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Cuentos y poesías de Nora Coria

30.01.2017 06:12 |  Noticias DiaxDia  | 

Nora Coria, escritora nacida en Buenos Aires, profesora en Castellano y Literatura; dirige
el “Taller literario Identidad-Literatura en acción”, proyecto cultural inclusivo e itinerante para la
promoción de la lectura y el desarrollo de la expresión literaria, que ha sido premiado por la Unión
de países por la paz, organismo con consultoría en la O.N.U.
Libros publicados: Versos Vitales (2012) e Identidad (2013). Cuentos y poemas de su autoría
integran más de diez antologías por haber obtenido premios, entre ellos desde el Consejo General
de Cultura y Educación de la provincia de Bs. As., las Secretarías de Cultura de los Municipios de
Berazategui, Chacabuco y Tres de Febrero, el Museo Biblioteca del Tango de Ituzaingó, el Sitio
cultural Gardel BAs, la Asociación Tango al Mundo, la revista Guka auspiciada por la Biblioteca
Nacional Argentina, la ONG noalamina.org (Esquel, Argentina).
Ha sido jurado en diversos certámenes literarios nacionales e internacionales.
Textos de su autoría son publicados en Argentina, Chile, España, Uruguay, Colombia, República
Dominicana y otros países hispanohablantes.
Blog www.noracoria.blogspot.com. Contacto noracoriabreg@hotmail.com

MIRADAS DE SAL.
Premiado por Consejo General de Educación de la Provincia de Buenos Aires (antología
“Palabras de maestro”).
Premiado por la ONG noalamina (Esquel).
Mención especial Certamen nacional Municipalidad Tres de Febrero (antología “Premio nacional
Tres de Febrero”).
Mención de honor en Jornadas de Arte y Política, por la Universidad católica de Santiago del
Estero.
Seleccionado por Ministerio de Educación de la Nación y publicado en su Revista cultural “El
Monitor” (distribución en todas las escuelas públicas y privadas de Argentina).

“MIRADAS DE SAL”
“Cielo arriba de Jujuy, camino a la Puna me voy a cantar”
M. J. Castilla

