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Todo igual y tranquilo como siempre, de Yamil Dora. Por Luis Benítez
26.07.2024 08:22 | Noticias DiaxDia |
La atracción que ejerce el mal sobre el lado oscuro de nosotros, consciente o inconscientemente, es negada hasta la náusea misma, pero no por esa invisibilidad buscada deja de ser una realidad.
Como en todos los órdenes, las interacciones entre los miembros de nuestra especie están signadas y determinadas por el poder. ¿Y qué poder es mayor que la potestad sobre la vida de nuestros congéneres? El mayor de todos los crímenes, no casualmente, es el asesinato, el más severamente castigado - inclusive con la pena capital- en todos los regímenes jurídicos. Salvo cuando el poder del individuo o del colectivo que lo perpetra es mayor que el del código penal o bien cuando se vale de ese mismo código modificado según su conveniencia para matar -tales los casos de las dictaduras más sangrientas- son las facultades del Estado las encargadas de castigar ejemplificadoramente al homicida, quien, por supuesto, ejerció un poder que no debería de poseer pero que potencialmente todos podemos poner en acto.
La mayor ofensa que se le puede hacer a la sociedad es punida exclusivamente cuando quien la comete carece del poder reconocido o fácticamente tolerado por la comunidad para hacerla efectiva: el hombre común y corriente. Estos calificativos son los primordiales para definir las características de El Mudo, como es apodado el protagonista de Todo igual y tranquilo como siempre (1), de Yamil Dora, al menos tal es su apariencia.
Pobre, joven, despreciado, inclusive considerado como víctima de un retraso mental por parte de los pobladores de la ciudad del interior de Argentina donde vive, El Mudo es todo un infeliz que tiene por sueño mayor comprarse una moto acuática e irse a vivir a Brasil. El disfraz perfecto para un asesino. ¿qué sujeto en toda la demografía provinciana, más desprovisto de poder que él?
De día provee de café y medialunas por cuenta de su empleador a los pequeños y medianos funcionarios de la municipalidad y por las noches da en deambular por bares donde observa a otros desheredados charlar y tomar cervezas; escenas que, como otras, aprovecha el autor para erigir la escenografía urbana y humana de su nouvelle, sin abusar nunca de un pintoresquismo innecesario.
Sin embargo, sabemos que todo delito o crimen implica una ratificación del yo individual ante el poder omnímodo de la sociedad a la que pertenece: quien roba o mata, está demostrándose a sí mismo que efectivamente él puede, aunque esté sujeto al castigo consecuente, burlar el poderío social siquiera brevemente.
Sin entenderlo del todo, al menos en el inicio de sus andanzas, El Mudo decide ejercer esa prerrogativa de modo anónimo, aunque “Creo que las fuerzas del mal son mucho más potentes que las fuerzas del bien” (pág. 23) afirma el protagonista, y en la misma página cierra la sección 19 Yamil Dora haciéndole manifestar “Yo no soy una fuerza del bien porque en esta ciudad las fuerzas del bien sufren y yo no quiero sufrir”.
A diferencia del periodista, crítico y escritor escocés Thomas de Quincey (1785- 1859), quien postuló en su ensayo Murder Considered as One of the Fine Arts (2) que el homicidio podía tener una faceta estética y era factible de ser técnicamente perfeccionado a través de su extenso desarrollo histórico, El Mudo reduce el cometido de sus envenenamientos del café que convida a sus víctimas al ejercicio de su anónimo poder personal, y es un segundo detalle, no menos importante, que la mayoría de sus homicidios los comete sin mediar entre él y los occisos reyerta mayor ni previo motivo valedero.
Es definitivamente un tema de poder el que lo anima, pero ejercido sobre meros representantes de su entorno casi tan carentes de poder como él mismo, lo que acerca a El Mudo a lo planteado por la filósofa, historiadora, politóloga, socióloga, profesora universitaria, escritora y teórica política alemana Hannah Arendt (1906-1975) en su célebre Eichmann in Jerusalem.
Ein Bericht von der Banalität des Bösen (3). Aunque la obra de Arendt está referida a un criminal de guerra hecho y derecho como lo fue Adolf Eichmann, personalidad radicalmente diferente de la de El Mudo de Dora, sí le caben a este carácter literario consideraciones de la autora germana en el volumen citado, como “Fue como si en aquellos últimos minutos [Eichmann] resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes”.
Lo perturbador de Todo igual y tranquilo como siempre es justamente lo fútil de los crímenes cometidos por El Mudo, que nada modifican de ese entorno al que le quitan uno tras otro personajes secundarios y terciarios, mientras todo sigue, justamente, igual que antes, y El Mudo se vuelve un ser cada vez más monstruoso, pero siguiendo los razonamientos de la pensadora germana, conservando su condición de mero representante de la compleja condición humana, no especialmente dotado de crueldad, básicamente “normal” pese a los crímenes del grado más alto que comete: con los mayores agravantes que contempla la justicia, la premeditación y la alevosía.
Inquietante trabajo el de Dora, cuyo estilo discursivo liso y llano, tal cual lo dicta el decoro (4) de su protagonista, no hace más que subrayar la efectividad de todo el relato. Estremece que en la ciudad provinciana todo siga igual y como siempre, que el poder siga en las mismas manos, aunque las de El Mudo hayan decidido actuar por cuenta propia, mientras que lo único perturbado - provechosamente para quien se anime a reflexionar sobre el sentido implícito que tiene la nouvelle- es el ánimo del lector.
El autor
Yamil Dora nació en 1971 en Casilda, provincia argentina de Santa Fe. Ha publicado anteriormente: El ángel solo (2005) Los barcos olvidados (2007). Poemas de Casilda para chicos de todas partes (2007) Una plaza, un niño y un poeta (2009) Como playa que se puebla (2009) Un mar que existe (2012), Un hombre encima del mar (2015), El olor de las hormigas (2017), Los Lindos (2017), Diez mil kilómetros de distancia (2019), Por la vereda con sombra (2020) y Once (2022).
NOTAS
(1)Salta el Pez Ediciones, Colección Manguruyú, ISBN 978-987-8374-44-4, 118 pp., Buenos Aires, 2024.
(2)Habitualmente llevado este título al español como Del asesinato considerado como una de las bellas artes, Blackwood´s Magazine, Edimburgo, 1827.
(3)Traducido a nuestra lengua como Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Piper Verlag, Múnich, 1964.
(4)Decoro en el sentido teatral y literario del término, por el cual un rey no puede expresarse como un campesino, una persona analfabeta como un hombre ilustrado, etcétera.
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