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Marihuana: intimidad perseguida
30.09.2014 11:46 |
Noticias DiaxDia |
La despenalización del consumo de marihuana es, sin dudas, uno de los temas más controvertidos de la actualidad. A través de la construcción de estereotipos, prejuicios y por supuesto una cuota justa de hipocresía, es que algunos políticos y medios de comunicación intentan cercenar el debate en torno a qué hacer con el consumo de marihuana. Lo cierto es que la estigmatización de los consumidores de sustancias ilegales no es algo que deba su estricta consolidación a este siglo. La persecución, criminalización y estigmatización de los consumidores se desarrolló y consolidó a lo largo del siglo XX. El consumo fue asociado irrestrictamente a la delincuencia y el delito. La construcción cultural de los consumidores de drogas, condenados a vivir en los márgenes de la sociedad, sólo amplió la brecha de desigualdades y clausuró la discusión acerca de lo que cada quien decida hacer en el ámbito de su vida privada. Creemos en la necesidad de volver a encontrarnos con el otro. De poder interactuar, comunicarnos, compartir espacio y tiempo con los demás. En la búsqueda de reconciliarnos con nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Por eso es necesario trabajar en despojarnos de esos prejuicios y esos estereotipos, para que a través del encuentro con el otro hagamos más rica y más feliz nuestra vida en Buenos Aires. Porque creemos en la necesidad de mejorar las leyes, los espacios, los tiempos de nuestra vida diaria para poder vivir con mayor libertad. Y es imposible pensar en la construcción de libertades individuales y colectivas sin dar algunas discusiones. Cuando hablamos de hipocresía con respecto a la marihuana, lo decimos porque nos enseñaron qué estaba mal, qué era lo que no había que hacer. Porque a cada quien desde uno u otro lugar el prejuicio le hizo mella. Porque nos enseñaron a vivir en una sociedad en la que el dolor pareciera no estar permitido, en donde se consumen psicofármacos como caramelos y nadie se escandaliza. En donde los pibes llegan a las guardias con coma alcohólico; que a la vez es publicitado y promocionado como aquello que va a hacer que por fin alguien se interese en nosotros o que nos ganemos el respeto de tal o cual persona. Entonces las pastillas y el alcohol se convierten en el mejor mecanismo con el que podemos excluir lo que no nos gusta de nuestras vidas o sentirnos un poco mejor. Estos son dos de los eslabones de una maquinaria de consumo, no solo de drogas legales sino de cualquier tipo de producto, en que poco importa lo que realmente nos sucede y no hace más que generar nuevos mecanismos de exclusión. Y si ligamos nuestro bienestar y nuestra felicidad al consumo de algo, claramente estaremos lejos de alcanzarlo. Porque vivimos en una sociedad que amanece consumiendo Prozac y se va a dormir tomando Rivotril. En donde tomar alcohol y consumir psicofármacos no escandaliza a nadie. En donde están naturalizadas las formas del deber ser y poco importan los que eligen otros modos de vivir sus vidas. En donde hay pibes que marchan presos por consumir marihuana. Y cuándo si no ahora, un momento en que el Estado centra sus políticas en la ampliación de derechos de todos y todas, hay que poner en discusión la despenalización del autocultivo del cannabis. Porque es el Estado quien debe trabajar para garantizar el derecho de todos los ciudadanos a vivir su intimidad como cada uno lo elija. Es por esto que presentamos en la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires un proyecto que apunta a generar mecanismos de regulación del cultivo de marihuana. Haciendo hincapié en cuatro ejes: la prevención, el tratamiento, la rehabilitación social y la regulación del mercado. El proyecto apunta a la creación de locales comerciales, que se ajusten a las normas previstas en la legislación comercial de la ciudad, que expendan semillas para el autocultivo de marihuana. El objetivo es, no sólo proteger la intimidad de cada quien y garantizar el derecho a vivir sin ser perseguido o estigmatizado por consumir marihuana, sino a generar mecanismos que permitan terminar con el negocio que hay en torno al consumo de drogas. Porque la energía debe estar centrada en el combate contra el narcotráfico y no contra los consumidores. Porque el verdadero delito lo cometen aquellos que utilizan a hombres, mujeres, pibes y pibas como esclavos de un negocio que mueve no sólo influencias sino miles de millones de dólares en todo el mundo. Que genera más violencia y exclusión. En relación a la propuesta la diputada Gabriela Cerruti dijo que es momento de dar dos grandes discusiones, la despenalización del aborto y la del consumo personal de marihuana, porque corresponden a lo que cada uno hace en su intimidad. “Dejemos de lado la hipocresía, empecemos a hablar de todas las drogas, de lo mal que le hacen a la sociedad las drogas legales”. Y también aseguró que es momento de “sincerar los debates en la sociedad y llamar a las cosas por su nombre”. Es necesario volver a discutir las formas de ser a las que nos acostumbraron. Replantearnos nuestra forma de vida, lo que consumimos, el automatismo con el que se resuelven algunas situaciones a través de una pastilla o del consumo de alcohol. Y rever los propios prejuicios que se generan en torno a los que eligen otra forma de vivir su vida. Necesitamos reencontrarnos en las plazas, en los parques, en la puerta de la escuela de nuestros hijos, en el barrio. Desandar los caminos del miedo, saber que podemos vivir tranquilos en nuestra ciudad, y eso sólo es posible encontrándonos con los otros. Apropiándonos de nuestros espacios. Porque es posible vivir en una ciudad mejor, en donde cada uno tenga el derecho de realizar lo que lo haga más feliz en el ámbito de su vida privada. Pero es necesario romper nuestros propios prejuicios para poder transformar nuestra realidad y vivir más tranquilos; con mayor libertad e inclusión.