Toma la ruta 52. Deja Purmamarca con la ilusión de que las Salinas Grandes, que lo
convocaron desde una revista, lo deslumbren cuando las conozca verdaderamente, en
todo su esplendor. Algo leyó sobre el trabajo en las minas de sal y no estaría de más ver
qué hace allí esa gente.
Va como siempre, en plan de turista independiente. Auto alquilado, cámara fotográfica,
mapa rutero y unos llamativos e inútiles folletos. Un paisaje surrealista espera a quien allí
se encamina, y unos ojos mucho más profundos que los pozos en la sal confían en
encontrarse con los suyos.
Transita la Cuesta de Lipán superando con entusiasmo cada repecho, ignorante del
intenso paso que acaba de dar. Atrás queda la Quebrada custodiando los colores.
Observa con fascinación las sutiles ondulaciones aceitunadas y se admira por el dibujo
que las infinitas curvas de asfalto van diseñando. Ha perdido el abrigo de los cerros y el
cielo lo abarca todo. A pesar de la felicidad que le produce creer que está más cerca del sol, le falta el aire. Cuando alcanza el Abra del Potrerillo advierte, a poco más de cuatro
mil metros, que esas alturas no son para cualquiera. Próximo a destino, avanza por la ruta
que como un tajo parte la salina. Se apresura buscando infructuosamente lo que espera
encontrar.
Quería alucinarse con la rareza de un desierto de sal y caminar por una llanura blanca,
seca, agrietada; sabía que podría apreciar a lo lejos el nevado de Chañi y pensaba tomar
las mejores instantáneas. Con eso y con un cielo sin nubes, sencillamente con eso,
pretendía volver satisfecho de la aventura. Es imposible. Las salinas y su gente son parte
de la Puna y en esa inmensidad no hay espacio para la trivialidad; allí lo intrascendente se
desvanece. Tampoco ve un socavón como suponía, sino muchos pozos rectangulares,
cavados a cielo abierto, simétricamente dispuestos sobre el desierto, con agua cristalina
sobre el fondo salado, inmaculadamente blanco… como reservorios de lágrimas.
Mientras prospera su quimera y comienza a recorrer a pie la salina, se da cuenta de que
su imaginación nunca hubiera sido suficiente. El contraste celeste y perfecto del cielo
limpio con el llano nacarado es una fiesta, y el sol es un enemigo, candente pero
deseado, en la alturas heladas del Altiplano.
La mirada no le alcanza para vivir el espectáculo, precisa aplicar todos los sentidos…
Rasga el suelo, consigue tomar un terrón, lo huele, lo desgrana y lo saborea con avidez,
pero se estremece cuando siente en la boca cierta amargura después de tragar la sal.
Recuerda que allí mismo, en ese paraje inhóspito, durmió por siglos la momia de un niño
inca…Acaso sus padres ignoraron que la impertinencia de la ciencia irrumpiría en el
destino sagrado de la criatura y la reduciría a datos de museo… Sin embargo no es esa
historia lo que le produce una fuerte conmoción al visitante. Él sabe que está en las
profundidades de lo que fuera una gran laguna y aprecia el crujido de sus pisadas sobre
las grietas del blanco e inmenso desierto de sal. El viajero intuye, muy próximo, el
impacto. Tiene la certeza de llegar hasta lo más hondo de las Salinas Grandes. Desde
que dejó el auto al borde de la ruta, nunca detuvo el paso. Camina cautivado por un
horizonte desolador, con mínimas tonalidades. Blanco, celeste, gris. El sol abrasa y todo
es sal. Blanco, blanco, blanco… No hay pueblo, no hay casas, no hay nada. Desierto, sal,
socavones que son hendiduras cavadas con mucho esfuerzo, con precarias herramientas
en un suelo calcificado. Observa que no muy lejos hay gente, otros hombres… Camina,
se acerca, quiere ver.
El viento de Los Andes le descorre el velo y sucede el hallazgo. Blanco, blanco, blanco…
Sus ojos se diluyen en otros ojos y él, que se conformaría simplemente con un paisaje nuevo atrapado en una foto, habita, inesperadamente, en otro plano de la realidad. Acaba
de encontrarse con los ojos sin rostro de los hombres de sal.
Han llegado recién iniciado el día. Desde lejos, por pendientes, durante horas, en bicicleta
o a pie. Han trabajado desde temprano y le han quitado al desierto, mano a mano, lo que
la ciudad necesita. Han vencido la intemperie buscando los grandes panes de sal que en
otros sitios esperan. Eso es el socavón en el desierto de sal: prolijas zanjas de lágrimas.
Él, que ha llegado hasta allí convencido de ser un viajero más, mira, vuelve a mirar y por
fin puede ver. Allí están, después de la larga jornada, siguen trabajando. Ahora ofrecen su
obra nacarada. Son llamitas, son cardones, son chakanas1
, son pequeñas estatuillas…
son dulces recuerdos de sal que los turistas compran por pocos pesos.
Allí están, dueños de la llanura estéril, cercados por un cielo inexplicable. Enmascarados,
cubiertos rostros y cabellos por un pasamontañas negro como amparo cotidiano frente al
sol, el viento, el salitre que penetra hasta la sangre. A cielo abierto, sin barbijo, asumiendo
el polvillo de sal que corroe los pulmones. Enmascarados. A cielo abierto, sin justicia ni
resguardo decente bajo un sol que no perdona y lacera la piel día tras día.
Enmascarados. Oyendo un viento que no sabe de susurros, soportando el frío intenso de
La Puna, sin abrigo adecuado.
Allí están, enmascarados como un extraño comando. Como exóticos activistas. Cabeza y
manos mal protegidas. Artesanos clandestinos. Militantes de la sal. Guerrilleros del arte.
En tanto esculpen figurillas en bloques que le arrancan al desierto, graban para siempre
su imagen con líneas firmes en el alma del que acaba de llegar y comienza a comprender.
Es entonces cuando surge la paradoja: se comprende por incapacidad. Se comprende
porque no se tiene la astucia de los poderosos para eludir el latigazo de esas vidas
hechas de sal. Se comprende porque se conoce el sabor de la sal en el llanto que se ha
sorbido, en la aspereza repentina en la piel y en los pulmones que se opacan por el salitre
que ronda. Se comprende porque uno no ha nacido para la ambición y el egoísmo. Se
comprende porque uno es incapaz de ofender a la Tierra y evadir aquellos ojos sin rostro.
Durante segundos interminables, quien llegó como turista, descifró el silencio de los
hombres de sal. Ahora sabe que hay miradas que el azar no cruza. Se ha visto a sí mismo
en los ojos oscuros y profundos de un rostro oculto tras un pasamontañas de lana de
llama, negro y raído.
Ahora sabe que ya es tiempo de hacer algo.

