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En lugar de lápices, el PRO sólo ofrece espejitos de colores. Por Virginia González Gass

Legisladora porteña por el Partido Socialista Auténtico (PSA, en FA-UNEN).

22.08.2014 07:44 |  Noticias DiaxDia  | 

Luego de dos años de intentos fallidos, el gobierno de Mauricio Macri logró robarle el futuro a nuestros hijos. La creación de este nuevo órgano de evaluación educativa habilita formas solapadas de corrupción, un esquema discriminatorio de estudiantes y docentes, y la búsqueda de la restauración de aquellas políticas neoliberales que desguazaron la educación pública en los años noventa.
Sólo le cambiaron el nombre al criticado Instituto. La nueva Unidad de Evaluación de la calidad y equidad educativa, descentralizada y con personería jurídica propia, dejará en el libre flujo del mercado el diseño y la planificación del sistema de enseñanza en la Ciudad.
Conforme a los dichos de la diputada informante de la Comisión de Educación, Victoria Morales Gorleri, este modelo recupera experiencias de otros países. Es cierto. Se copian los casos de México, Colombia y Chile y, con ello, la búsqueda de aplicar las recomendaciones de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) diseñadas según criterios tendientes a mercantilizar la educación, favorecer la entrada de actores empresariales, establecer normas de competencia y declinar las condiciones de equidad.
En la práctica, son todos países con TLC (Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos), cuyas políticas unilaterales rompen con los acuerdos regionales que apuntan a la integración de la región latinoamericana. El sistema chileno propone un régimen piramidal que anula el carácter gratuito de la enseñanza y limita el acceso a la educación superior. De la misma miga es la reforma de que en 2013 impulsó Enrique Peña Nieto en México. Esa ley fue votada en los salones de una empresa privada por la alta conflictividad que impedía sesionar al Congreso mexicano.
Así las cosas, este jueves la educación pública y gratuita en la Ciudad de Buenos Aires retrocedió a la década del noventa para aplicar una ley propia del neoliberalismo a ultranza. Esta norma poco tiene de integral. Es integrista y atávica. Fortalece la figura de la educación privada y la consolidación de instituciones confesionales, con tarifas subsidiadas en detrimento del financiamiento de entidades públicas y gratuitas.
En este órgano descentralizado con injerencia privada se reemplaza el Directorio por la figura -sin capacidad de actuación- de un Consejo Consultivo, y desdibuja la potestad resolutiva del Ministerio de Educación, dejando actuar libremente a los lobbies empresarios dentro de un ente descentralizado.
Por otra parte este sistema descentralizado promueve la jerarquización de instituciones y establece un carácter punitivo, cuyo paso siguiente será impulsar la NESC (Nueva Escuela Secundaria de Calidad), por la que desaparecen de las currículas materias troncales y bachilleratos orientados.
El legislador del PRO Iván Petrella argumentó que esta norma elimina el “autoengaño”. Desde este realismo mágico el macrismo intenta construir un imaginario de calidad cuya retórica promueve otro engaño maquillado, y tras él formas de corrupción en sus diversas expresiones.
Macri busca privatizarlo todo y, con ello, la vida de los ciudadanos. Los vientos de la Ley Federal de Educación llegan por una cartera sensible que viene sufriendo recortes sistemáticos. Cabe destacar que mientras bajó un 1,63 % en la participación global del Presupuesto 2014, el PRO aumentó en un 65 % los fondos para el área de Evaluación. Mientras tanto el ministro Esteban Bullrich sigue vaciando su cartera y oculta la información de su gestión construida con paredes de durlock, aulas containter y 17 mil estudiantes expulsados por el sistema de inscripciones on-line.


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