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Poemas de Eduardo Dalter (Buenos Aires)

05.09.2024 16:57 |  Noticias DiaxDia  | 

Libro CONCIERTO DE LOS OLVIDOS
13 POEMAS (2018 - 2020)
Ediciones Lexia
Rosario 2021
 
CARACOLES SOBRE LA REPISA
 
Yo nunca jamás viví en Güiria ni pernocté en Irapa
ni conocí las remotas costas de Macuro,
aunque estas fotos desteñidas me desmientan.
Tampoco comí carne asada con yuca en los bordes
del Manzanares, en las noches tibias del Caribe,
aunque por años estuvieran sobre la repisa
tres extraños caracoles y una moneda que alguien
tomó por suya y se llevó. Tampoco regresé en la mañana
un día nublado de octubre o de noviembre:
pareciera en verdad que siempre estuve aquí,
entre estas ocho paredes, también desteñidas, mirando
cómo la vida imagina, alumbra y nos sopla
como a una hoja que el viento esconde finalmente
en algún paisaje donde nunca llega el sol.
 
TARDE DE SÁBADO
                                   Un poema para la cotota
 
La tarde cae lentísima a esta hora,
según se puede sentir desde esta
habitación
de hotel, donde ningún árbol aparece
para mover sus hojas.
El ventanal luce un cortinado transparente,
acostumbrado, pareciera, a quietudes
como ésta,
donde un hombre solo toma mate y
piensa,
piensa en amor, amores, en política,
y ahora
en todos estos años que partieron.
Un hombre que justamente ahora
enciende un cigarrillo
y se dice y piensa momentos, cosas,
que no atañen a estos versos.
Pero volvamos, amor, volvamos al
poema;
te decía que honda, callada y quieta
es esta tarde tan fría,
mientras escribo, fumo, tomo mate
y me deleito mirando la quietud
en el devenir de esta tarde, tan tuya
y pasajera.
 
Otoño, 2018
 
EPIGRAMAS PARA OLVIDAR UN DÍA
 
Tu amado llega
en la madrugada a la estación
casi desierta, enciende un cigarrillo
y mira la hora.
 
Los perros duermen
sobre cartones, bajo el largo alero,
o debajo de los bancos
vacíos y entre sombras.
 
Será un día prometedor,
se dice pensativo y echa humo
mientras recuerda
haber cruzado el puente,
 
recuerda haber cruzado
la noche, la alta noche,
con camiones abandonados
en playas de cantinas y de hostales.
 
La historia lejana se repite,
pero nunca es ni será la misma,
decimos mientras va clareando,
y el tiempo lento nunca cesa,
 
cuando vos acaso ya estás
en camino y preferís recostarte,
estirar los pies y cerrar los ojos
o ver la carretera un momento...
 
Todo respira, palpita, todo va
al encuentro, en lo que será
un día una historia lejana
que nadie jamás sospechará.
 
Buenos Aires, 24/25 de abril
 
ALFOMBRAS
 
No toques por favor el alfombrado de la vida,
no lo toques, no lo toques,
y no intentes acomodarlo ni levantarlo un momento,
porque es muy probable que te aparezca
un cuerpo que aún no pudo cerrar los ojos
y algo así como un río infecto de papeles amarillos...
 
Buenos Aires, 24 de marzo, 2020
 
LOS DÍAS EN QUE NADIE SABE NADA
 
Nadie puede asegurarse cuándo será el día de mañana,
si dentro de algunas horas o de un mes o acaso años,
nadie puede saber cuándo volverá a caminar
tranquilo o despreocupado o nervioso por las calles,
nadie sabe, nadie alcanza a entender,
si algún país, o algún amigo, perecerá mañana,
o si acaso se cayó o se partió hace unos días,
nadie sabe nada a ciencia cierta: ni cuál follaje,
cuál paisaje, o cuál oscuridad, tendrá el mes de mayo,
aunque algunos piensan y recuerdan a sus primos,
a sus tíos lejanos, o a la escuela en que aprendieron
cómo se multiplica, cómo se resta y cómo se divide,
mientras, las calles siguen vacías, y las esperanzas
nadie alcanza a comprender si están vacías
o llenas, o si de verdad existen en el hueco de esta hora,
hay una sensación de que todo se dispersa o queda
flotando, flotando, para nada o para nadie,
o como si dios muy cansado, o muy aturdido,
se hubiera mudado para siempre a otra galaxia...
 
Buenos Aires, 1 de abril, 2020
 
PAISAJE EXTRAÑO DE LAS CALLES
 
Los barbijos también indican lo que los deshielos ya venían
anunciando;
y el nerviosismo de manadas enteras de elefantes
que rompían las cadenas y subían a los montes.
Muchas otras cadenas además se están rompiendo
por el eslabón más débil o de realidad insostenible.
Todo abuso, o exceso, termina siendo contra todo
lo que propicia el equilibrio. ¿Hemos perdido algunas piezas?;
¿andamos ya como bolas sin manija y lejanos
del camino esencial, que no lleva, según se vea, a ningún lado?
Los barbijos van indicando algo que habrá que ir develando
entre el polvo
y el desconcierto mundano que poco deja ver
entre tantos gestos graves y tantas calles solas que descansan
desoladas, pensativas, ausentes o felices.
 
