CANTATA AL HÉROE DE LAS MALVINAS
El 3 de enero de 1833, el capitán de la fragata inglesa “Clío”, John James Onslow, tomó posesión de las Malvinas en nombre de su soberano, y después de arriar la bandera argentina enarboló la de su país. Tal acto de violenta usurpación, realizado sin que mediara conflicto alguno, exaltó el ánimo de nuestros gauchos ocupados allí por Luis Vernet en el desarrollo agropecuario. Y el 26 de agosto de ese año, Antonio Rivero, al frente de siete compañeros, proclamó la libertad de las islas, arrancó del mástil el pabellón inglés e izó el azul y blanco de la argentinidad, tras dura lucha. No obstante su enorme desventaja frente al invasor fuertemente armado y numeroso, Rivero sostuvo la rebelión hasta abril de 1834, fecha en que fue herido. Enfermo y casi abandonado cayó en poder del enemigo que lo mandó a Londres donde estuvo en prisión varios años hasta que el Almirantazgo ordenó su reintegro a la patria, con lo que se estableció que Rivero al luchar contra la dominación inglesa en Malvinas, obró como un abnegado defensor de la soberanía argentina, cumpliendo con su deber.
CORO
Año de mil ochocientos
treinta y tres, en las Malvinas.
Día veintiséis de agosto
mecido por las ventiscas.
Al tope del mastelero
frías ráfagas agitan
una bandera extranjera
en lugar de la argentina.
El gancho Antonio Rivero
con santo furor la mira.
El corazón, como un puño,
recio el pecho le castiga.
Limpio orgullo de patriota
le está mordiendo las fibras,
y la voz de la conciencia
fieros reclamos le grita:
ACTOR
¿No tiene la Patria hijos
en estas lejanas islas,
que, con la razón y el arma,
guarden su soberanía?
¿Dónde están esos lanceros,
los de las cargas fulmíneas,
que a la libertad de América
rumbo de glorias abrían?
CORO
Contesta Antonio Rivero
estos reclamos con ira:
RIVERO
¿Viviremos como extraños
y en servidumbre que humilla
aquí, en esta tierra nuestra,
sin gestos de rebeldía?
Aquel tres de enero fue
de luto y vergüenza día.
¡Entregarse cuando todos
los criollos luchar querían!
¿Por qué Pinedo abrió cancha
a la fragata enemiga?
¿Por qué no confió en los gauchos
si éstos su sangre ofrecían
para salvar de la Patria
la dignidad ofendida?
Ah, la vieja Sarandí
gloriosamente curtida
en los Pozos y el Juncal,
¿por qué se alejó rendida?
Pronto su jefe olvidó
de Brown la viril consigna:
¡Antes de rendirse, hundirse,
clavada al tope la insignia!
CORO
Muerde Rivero sus labios.
Su férrea mano se crispa
sobre el mango del facón
como en violenta caricia.
Y en el clarín de los vientos
su grito guerrero envía:
RIVERO
¡Hermanos, llegó la hora!
Nos jugaremos la vida
porque las Malvinas dejen
de ser dolientes cautivas.
ACTOR
¡A tu mandado estaremos!
–Luciano Flores, afirma–.
Ya Salazar se adelanta
pidiendo un puesto en las filas.
Los demás, dando alaridos,
se acercan como en tropilla.
Mientras corre, revolea
Latorre sus “tres Marías”
y González y Brasido
blanden sus lanzas bruñidas,
en tanto Luna y Godoy
los caroneros alistan.
RIVERO
¡Oh, Patria, ahora te admiro
de nuevo reflorecida
en estos gauchos bien machos,
como Güemes los quería
y San Martín, si los viese,
en sus bravos pensaría.
¡Oh, de nuevo el sol de Mayo
amanece en las Malvinas!
CORO
Marchan a la Comandancia.
En tomarla tienen prisa.
Simón se les antepone,
los insulta y los conmina,
y muere como Brisbane
que hacerles fuego quería.
Corren después hasta el mástil,
y Rivero, que los guía,
manda con tono resuelto:
RIVERO
La suerte está decidida,
¡Arriemos esa bandera,
que es de invasores divisa!
CORO
Y con un brioso tirón,
él mismo aflojó la driza,
y la bandera cayó
como una gran flor marchita.
Urgido fue hasta su rancho,
y al volver, feliz, traía,
nuestro pendón que él guardaba
como inviolable reliquia.
Los gauchos se descubrieron,
y, con reverencia mística,
Rivero la enarboló,
¡y se hizo más claro el día!
Proclamó luego a sus hombres,
que conmovidos oían:
RIVERO
¡En el nombre de la Patria
declaro que las Malvinas
libres son, y nuestra sangre,
a ella será ofrecida!
ACTOR
Tal dijo Antonio Rivero.
Arde el coraje en las fibras.