1
Chakana: llamada comúnmente cruz andina (inspirada en la constelación Cruz del sur, base de la
cosmovisión Inca) YO NO TENGO SED, publicado en “Encuentros en la calle y en el café” (Antología de
premiados por la Asociación Tango al Mundo.
Publicado en las revistas literarias de Colombia. Jujuy y del Sur de La Florida,
YO NO TENGO SED
“La vida hay que soñarla para que sea cierta”
A. Tejada Gómez

Con las últimas almendras masticaba una vez más el fracaso de la espera, sin
embargo, esa tarde se me reveló. Yo había bajado al baño a refrescarme los ojos
cansados y volvía a mi mesa, la del rinconcito donde hallé la distancia justa para que nos
miráramos a gusto. Ahora no sólo estoy segura de que él leía mis pensamientos, sino que
además, comprendía hasta lo ilimitado por qué yo lo esperaba siempre leyendo,
escribiendo, soñando...
Cuando entren, fíjense en mi mesa, era la que está junto a la puerta de la esquina, frente
a un espejo y con la mejor vista: hacia la calle, hacia el salón y hacia una placa
conmemorativa, a cuyo lado supo estar su foto, de traje y corbata, fumando, y con el ceño
apenas fruncido, entre curioso y cuestionador. Su imagen estaba enmarcada con la
simpleza del buen gusto. Fíjense bien, pero después no me den detalles.
Yo siempre me ubicaba ahí. Siempre. Y cuando encontraba mi mesa ocupada, maldecía
de pie, expectante hasta que la dejaban libre. Los mozos sabían que ése era mi lugar. Y
más de una vez la desalojaron para mí. Con una actuación para el aplauso convencían a
cualquiera para que cambiara ese sitio por otro, por ejemplo junto a las ventanas más
grandes, desde donde, si eran turistas extranjeros, podrían ver... qué se yo... the typical
people walking. Y yo feliz... ¡Como loca! Con su complicidad recuperaba mi rinconcito de
Avenida de Mayo y Perú. La cuestión es que la última vez que fui a la London, en cierto
momento, advertí cómo el ambiente se iba poniendo distinto. No siendo la hora del cierre,
era rara cierta impaciencia mal disimulada en los mozos; y el murmullo habitual, los
sonidos de sillas, copas, bandejas... habían cambiado. Yo había pasado las horas como
siempre, releyendo, café tras café, anotando algunas palabras, distrayéndome con las
burbujitas que se formaban en el agua que nunca tomaba, corrigiendo mis borradores, y
contemplando a intervalos sus ojos despiertos a pesar del vidrio que opacaba la foto...
Nunca lo había esperado tanto como esa tarde. Había pedido la cuenta; estaba por irme
como tantas veces, con la asumida desilusión, pero esta vez llevándome algunos versos...
Todavía no sé desde dónde se me acercó, porque cuando dejé de contar la plata y
levanté la vista pensando que era el mozo, me encontré con su imagen. Tan alto,
elegantemente desaliñado, apretando con naturalidad el cigarrillo con su boca perfecta; y la mirada... fascinante y atemporal. No dijo nada; y yo, que tanto tenía para decirle, quedé
muda. Se sentó frente a mí. Me imaginé roja, naranja, violeta; pero no pude revisar si mi
habitual expresión de desaliento había transmutado en loca feliz porque con su espalda
ancha, con su estatura impresionante, tapaba el espejo. Se sirvió el agua y la bebió toda
mirándome a los ojos, tan profundamente... Luego mis borradores se hicieron pequeños
en sus manos. Por entonces yo escribía especialmente cuentos. Leyó varias páginas sin
detenerse, sin una acotación siquiera sobre mi letra y desprolijidad. Eligió una de mis
hojas... ¡la única poesía que había escrito en mi vida! y se la guardó en el bolsillo del
saco. Después me quitó mi libro fetiche, ya saben... “Los premios”, y con ese maravilloso
tono afrancesado me dijo en voz baja “No son tiempos de releer, son tiempos de escribir”.
En ese momento tuve que desviar mi vista hacia el mozo porque sentí que esperaba para
cobrarme, y. entonces... ¡Julio ya no estaba!
Juro que lo busqué entre todos los presentes, mesa por mesa, y bajé hasta los baños, y
entré también en el de hombres. Finalmente salí a la calle. El mozo me siguió hasta la
puerta, más preocupado por mí que por la cuenta sin pagar. Debe haber percibido mi
angustia, porque me tomó del brazo con suavidad y me llevó a mi mesa. Quiso servirme
agua, pero encontró, con sorpresa, que la jarra estaba vacía. Antes de que fuera a buscar
otra, que yo tampoco iba a tomar, le pregunté...
_ ¿Y Julio?
_ ¡Ah, la foto de Cortázar! Se cayó hace un rato, ¿no escuchó el alboroto? Se rompió el
vidrio, pero le prometo que para mañana lo tenemos de nuevo ahí, ahí mismo.
Pagué y me despedí como siempre, pero nunca volví. Después de aquello no
puedo terminar mis cuentos, pero se venden muy bien mis libros de poesías. Además
evito esa cuadra para no tentarme. Ustedes vayan. Yo no tengo sed y puedo esperar en
la plaza. Ustedes vayan, y si quieren siéntense en mi mesa, pero... después no me
cuenten nada. No quiero saber qué pasó con su foto.