RECUERDO DE ANNA
 
"En los años en que yo nací había hambre,
y mi pobre padre nunca tuvo un buen trabajo",
me dijo mientras caminábamos dejando la estación.
Cruzamos entre puestos de souvenirs y de turistas
cuando me recomendó sonriente: "tienes que leer
más a Cavalcanti; no todo bajo el cielo es Ungaretti".
Después me fotografió en el Ponte, y caminamos, caminamos...
"Tienen encanto estas calles; yo las recorría siempre
con mi madre y con mi hermana", me dijo algo ensimismada,
en medio de un paisaje que parecía tener los tonos de su voz.
”Bueno, cuando regreses, yo te acompañaré
a la Liguria", me propuso, a la vez que encendía un cigarrillo.
"Pero no digamos nada; siempre me resultó inútil proyectar;
nunca fui una mujer de mucha suerte".
 
* Anna G, profesora de literatura italiana, nativa de la Toscana y amiga, partió en marzo último, víctima del coronavirus. Este poema quiere ser un presente para su memoria y su amistad.
Buenos Aires, abril, 2020
 
OLVIDADA MAR DE LAS HORAS
(o una especie de ciega guerra silenciosa)
 
Es como si se estuviera en un bote frágil,
sin avanzar, sin retroceder, y sin oleaje,
casi sin antes, sin después (o sin ahora)
y olvidado del mundo, desentendido
y extrañamente tenso y opaco a la vez,
flotando, flotando, sólo flotando,
lejano de toda orilla y todo puerto,
divisando, sí, recordando historias íntimas,
pero que parecen de otro mundo,
desparramadas, descoloridas o disueltas,
y unas pocas aburridas de haber sido,
mientras se oyen ecos extraños de muy lejos,
y temiendo en una hora y otra, o quizá minutos,
la irrupción del gran oleaje oscuro,
ése que viene a dar el frío abrazo,
lejano de todo dios y toda luz como testigos...
 
Buenos Aires, julio, 2020
 
CONCIERTO DE LOS OLVIDOS
(con fondo afiebrado de calandrias)
 
Los gobernantes y funcionarios no andan por aquí;
no les agrada, o no sienten el placer de tomar solcito
en un gran campo o en un terreno agreste, sentados
encima de una piedra, o nada saben que existen
lugares reverdecidos e inclinados como éste,
donde se alcanzan a ver como en un mapa intercalado
el zinc de los techos plateados y oxidados,
y allá lejos, en los fondos, el humo que se levanta
de los basurales, donde abundan a sus costados
el diente de león, la manzanilla silvestre y los abrojos.
No, no les agrada, o no los conocen; tampoco
a la gente que cruza y saluda alzando una mano
y gritando alguna sílaba. No, no los conocen y sorprende.
Y lo he pensado muchas veces. No, no los conocen, por lejanos
o por falta de tiempo, o por falta de alguna magra cosa.
Aunque sean los territorios que nombran, señalan, tasan
y gobiernan.
 
AVENIDA DE MAYO
Entre un bostezo gris de calles, los frentes de los comercios lucen con
candados
ante un ancho paisaje que muestra su presente desvalido
a quien se atreva a mirarlo o desee ganar o perder el tiempo de esa
forma.
Hace sólo un momento cruzó la avenida una ambulancia rauda y ululante
en dirección del norte, sin transeúntes, sin autobuses, y sin testigos.
Los bares, los restaurantes, sin nadie que observe a través de los cristales,
son el reflejo de un retazo de ciudad que parece clausurado por la vida
o condenado (no puede saberse hasta cuándo) a perder todo sentido
o razón de ser. Otro retazo, en fin, gris y abandonado
por lo que siempre fue lo suyo y su gracia,
entre los pasos apresurados de la gente y sus latidos.
 
DEL ÁLBUM PERSONAL
 
Los poetas me empujaron, con sus dulces de zapallo;
me empujaron, sí, y me cercaron con sus mieles surrealistas
y sus guindados prolongados, lentos y asombrosos;
juro que yo no quería porque también traía mis cadencias,
mis diapasones jubilosos donde crecían corazones
entrañables de baldío y de alambradas oxidadas
bajo el velo de la llovizna y de los ensueños matutinos;
yo también traía bajo el brazo mi Xavier Villaurrutia y mi Neruda
y un bolsillo grande para Vallejo y para Whitman;
pero llegó la oscuridad y cayó la noche con sus bocas
y escuché atento sus ladridos y crujidos,
sus gritos silenciados y su murmurar de madrugada,
y me encontré solo, con un lugareño callado
y espantado, y otro que gemía con las manos en la cara;
y soplaba el viento y silbó por años, años
(espero me hayas entendido y tomado el viejo anís que te convido);
pero es verdad: los poetas me empujaron
con sus dulces de zapallo y mermeladas;
me empujaron y rodearon con sus mieles surrealistas
y sus cintas y moños desplegados en sus puertas,
mientras truena, y se oye bien que truena, truena,
en la hora pico de sembrar e intentar caminos para el hombre...
 
