Poemas de Emilia Bertolé (Santa Fe)
15.03.2021 08:24 | Noticias DiaxDia |
Este es el barco que espero desde niña.
Y el mar, cuyo sabor aún no conoce mi boca madura.
Me ciñen apretados adioses
y en el aire, detenida, se ha quedado mi mano desnuda.
El cielo va tomando el color de los cielos
que he mirado entre sueños,
cuando apagan el paisaje los velos grises de la lluvia.
Un hombre se inclina para tomarme entre sus brazos,
blando puente piadoso en el que apoyo, sumisa,
mi sien húmeda.
Barquero que ya tiene la misteriosa orden,
para que la travesía se cumpla.
Voces me nombran para retenerme;
mi corazón dormido ya no escucha.
Este es el barco, amigos, que espera desde niña
la mujer fatigada que no ha viajado nunca.
VIAJE
He aquí mi mar nocturno
en el que viajo absorta,
viajera inmóvil,
tibio ovillo de sombra.
Cómo brilla la luna de diciembre
en el movible espejo de las olas
tan al alcance de mi mano yerta
y de la brasa de mi boca.
Afuera el alto cielo, el viento triste
en mi terraza silenciosa.
NOCTURNO
Oscurece, tu voz me llega
como el rumor de la noche misma.
I tus ojos, que han contemplado todos los paisajes de la tierra
viajan ahora por mis sienes tibias,
por mi boca madura, ávida de conocer qué misterioso cielo
te oculta mi sonrisa.
Te escucho i siento cómo, a pesar mío,
tus palabras me invaden, lianas estremecidas.
Estoy así, frente al sutil acecho
de tus palabras i de tus pupilas,
lleno el pecho de luna i de un oscuro anhelo,
vacilante, perdida…
Alma, dame la deslumbrante zona sin frontera
de tu silencio i de tu fantasía.
Alma, clara columna, en la que aún se apoya
desgarrada, mi vida.
PALABRAS
Vanidad de las calles,
de la gente que pasa,
con la torpe acechanza de los hombres
y de sus miradas
que se posan tenaces como moscas
en mi piel pálida.
Y el encuentro imprevisto
con el pobre amigo de cara trágica,
que me cuenta su angustia
mientras yo le hablo con mi voz más cálida
del amor a la vida:
yo que no espero nada.
¡Ah, la tortura íntima
de esta escena diaria!
Tener el alma muerta
y regalar palabras.
YO EN 1935
Alma para los viajes sin itinerario,
¿hacia dónde? ¿hacia qué?
Alma inestable y ávida la mía
¡audaz y tímida a la vez!...
Continente de sueño; episodios de sueño…
Quizá un sueño apenas yo también.
Más que a la muerte temo a la cárcel del límite
y a la desesperanza de conocer
tras la imaginación que me inventé horizontes
donde hay alta pared.
He perdido el humano instinto de conquista
¿Acaso lo tuve alguna vez?
Siempre he mirado con pena de ausencia
las cosas que he querido poseer.
Y en la vista colmada de los otros,
más que viva certeza quiero ser
el liviano tesoro de un cambiante,
sutil, triste recuerdo de mujer…
MIS MANOS
Mis manos, ciertas veces,
dan la rara impresión de cosa muerta.
Palidez más extraña no vi nunca;
marfil antiguo, polvorienta cera,
y en el dorso delgado y transparente
el turquesa apagado de las venas.
Carne que bien podría
si la rozara una caricia ardiente,
deshacerse en ceniza
como esas flores frágiles y tenues
que en el fondo oloroso de los cofres
en fino polvo ámbar se convierten.
¿En qué siglo remoto florecieron
estas dos pobres rosas extinguidas?
¡Un milagro, sin duda, las conserva
aquí, sobre mi falda todavía!
INSOMNIO
Estoy insomne en esta noche larga,
larga como ninguna.
Estoy insomne y hago a las tinieblas
una grave pregunta…
Puntos verdes, azules, en las sombras
fingen los ojos curioso que escrutan mi dolor.
A todos hago la pregunta ardiente
y me responden: No!
En caracteres esmeralda,
en escarlata abrasador,
en volutas extrañas se entrecruza
el fatídico No!
