaba en los paisajes que describen las letras.
Luego, el dúo entregó el micrófono al cordobés Pablo Lozano. Pala pala fue el ritmo de la canción que cantó “La cola dura”, que manifiesta esa picardía tan característica del Chango. También entonó “Noches de carnaval”, con aires bolivianos y ritmo taquirari, tierra que Rodríguez conoció.
Santiagueños de nacimiento pero cordobeses por adopción, salieron a escena Roberto Cantos y Julio Paz, el dúo Coplanacu. Tocaron “De Simoca”, otra de las canciones del artista nacido en 1914 y fallecido en 1975, que recorre geografías y paisajes, esta vez, de la provincia de Tucumán.
Tanto desde el escenario como desde las butacas, las voces acompañaron el estribillo de este clásico del folklore. Como comentó Paz, “esa zamba se canta sola”. “El chango fue una caminante, un hombre que ha andado mucho, pero ha andado lento, marcando su sensibilidad siempre a corazón abierto”, evocó el integrante de Coplanacu, al tiempo que advirtió que, en estos últimos años, el Chango “ha estado medio olvidado”.
Si bien las canciones del cordobés son populares, no se conoce tanto su autoría, como es el caso de la siguiente chacarera que cantó el dúo, “Corazón santiagueño”. El público celebraba: los pasillos de la sala se transformaron en pista de baile.
Y en pleno clima de peña, llegó la segunda canción de Mery Murúa, quien, junto con Burgos y Paz, interpretó la zamba “De mi madre”. Agitando sus pañuelos amarillos en el calor de la noche, se sumó a la pista una pareja de bailarines.
Otra santiagueña que rindió tributo a Rodríguez fue Roxana Carabajal, quien, desde chica, escuchaba sonar en la radio de La Banda “Chumau´i cantar”, la chaya que entonó anoche. El elenco de artistas se completó con Peteco Carabajal: ovacionado por el público, tocó la chacarera “La mendinga”, acompañado en guitarra por Homero.
Luego, a modo de “Segunda vuelta”, regresaron a los micrófonos Los Copla y Murúa para dejar andar la chacarera “La mayor”. También Fontova retornó con “Zamba de mi guitarra” y Orozco-Barrientos, con “Serenata del estudiante”. Coplanacu reanudó con la chacarera “La Refranera” y, a continuación, se proyectó un video del propio Rodríguez, en el momento en que fue liberado de la Penitenciaría. Su voz enmudeció la sala. Sus palabras expresaban su profundo agradecimiento a amigos y familiares.
Entre empanadas y vino, con un teatro colmado como escenografía, irrumpió la chacarera “La patrulla”, de la mano del “Negro” Fontova y “Tilín” Orozco. Pero la chaya no se quedó atrás: Roxana Carabajal regaló “Flor de jazmín”. Peteco interpretó “De Alberdi”, que describe el barrio donde vivió el Chango. “Las letras están cargadas de significados. Son pilares fundamentales que nos han nutrido y continúan haciéndolo”, explicó Carabajal e invitó a Lito Soria, del grupo Los de Alberdi, presente en la sala, a subir al escenario para compartir la canción. De pie, el público aplaudió el reencuentro.
El ritmo de “Chacarera de las Ponce” sonó por los Copla y Fontova, quienes dieron paso al final: todos los artistas se acercaron al proscenio para entonar “Vidala de la copla”. El público de pie pidió un bis y retornaron los acordes de “Luna cautiva”.
Durante el concierto, en una pantalla gigante de alta definición, se proyectaron fotos y videos de archivos. Y todo el país pudo disfrutar el espectáculo en vivo y en directo a través de 360 TV (canal de la Televisión Digital Abierta).
Uno de los folkloristas más importantes de la Argentina, hombre simple pero temperamental, el Chango supo nutrirse de la bohemia de los años 30 y, en materia musical, fue un visionario, interpretó todas las variantes del folklore e inventó otras. Para él, “el mundo se mueve al compás del ritmo”, un sonido que, plasmado en sus letras, hoy sigue vigente.