POEMA PARA UNA JOVEN PASAJERA DEL TREN A ROMA
In tutto il mondo appaiono i briganti...
a Roberta
 
En Colombia los vi en la montaña, en carpas, ya despojados,
con sus hijos y mujeres, con honda tristeza en las miradas,
y hablé y almorcé con ellos un hervido.
En Nueva York, más allá de la avenida 125, los descubrí
en una historia de luchas, desolaciones y heridas viejas,
que siempre quiere ser borrada, para acaso después
ahondarle un McDonald’s con ofertas o alguna filial que dé
ganancias.
Ésta es una historia, un antiguo hábito, capaz de producir
tantos briganti cada hora, desde Martinica hasta Napoli,
y Occidente no ha venido proponiendo otra cosa.
En el extremo sur, en Neuquén, en sus poblados,
los briganti toman el nombre de mapuches, y aún son corridos
de sus tierras ancestrales, difamados por la prensa y desgajados
a balazos. Hablar de historia, al cabo de los siglos,
es también el ejercicio de ignorar, temer, o enterrar a los más
débiles,
que son la medida del odio y del amor que se siembra en la tierra.
Lo más cierto, profundo y perdurable,
porque hasta aquí llegó el hombre, con su cuota de dolor y
entendimiento a cuestas.
 
REVOLVIENDO UN CAPPUCCINO
 
Recordar los sueños postergados, también
tiene su gracia en lo que podrían haber sido.
Uno puede memorarlos así como los soñó originalmente.
No tienen contratiempos ni agitación ni dolor de muelas,
ni la combinación que finalmente se perdió por 10 minutos.
Los bares se encuentran como uno los dejó hace dos años,
con la misma mesera y el mismo gato que entregadamente
se relame. Sí, y así voy comenzando a reencontrar
a la encantadora y portuaria Messina, con sus tranvías,
restaurantes, cervezas fuertes, y los aires de su gente.
No importa ya por qué, o sí importa, pero no pudo ser
sino esto que es, al momento en que revuelvo
el cappuccino que humea, y que miro ensimismado
como esperando una respuesta acerca de la magia
de los días, que tantas veces nos dan sólo lo que quieren.
 
Bonus extra (2021)
VERSOS TRISTES POR MARVELLA
 
La poeta me llamó para Nochebuena;
no esperaba su llamado lejano a las 9 de la noche;
recuerdo que sonreía al teléfono y me insistía
que le tuviera paciencia, y que iba a venir a la Argentina;
después más de una vez miré las fotos donde estamos
pensativos o distraídos o sonrientes,
en la calle, en un museo, o en las costas caribeñas,
mientras pasaban los meses, sin prisa, sin noticias;
y me preguntaba oh qué será, qué será de sus pasos;
me preguntaba, me preguntaba; y me contentaría
con seguir preguntando, sí, aunque fuera
sólo en espera de noticias

Eduardo Dalter nació el 6 de febrero de 1947 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Es poeta, investigador y difusor cultural. Colaboró en las revistas culturales “Crisis” de Buenos Aires, “Shantih Magazine” de Nueva York, “Casa de las Américas” de La Habana, “Revista Nacional de Cultura” de Caracas, “Alero” de la Universidad de Guatemala, entre otras. En la dictadura militar vivió en el Oriente venezolano y en la ciudad de Maracaibo. Dirigió la revista de poesía latinoamericana “Cuaderno Carmín”. Algunos de sus poemarios: “Aviso de empleo”, 1971; “Las espinas del pescado”, 1973; “En las señales terrestres”, 1975; “En la medida de tus fuerzas”, Ediciones Cantaclaro, Maracaibo, 1982; “Versus” (1971-1984), incluye “Estos vientos”, 1984; “Silbos”, 1986; “Hojas de sábila”, 1992; “Aguas vivas”, 1993; “Las costas del golfo”, Ediciones Mucuglifo, CONAC, Mérida, 1995 (el autor residió en Güiria, poblado costero venezolano, durante 1977 y 1978 y a esa experiencia corresponden los textos); “Mareas”, 1997; “N. Y. Postales para enviar a los amigos”, 1999; “Almendro de naufragio”, 2000; “Bocas baldías”, 2001; “Marcha de los desocupados”, 2002; “El mercado de la muerte”, 2004; “Macuro”, 2005; “Hojas de ruta” (1984-2004), 2005; “Canciones olvidadas”, 2006; “7 poemas”, 2007; “Cuatro momentos”, 2009; “Dos cigarrillos para Eliot”, 2015. Y en soporte digital: “18 poemas”, 2015, y “21 poemas – La hora de los zorros”, 2016. En prosa (estudios, antologías): “El periódico Alberdi y sus poetas”, 2000; “Historias, personajes y leyendas de Villa Luzuriaga”, 2011; “Harlem: los blues de la historia” (Un siglo de poesía), Editorial Leviatán, 2014; “Viento Caribe” (Poesía de Guadalupe, Guayana, Martinica y Haití; selección e investigación en coautoría con María Renata Segura), Editorial Leviatán, 2014, entre otros.
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