BORROSA
Sin clientes no hay trata
Enormes. Como globos. En blanco y negro. En primer plano. Y echada para atrás, su cara.
Borrosa. Escondida atrás de los números. Así la encontré. Ofreciendo los servicios en un par de
volantes mal hechos, pegados a un tacho de basura. Y el pelo largo. Nunca lo había tenido tan
largo.
Un buen rato me quedé parado al lado del tacho tratando de disimular. De a ratos me sentaba en
el banco de piedra que está ahí nomás. Tenía que disimular. La edad no me ayuda. Tenía que
arrancarlos y que ningún otro se los llevara.
Hice bien en buscar un tacho para tirar la botella. Y en esa cuadra era el único. Casi en la puerta
de la Casa de Cultura. No sé cuándo empecé a cuidar el medio ambiente... Será que mamá me
enseñó de muy chico a ser limpio. Hice bien en buscar el tacho. Porque ahí la encontré.
Algunos dicen que las casualidades no existen. Pero yo nunca ando por ahí y ahí estaba su foto.
Borrosa. Pegada a la mugre. Lástima cómo estaba... Se nota que se puso para la foto porque mira
como si estuviera contenta. Pero no se ríe como yo me acuerdo. Cuando se reía conmigo
mostraba todos los dientes. Y ahí salió con la boca apenas abierta. Bien triste debía estar...
Eran dos los volantes y estaban mal pegados. Se podrían haber caído antes de que yo pasara, se
podrían haber volado entre el tránsito... porque los pegan así a propósito. Para que los hombres
los arranquen rapidito, sin que se note lo que están haciendo. Y para que se los guarden bien
guardados hasta que tengan ganas. O se aprenden el teléfono y se deshacen de la prueba del
delito, del papelito roñoso con la foto mal sacada, con la propaganda de mierda. Borrosa.
Yo estaba muy nervioso para aprenderme los números, y no tengo buena memoria y... quería la
foto. Por eso me quedé dando vueltas cerca del tacho. Como un perro. Había dos papeles y tenía
que sacarlos. ¡A Dios le pedía que ningún otro se llevara su cara ni se aprendiera el número!
Quería arrancar enseguida los dos volantes. Pero a esa hora anda mucha gente por ahí. Tenía
miedo. La edad no me ayuda. Y a esa hora anda mucha gente por ahí... salen de las oficinas y de
los bancos, y están los manteros de Florida que empiezan a levantar sus cosas, y los turistas
paseando, buscando los cafés de Avenida de Mayo. Pero ahí me quedé: que nadie me vea que
me trague la tierra que nadie me vea. Y que nadie la vea. Que nadie me vea hasta que pueda
salvarla.
Tuve que esperar. Pasó el barrendero bien pegadito al cordón, pero pasó de largo el tacho
llevando la basura de la calle para la esquina. Ahora sí, me dije. Pero enseguida: ¿No sabés si el
56 pasa por esta cuadra? Y ahí me distraje... Y cuando volví a mirar, ¡una de las propagandas ya
no estaba!, o mejor dicho, un pedazo ya no estaba. Y ahí quedó la mitad de su cara. Borrosa. La
nariz, los pómulos. Y sus ojos. Yo la recordaba o la soñaba con otra mirada. Y ahora descubría
que ella podía mirar diferente. Me dio mucha rabia que mirara así y despegué a lo bestia lo que
quedaba de la foto y saqué la otra con cuidado.
Después corrí corrí corrí. Y ya no me preocupé por el basurero que se acercaba, ni volví a fijarme
si el chofer que esperaba al lado del auto negro me miraba. No sé si ellos me habrán visto. No sé
si alguien me habrá visto... Después de todo ¿a quién le importa un pibe que corre a salvar a su
madre?

