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Poemas de Irma Cuña (Neuquén)

17.02.2021 13:21 |  Noticias DiaxDia  | 

NEUQUINA
 Nací en Neuquén, oasis del desierto,
inmenso reino del potente viento,
millonario de arenas y de piedras,
Arauco triste de su gente nueva:
tengo el alma aborigen y labriega.
 Nací en Neuquén, nostálgico del indio
para quien fue “el audaz y el atrevido”;
el extranjero lo pobló de arados,
de frutales, de viñas y de álamos,
pero él siguió soñando con las tribus.
 Nací en Neuquén y por las noches hondas,
cuando todo se acalla, mi alma loca
trepa las bardas, atraviesa el río,
y tras la Cruz del Sur halla el camino
que conduce al secreto primitivo.
Y cuando lejos parta no habrá olvido
para mi valle, mi arenal, mis ríos,
ni el salvaje furor del viento terco:
nací en Neuquén, sonrisa del desierto,
y en él quiero dormir el largo sueño.

MANERAS
 Intentar destruirte en mi memoria
siempre fue una manera de pensarte;
eras la bruma de otro mundo aparte,
que indefinía mi real historia.
Cuando creía dibujar la gloria
trazaba el sueño para poder amarte,
las avenidas de mi inútil arte
se confundían en la misma euforia.
 Jamás te fuiste de mi pulso vivo:
–por olvidarte te encontré en mil cosas,
y por pensarte nunca fuiste cierto.
Crece callado tu rumor activo
y tiñe todas mis opacas rosas;
pero voy sola por el gran desierto.
 
TIEMPO
 Volver del sueño con la ciega frente
y el alma ajena, como los manzanos
que nunca dieron esos frutos sanos,
rojos y dulces de mi valle ausente.
 Volver de todo lo que fue valiente
con la derrota de los seres vanos.
Nada en el pecho ni en las huecas manos;
sólo la pena: dolorosamente.
 Regreso inútil –como buen regreso–,
¡sigue de vuelo sin mirar tus alas!
Nunca has estado mutilado y preso.
Gira la tierra con sus horas malas
pero no vuelve lo que se ha perdido.
Breve es el tiempo para tanto olvido.

AMOR
No he conocido el amor
–motivo de mis cantares.
Sombra de un pájaro enorme
que entre mis manos no cabe,
desde la luz se proyecta
sobre mi limpio paisaje.
No he conocido el amor
fecundador de mis frases.
Que al amor oculto y solo,
“amor” no lo llama nadie

DE TODOS
Hablarás, corazón, a los que sufran,
con una voz universal tan amplia,
que al insinuarles tu dolor, descubras
ese dolor de todos que se calla.
No gimas nunca: –“yo camino herida…”–
pues los que escuchan tu clamor esconden
un desgarrón igual que los mutila,
y has de mostrarlo sin decir tu nombre.
Quien lleve estrellas en sus propias manos
comprenderá las noches consteladas.
Sólo quien dice el anhelar humano
siente el anhelo movedor de su alma.
Corazón mío, tan pequeño: –¡calla!

SOLEDAD
El que ama la soledad
ama una esfera de fuego
con que aleja a los demás,
mientras él se quema dentro.
El que ama la soledad
lleva sus penas ardiendo.

RESONANCIAS
He dormido tantas noches
en el valle ensimismado;
he mordido el duro fruto
de sus ímpetus extraños;
he llevado hasta mi sueño
tanto amor y pulso y canto:
que estoy hecha sobre arena
contra el viento, como el cactus.
He aspirado del silencio
la profunda resonancia;
he rozado las mejillas
de la duna con mi cara
y he sabido cómo lloran
por los ríos las nevadas.
He sentido en la garganta
el crujido de la roca,
he apretado entre mis manos
la potencia destructora
de una raza que crecía
con la tierra, hacia la historia. Si al huir el mar arcaico
nos dejó su flor salada
en los labios calcinados,
en la carne y en el alma:
–¿qué misterio primigenio
me dispersa las palabras?
...
 
El cuenta
gota a gota
su muchedumbre de fantasmas,
y ha repudiado mis manos.
Solamente un día
confundió la voz con un espejo.
su respuesta fue una ola de arena.
Aún está secando mi piel
y deslumbrando de sílice mi pelo.
 
Y OTRA
Es sábado. Atardece.
Abrirás una puerta,
Encenderé la lámpara;
empezarán a tintinear los vasos
y a invadirnos Vivaldi.
Pero has muerto
 
RELACIONES I
Entro en la maraña
a machetazos.
Orquídeas y helechos
no duran nada.
Demasiado instrumento.
 
RELACIONES II
Entro en el bosque
de puntitas.
Tropiezo, voy de bruces.
Poco instrumento.
 