Cierro los ojos en la noche fosca
para llorar mejor!
A UN EXTRANJERO
Acabo de leer tu libro, oh extranjero,
a quien no veré nunca.
Y aún estoy escuchando, estremecida,
tu voz de olvido y de aventura.
Tu roja voz cargada del terrible
atractivo de las cosas inseguras.
Así tu verso lúcido, que se torna
/evasivo
sin que yo logre asir su esencia oscura.
Así tu rostro claro, que de golpe,
se me enturbia.
Has encendido un fuego en la tiniebla
y huyes sin defender su llama pura.
Sé que me voy a dormir en esta noche
de cautelosa lluvia:
Tus ojos y tus versos me han traído
la pena más absurda!
VERSOS A LA NOCHE IMPOSIBLE
Más allá
de este cielo de chimeneas
está la noche,
pienso inmóvil i tensa.
No la noche sofisticada,
de la ciudad ebria;
turbia del aliento de los hombres i de sus huellas;
sino la alta, pura,
profunda noche verdadera.
La siento aquí, en mi pecho sofocado,
como una presencia.
En el latido de mi sien,
en la ruta violeta de mis venas,
su soplo antiguo crece,
desesperada sed en mi boca que tiembla.
Con qué dolor oigo cómo me nombra el viento
más allá de las paredes que me cercan!
Con qué amargo delirio le echo llave a la puerta!
EL VIEJO LIBRO
La lluvia, el viejo libro y tu recuerdo
oh amigo, me han llenado de tristeza.
Se diría que en estas claras páginas
que están como impregnadas de tu ausencia,
vive un poco de tu alma, de tus ojos,
de tu sonrisa entre viril y tierna.
Y pienso que este libro, amigo mío,
es el único lazo que en la tierra
une mi vida frágil a la tuya
silenciosa y serena.
Lentamente he cerrado el viejo libro
y el alma toda se me ha vuelto niebla.
ELEGÍA DE UN SUEÑO
Construyo
con livianos colores imprecisos
un fino rostro de hombre, delicado y viril.
Podría ser un marino
si mi mano trazara a sus espaldas
la gris arboladura de un navío.
Pero me duele aislarlo en la verde lejanía del mar
y en su olvido.
Mejor un bosque, pienso, un bosque de altos árboles negros
en un crepúsculo sombrío
para que se destaque como laminado
su voluntarioso perfil esquivo.
Lo nombraría así, el Cazador nómade,
o el Soñador a quien ha detenido
inmóvil un instante la afelpada
soledad del camino.
Pero le temo a la sigilosa sombra del bosque
y a su desvarío.
Y una ciudad que levante sus muros
deslumbrantes y lisos?
No quiero encarcelar su altiva sien desnuda
en un geométrico laberinto.
Ni en la luz sosegada de una alcoba
desdibujarle todos los caminos.
Vencida, ya no dibuja mi mano;
sólo palpan mis dedos, perdidos,
el fino rostro de hombre que ha quedado por siempre
desnudo de paisaje y de destino.
En tanto ya la lenta marea violeta de la tarde cubre mi pecho estremecido.
RETRATO
Pesada cabellera
de reflejos metálicos
enmarca el rostro fino;
y los ojos sonámbulos
son de ese verde turbio, casi negro
de los pantanos.
Inquietante la boca
hecha para la risa y el sarcasmo,
es de color carnal, caliente y vivo
de los rojos geranios.
Y a pesar de la vida poderosa
que fluye en ondas de su cuerpo blanco,
hay en esta mujer que charla y ríe
no sé qué de macabro.
CANSANCIO
La ciudad, amigos, me clavó sus garras
Y así soy ahora / de turbia y extraña.
Tornáronse crueles / mis pupilas claras
Y amarga se hizo/ mi boca rosada / que solo sabía
Compasiva y buena / de dulces palabras.
Ocultan mis manos / bajo el guante tibio
de piel perfumada / las uñas agudas
cual finos puñales / como una amenaza.
Y tras la sonrisa / -sonrisa brillante, perfecta, mundana
bosteza el profundo / cansancio de mi alma.