Relampaguean los ojos,
y a coro, con voz salida
del corazón, esos gauchos
dan a la Patria tres vivas,
que en las olas de este mar
patagón, se multiplican.
Y empezó la heróica pugna:
facón contra carabinas,
lucha en poblado, en islotes,
en pantanos y en colinas.
Ocho son frente a la tropa,
que Smith junta y acaudilla.
Marinos de otras naciones
que a Soledad se aproximan,
esta guerra desigual
para la historia atestiguan.
La pequeña montonera
se vuelve astuta guerrillera;
Aquí ataca, allí se oculta,
para caer imprevista
sobre la hueste adversaria
que jura y se arremolina.
Desembarcan más soldados
de las fragatas altivas,
y al tronar de los cañones,
su emblema de nuevo izan.
Rivero mira la escena
desde lejos, y suspira:
RIVERO
¡Buenos Aires, Buenos Aires!
No olvides que en estos climas,
un entrañable jirón
de nuestra patria peligra.
El invasor es muy fuerte;
sus naves el mar dominan,
y ya la muerte nos ronda
como un ave rapiña.
Buenos Aires, Buenos Aires,
ciudad de la Reconquista,
¡ayúdanos! ¡Otra vez
nos quitarán las Malvinas!
CORO
Esto dijo, y por su rostro
llanto de rabia corría.
ACTOR
La desigualdad aumenta.
La persecución culmina.
El invasor despechado
sus furores encarniza.
Ya los ánimos se apagan
y Rivero los atiza:
RIVERO
Amargos… ¡Ya se aplastaron!
¡Arriba, criollos, arriba!
ACTOR
Luna se entrega; Brasido
por huir pierde la vida.
Otros cuatro, acorralados,
caen prisioneros un día.
¿Cómo resistir a treinta
que van con fusilería?
Rivero, ya solo, exclama:
RIVERO
La ley del gaucho me obliga
a luchar hasta el fin
venga la muerte y me rinda.
CORO
Sin comer, cansado, enfermo,
sangrando de las heridas,
se guarece entre unas rocas,
emponchado de neblinas.
Como a una fiera encelada,
que da miedo todavía,
lo rodean diez infantes,
todos con el arma lista.
Rivero, facón en mano,
rabioso los desafía,
pero la fiebre lo agota
y el pelotón lo derriba,
ya sin fuerzas ni esperanzas,
y pies y manos le engrilla.
El, en su delirio, invoca:
RIVERO
¡Patria mía, Patria mía,
hazme digno de tu amor
pues te dí cuanto tenía! …
CORO
Catorce de abril. Memore
la historia este negro día
del año mil ochocientos
treinta y cuatro en las Malvinas.
Luego a la Sherness lo llevan
que es del Támesis vigía,
y en frígida prisión
sufre pero no claudica.
Largo tiempo lo asediaron
el dolor y la ignominia.
Pero él, sus fieras penurias
por blasones las tenía,
que padecer por la Patria
a todo hombre dignifica.
Un día el Almirantazgo
dio el fallo de su justicia:
–No hay causa para el castigo.
El su tierra defendía.
A su país devolvedlo.
Queda así la ley cumplida.
Y su duro cautiverio,
en Montevideo fina.
La Talbot lo dejó allá
por encono a la Argentina.
El gaucho atraviesa el Plata,
y a Entre Ríos se encamina.
Y mientras galopa, deja
que desborde su alegría.
RIVERO
¡Ay, tierra de mis mayores!
¡Ay, tierra hermosa y bravía!
¡Te miro, te beso y canto,
tierra mía, madre mía!
Pensé que nunca tus finos
aguaribayes vería,
ni que tordos y zorzales,
en tus alboradas tibias,
engarzarían en mi alma
su rocío de armonías.
CORO
Con acento enternecido
su cántico repetía,
galopando a su terruño
que el Paraná humedecía.
RIVERO
¡Ay, tierra de mis mayores!
¡Ay, tierra hermosa y bravía!
¡Te miro, te beso y canto,
tierra mía, madre mía!
CORO
Algunos años pasaron,
y volvieron las desdichas.
ACTOR
Era el veinte de noviembre
del cuarenta y cinco. Abrían
en la Vuelta de Obligado,
al pie de acacias floridas,
la tumba de los valientes
caídos en la porfía.
Mientras a un tosco ataúd
cubriendo de tierra iba,
así, con la voz quebrada,
un veterano decía:
–Aquí está Antonio Rivero,
capitán de gran valía;
que lo bendiga la Patria,
pues mucho lo merecía.
Yo, que conozco la historia,
digo con verdad cumplida:
El que murió en Obligado,
otros laureles lucía:
¡Aquí está Antonio Rivero,
el héroe de las Malvinas
POESÍA ARGENTINA Y MALVINAS. UNA ANTOLOGÍA (1833-2022). Investigación, selección, prefacio y posfacio de Enrique Foffani y Victoria Torres (Coordinadores)