PRODIGA
Volví a la luz extensa del verano
y al viento circular de las esquina.
Neuquén es un cristal,
un cuarzo sepia.
Pueblo desconocido
donde inventé el espejo de una historia
y la poblé de cascos en el aire.
(en aquel aire ululador y tenso).
Un aire tangible
que mas parece un agua, una corriente,
un surtidor horizontal
-un brazo-
que el natural camino de la cara.
Y otra vez ese polvo amarillento
y esas piedras hundidas
Entre pelos de pastos requemados.
Patria de negación: sin
verdes,
rojos,
alas,
concavidades.
Sólo este movimiento del planeta
espiral o de flecha,
bamboleo.
Fui a buscarte quetzales,
mariposas,
enormes colas de serpientes vivas,
venados tímidos,
turquesas,
y me has devuelto el filo del silencio
y el ardor de la arena
para siempre.
 
IV
Un extraño nace
y los destierros comienzan a amarlo.
Un extraño se atreve desde niño
a iluminar con su ojo lo sabido
y el cotidiano horror se hace patente
y el prodigio de ser cercena y mata.
Un extraño.
Roguemos para que no nos nazca
- y menos en la cuna de la casa-.
Un extraño perturba, inofensivo
pero comunitario de los solos.
Intercepta dentados engranajes
que permiten olvido y digestiones.
Un extraño.
Algunos armoniosos del maldito:
roguemos para que no nazca.
Llevemos las ofrendas
aplaquemos la ira.
Un extraño en la turba.
Un extranjero.
 
CASI UNA NIÑA...
Casi una niña,
el collar de claros corales a la espalda,
huyes vestida de gasa, de lila, de rosa.
Llevas los ojos en los pies que no alcanzo,
los ojos en las manos escondidas,
los ojos en la cara sin huésped.
Dejas una espuma
ahilada
de trigo,
una confusión de lino
en tanto aire,
la copa de amapolas desvaídas,
el mundo de polen en vuelo.
Reclinada en la ausencia del agua,
segura entre rocas invisibles,
la almohada de silex te espera como una concha áspera.
La niña flor va por el aire
entre los dedos lisos de las ramas,
sin tocar el hilván de la luz,
separada,
mujer de muro mielado,
olvidada del sol,
mariposa confusa,
caléndula,
uva moscatel que el otoño mueve.
De espaldas,
sola,
por innumerables senderos
las hojas caen sin ruido
y ella desciende una colina
hoja a hoja
hoja a hoja
y un paso
y luego el otro
entre los troncos.
Hacia abajo pesa su estatura y su sombra;
en cada pie soporta el cuerpo.
el cielo atrás
la empuja
hacia un valle invisible.
ella
solamente
desciende,
paso a paso, como un collar de gotas.
por los senderos,
grávida,
su lluvia redonda estremece la tierra
y atrás de su talón se va secando la humedad,
cualquiera huella.
Corre un momento,
atrapa un mimbre alto,
pero siempre
desciende
paso a paso
hacia el posible valle,
contra el cielo.
 
ISLA NADIE
Mi corazón sostiene cinco muertes
Y un resplandor de fuga.
¿Cómo amar el resquicio por donde fluyen mariposas ebrias?
Consuélame de tanta muchedumbre,
De este jirón de rostro pudriéndose en la orilla.
Mitad de río,
lumbre,
viento largo.
Precipicio de amigos
y olvido de cavernas.
Nadie. Deshabitada convoco algunas sombras
y un ritual apagado para manos oscuras.
El sueño es una roca derrumbada.
 
VOLVERÉ ( O POEMA DEL CALAFATE)
Volveré porque el michai
ha ennegrecido mi boca,
y el que ha probado su fruto,
ya se sabe que retorna.
Volveré porque he bebido
en los arroyuelos frescos
un agua de nieves puras
que me ha dejado sediento.
Volveré para dormirme
bajo un arrayán florido,
cerca del tronco afelpado
y de su pié retorcido.
Para escuchar el pitío
con su gritito de alerta
y ver volar impasible, 
la rapaz águila negra.
Para buscar en el lago
la ciudad de la leyenda, 
cuando una nube asombrosa 
quiera asombrarme la senda.
Para atravesar las nubes
que van cegando los bosques
en las montañas umbrosas
de los perezosos montes.
Volveré ¡Si es posible
no regresar!. Aunque huyera,
llevo conmigo, embrujado
la atracción fiel de mi tierra.
 
POÉTICA
como los escarabajos negros
que vuelan corto entre las amapolas
y luego caen
-redondos y dorados de polen-
sobre los pastos,
así suelen andar los poetas
transmitiendo la vida
-a pesar de todo-
y amapolados.
 
Irma Cuña (1932- 2004) fue docente terciaria y universitaria , investigadora del Conicet. Profesora y doctora en Letras Españolas.
Escribió poesía y ensayo.
Publicó Neuquina, en 1956; El riesgo y el olvido, en 1962; Cuando la voz cae, en 1963; El extraño y Menos plenilunio, en 1964, Maneras de morir, en 1974, El riesgo del olvido y La divisa del emboscado en 1992, y El príncipe y Angélicos, en 1999. Publicó también la recopilación Poesía junta.
En ensayo, Identidad y Utopía, UNCo, 2000.
En el 2005 la Municipalidad de Neuquén publicó Patagónica, Neuquina y otros poemas.
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