CASAS
Casas enormes llenas de letreros,
casas eternas,
que veo diariamente cuando paso
por esta calle vieja;
un día indiferente,
sin un temblor en vuestra dura piedra,
veréis pasar despacio
envuelto por el agua y por la niebla,
el enlutado coche de los muertos
donde he de ir bien descansada y yerta,
camino del olvido,
camino del reposo y de la ausencia.
ATARDECER
Aquí estamos
Tejiendo antiguos sueños.
Ya la tarde ha caído; está azul la ventana
Y hay una fina sombra morada en torno nuestro.
Nos borramos en la hora, amigo mío;
ni tu cálido acento
Logran ahuyentar esta espectral atmósfera
en que, como la luz, nos disolvemos.
Mi cabellera es como un humo pálido
Y humo tus ojos negros.
Somos dos sombras en la sombra, en tanto
Se deshace la rosa del silencio.
LLUVIA
Otra vez la lluvia,
otra vez la extraña
música
del agua.
Detrás de los vidrios,
apoyada en ellos mi mejilla pálida,
de mí misma ausente,
miro sin ver nada.
Sobre el cristal frío
que mi aliento empaña,
escribe mi mano, al descuido,
no sé qué palabras.
VIAJE
Abandonada la cabeza sueño.
No sé
por donde anda el pensamiento ausente.
Acaso, sin querer,
en el camino se me va quedando
como el humo del tren.
Blandamente el paisaje se deshace
en el atardecer.
El olvido piadoso,
sobre mi corazón deja caer
en esta hora peligrosa y triste
gota a gota su miel.
Incorpórea, distante,
ahora yo también,
entre los rojos brazos del crepúsculo
sólo soy un recuerdo de mujer.
EL RETORNO
Final de fiesta, largas
despedidas se lleva el viento frío.
Traigo en mis tibias manos
El corazón de un hombre como un pájaro herido.
El deseo de todos
Me sigue como un perro en el camino.
Pero yo vuelvo indiferente y triste;
los ojos, la noche sin estrellas, perdidos.
LUNA
Oh, la luna encendida como un gran globo ardiente
en esa noche llena de sugestiones cálidas
y este viento que ondula como enorme serpiente
y se enrosca a mis sienes sudorosas y pálidas!
Entrego mi cabeza cansada de teorías
a la caricia larga que me torna indolente.
Ah, cómo os vais en humo viejas filosofías
bajo el profundo cielo de azul fosforescente!
Ah, no estar en un bosque milenario y salvaje
para cantarte, oh noche, mi pagana canción;
danzaría desnuda entre el negro ramaje
en vez de darte en versos medida mi emoción!
ENSUEÑO
En la borda de un buque
soñando despiertos…
Mi mano delgada oprimiendo
tus dedos morenos;
mi cabeza leve
reposando apenas sobre tu hombro recio,
sin dolor, sin amor, sin deseo,
ni en la carne triste
un estremecimiento…
Nada más, amigo,
nada más que tu alma y la mía
en suspenso.
¡Más allá de la vida, del espacio y del tiempo!
Y cerca y lejos,
el misterio verde del mar visionario
y la melopea larga de su acento…
¡Prodigioso sueño,
claridad divina de este sueño mío
tejido en silencio,
mientras voy viviendo esta vida amarga,
llena de torturas, rueda de tormento!
LLOVIZNA
Paseo, humilde paseo,
te contemplo todavía
mientras el tranvía sigue
despacio su ruta fija.
Estás más triste que nunca
bajo la tenaz llovizna.
Hasta de aspecto has cambiado:
hoy pareces una isla,
alguna isla remota
de cuento o de pesadilla.
La lluvia me da en la cara;
yo apoyo en la ventanilla
ante el asombro del guarda
mi cabeza dolorida.
Agua de lluvia, qué bien
lavas mis viejas heridas!
Emilia Bertolé nació en la provincia de Santa Fe (1896/1949). Pintora, retratista y poeta. Fue amiga de Alfredo Bufano, Alfonsina Storni y Horacio Quiroga. Formo parte del grupo Anaconda. Su libro de poemas, Espejo en sombra, lo publico en 1927.
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