“IDENTIDAD”
Primer Premio Revista Guka, auspiciada por la Biblioteca Nacional Argentina.
Mención de Honor Fundación El libro - Feria del libro infantil y juvenil de Buenos Aires
Mención de Honor por Ecoloquia, Arte y Cuidado del medio ambiente

IDENTIDAD
Donde la lluvia es nostalgia y la soledad escucha los velados sonidos que el tiempo
emite, existen pueblos antiguos. Han echado raíces en los cerros, a orillas del Altiplano,
donde el cielo es el milagro y el río es un misterio.
Los he visto con el sol generoso del mediodía y en la clara quietud de noches
consteladas. Habitan entre pircas ancestrales, permanecen como paradigmas
incorruptibles, siempre en pie; soportan recuerdos punzantes que evocan ausencias. Son
promesantes del sol, peregrinos de la altura, enemigos férreos de la sombra, respetuosos
del silencio, custodios inflexibles del pasado. Honran la Tierra y su destino es eterno.
En secreto van trepando las laderas. Con constancia milenaria avanzan, aún en
las noches más oscuras; cuando la luna se hace cómplice, se encaminan y se elevan.
¿Cardones? ¡Así se empeña en llamarlos la gente! Pero yo los he descubierto
prosperando sin prisa, a plena luz. Juro que los he visto y que ellos me han reconocido
anhelando mis raíces… y me han llamado. ¡Es cierto que ascendí con ellos y hemos
sorteado las mismas piedras y me han alentado a vencer cada repecho! Puedo afirmar
que en las tardes en que el viento se hace música, cuando roza sus espinas, de sus
voces melodiosas surgen verdades, como antiguas plegarias desde el punto clave de la
Historia.
Una noche luminosa he acudido a la cita. Pude oírlos. No gritan ni susurran. Simplemente
me han nombrado en lengua originaria. ¡Desde entonces yo comprendo tantas cosas!

DECISIÓN Mención de Honor “Certamen de Cuentos y Micro relatos bonaerenses”
auspiciado por la Municipalidad de Chacabuco.

DECISIÓN
Hace mucho tiempo que un tren lo llama, y lo aguarda. Por fin, él ha decidido emprender
el viaje. Abrazado al boleto la ansiedad disminuye, la estación se vuelve hospitalaria, y el
andén se convierte en una oportunidad.
Ahora espera que los rieles sean firmes lazos hacia la verdad.
Aborda. Su butaca lo acoge como una mecedora. El silbato suena presagiando destinos y
se inicia la marcha; entonces su corazón se entrega rítmicamente, con latidos seguros.
Abre la ventanilla. El viento que le llega de frente va quitándole, uno a uno, los grilletes
que la ciudad le ha impuesto. Su memoria huele lapachos, sus ojos esperan follajes
rosados. Cerros sagrados resguardan su viaje.
Cardones añejos acompañan su noche hasta que el tren se detiene y el Sol tutelar de Los
Andes recibe al hijo.
Siente la felicidad de quien ha decidido bien.
Sabe que el Altiplano le revelará quién es.

DECIDE TU NOMBRE 1er Premio en el Certamen literario internacional de cuento y poesía
Mis escritos. (Premio fue la edición de mi libro “Versos Vitales” 2012). Mención Especial en
Concurso Literario Internacional “30 Años del Diario Canelones Hoy Uruguay”

DECIDE TU NOMBRE
Por Atahualpa, el de Viedma, revelador de palabras por la memoria, por la verdad y por la justicia.
Ata: ¡tu espíritu ilumina todas las lágrimas!
Concibe el horror aunque no te sea propio.
Piensa en el horror y no te desvanezcas.
Imagina sin temor al asesino,
o aviva tu memoria si lo has visto.
Siéntete hermano, madre y padre
del inocente que añoran.
Extraña como amante o como hijo
sus abrazos y sus juegos.
Evoca sus sueños y sus risas
como lo hace un amigo.
¿Prefieres ser por un momento,
él inocente muerto?
¡Decide tu nombre, entonces!
Todos son un mismo signo.
Sé Diana, Daniel, Miguel, o Luciano...
Todos ellos jóvenes hilando ilusiones.
Yo elijo ser “Ata”, Atahualpa, el de Viedma,
de sangre Mapuche unida a la Aymara.
Aún muerto por la espalda,
yo sigo entre el pueblo.
Siento manos juntas hechas corazones.
Buscan las verdades que otros mal silencian.
Van con dignidad a arrancar las vendas
que cubren los ojos en los tribunales,
y a cargar con fuerza sobre la balanza
a todas las víctimas que esperan justicia.
Tenemos un nombre, familia y amigos…
Conmigo andan Maxi, Darío, Mariano,
y el profesor Fuentealba...
¿Cómo hablar por todos y encontrar palabras?
¡Ay, Pachamama, kusilla, kusilla!
Me decían Ata, yo soy el de Viedma.
Atahualpa, dicen, se pone por nombre
al que llega de lejos, para contar algo...
En voz de poeta yo rompo el silencio.
Sé que no estoy solo, y que sembré confianza;
muchos la cultivan. Sé que hay esperanza.
¡Marichiweu! ¡Jallalla! ¡Jallalla!

RENACER
Premiado y publicado por Ecoloquia en “Las líneas de la Tierrra”, antología.

Wayra… Wayra... dice en voz baja una de las warmis mayores mientras arropa con tejidos de
llama al pequeño que duerme a su lado, a la intemperie, junto al círculo de piedras donde impera
el Fuego.
Es que esta noche el Viento sopla fuerte en Los Andes y es necesario aplacarlo susurrando su
nombre. Será el solsticio de invierno y todo volverá a nacer cuando el Sol se presente para iniciar
un nuevo ciclo.
Wayra… Wayra…
Esta noche el Fuego es centro de consideración en muchos puntos de la América profunda. Miles
de ojos sostenidos en las llamas a un mismo tiempo en torno al círculo que iguala.
La luna es una exigua fuente de luz.
Arde la leña, crepitan las astillas.
Se intuyen cuerpos, manos, bocas.
Las miradas aprenden el encuentro entre destellos.
Wayra... Wayra...
En Lengua Madre, un Abuelo inicia la ceremonia. Su aliento vibra en el silencio, su voz añosa se
agiganta transmitiendo la fuerza del “Buen vivir”. El Inti Raymi aviva en las almas la certeza de esa
única opción.
Fragancia de sagrada coca y humo blanco de copal ascienden enlazando Tierra y Cielo.
La palabra hermano creció hacia el amanecer.
Y el Inti se manifiesta encendido.
Púrpura.
Naranja.
Oro.
Wayra... Wayra...
El Viento obstinado aún busca melodías entre espinas de cardones.
Wayra... Wayra...


“HOY HE VISTO EN UNA MUJER”, texto seleccionado por proyecto Haz rodar una
poesía, Chile; publicado en GiraPoema 2011, Antología autores hispanohablantes.

HOY HE VISTO EN UNA MUJER
Hoy he visto una mujer. Hoy... acaba de nacer.
Fijé en sus ojos los míos;
Ella también detuvo su mirada comprometida en mí.
Lleva la belleza y el bien en sus pequeñas pupilas.
Parte de un estratégico destino dormita
delineado en el iris de uno de sus ojos;
y en el otro, el azar es misterioso.
Sé que desde hoy,
incapaz en descifrar herméticos diseños,
e inhabilitada para predecir fortunas,
intentaré imaginar infinitos futuros de armonía en su mirada.
Sé que desde hoy, empeñada en su felicidad, seré mejor.
Hoy me ha sorprendido otra mujer.
Por primera vez, hoy, acaba de parir.
Me ha mirado como nunca antes,
y me ha visto diferente;
acaso se ha reconocido en mí,
acaso se ha encontrado, definitivamente, conmigo.
Yo siento en ella apenas otra…
Es para mí la misma chiquita
en cuyos ojos deseo advertir, siempre, la felicidad.
Hoy he visto una mujer, he visto dos; y somos tres.
Hoy supe del amor, un poco más.

TIEMPOS
Intuición
Tarde es verde el mediodía.
Mínima luz.
Pupilas intuitivas.
Cerca una voz cerca la mía.
El tiempo se despierta.
Entonces... es la vida.
Perfección
Enigmas revelados,
cerrados acertijos,
razones descubiertas
y signos sibilinos,
bocetos de certezas,
anónimos diseños,
cifrados desaciertos,
designios clandestinos:
perfecciones del destino.
Comunión
Semillas de sol.
Sueños de poetas.
La mano en la tierra
perfuma fronteras.
Con algas.
Con coca.
Con pewén.
Con yerba.
Con el pan y el vino,
Somos la misma mano
que ofrece y espera.

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