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Poemas de Alfredo Bufano (Mendoza)

07.10.2024 00:05 |  Noticias DiaxDia  | 

El Huerto De Los Olivos (1923)

GENEALOGÍA


De heroica estirpe corsa desciendo; hay en mis venas
sangre de montañés, de monjes y piratas;
sólo mi madre, que era más suave que una nube,
puso en mí viejo espíritu una azucena pálida.

Por eso muchas veces frente a ti, soy como una
garra dura y tremenda, como una enorme garra
que al sólo suave roce de tu mano de seda
se hace también de seda como tu mano blanca.

Por eso mis pupilas se pierden en las sombras,
y son frente a tus ojos, como aves solitarias
volando más allá de la vida y de la muerte,
más allá de los siglos más allá de la nada.

Por eso soy a veces taciturno y doliente,
y otras, ¡tu bien lo sabes! un puñado de infancia;
y así como te lleno de besos y canciones,
he abierto con mis uñas, en sueños tu garganta.

Ya te lo dije un día: pesan en mí diez siglos
de pasión y de muerte, de amor y de venganza;
¡No tiembles, pequeñuela, si alguna vez descubres
en mis profundos ojos la sombra de mi raza!

Por lo demás ya sabes: soy una cosa tiste,
¡bastante triste! Acaso siempre azucena pálida
que en las noches profundas vuela hacia las estrellas,
trémula de suspiros y luciente de lágrimas.

TE QUIERO

Te quiero por la tenue caricia de tu voz,
te quiero por la seda de tus manos,
por la blancura de tu piel, te quiero
por la sensual promesa de tu nuca,
por tu fino cabello, por el raro
perfume de tu carne en primavera,
por la gracia felina de tu cuerpo
con algo de vestal y de leopardo,
te quiero por la roja flor de fuego
de tu boca entreabierta, por el vago
resplandor religioso que te envuelve
como el halo de luz circunda al astro;
te quiero por tu alma, oh mi pequeña,
que es alma de pureza y de milagro,
¡y por tus ojos!, por los ojos esos
que en gracia eterna moverán mis labios
para cantar los versos que ellos mismos
hacen brotar del corazón extático,
como el hilo perene de la fuente
que murmurando salta hacia el espacio,
para tornar de nuevo a recogerse
y volver a surgir, siempre cantando.

¡Oh mi gacela. Oh mi olorosa, linda
como una florecita de naranjo!


Poemas De Cuyo (1925)

ÉGLOGA A LA TIERRA DE CUYO

Cante esta vez el claro verso mío
tu fecunda bondad que en todo alienta;
lo mismo en la montaña que en la menta,
que en turbia acequia o caudaloso río.

Cante la aristocracia austera y suave
del álamo, que eleva su figura
hacia la claridad inmensa y pura
de tu cielo, en un vivo anhelo de ave.

Cante tus amplias, lujuriantes viñas,
fuentes enormes del gran bien celeste;
y este perfume, este perfume agreste
que tan sólo regalan tus campiñas.

Cante al nativo pájaro que el vuelo
remonta al cielo y que trinando ambula;
y el desolado cardo que se azula
de tanto y tanto contemplar el cielo.

Cante con su más tierna melodía
las olorosas flores de la tuna,
que son como pedazos de la luna
decorando la torva serranía

el manantial jocundo y cristalino,
y la fecundidad del duraznero,
y la cruz solitaria que el viajero
suele encontrar al borde del camino.

Y el cedrón oloroso, la cancela
que da a las galerías silenciosas,
y las enredaderas milagrosas
que plantaron las manos de la abuela.
q cante a la mujer fuerte y garrida,
de ojos profundos y de piel morena;
mujer la más hermosa y la más buena
que entrega con su amor toda su vida.

Cante al mancebo de cuerpo robusto,
de tórax amplio y de cuello taurino,
alegre a veces como el sol y el vino
y otro fakir hermético y adusto.

No desprecie mi canto conmovido
ni la brizna más leve del sendero;
sabroso sea como pan casero
y bueno como un árbol florecido.

Que tenga olor a vid y a yerbabuena
y fluya claro como linfa agreste,
para que logre ser así como este
hondo perfume que tus campos llena.

RANCHO MENDOCINO

Sobre oscuras esteras de trenzada totora
el sol de otoño seca, tuerce, comprime, dora
uvas, higos, ciruelas, duraznos opulentos
y zapallos y choclos y sartas de pimientos.

De la pared de adobe, del clavo de una estaca
penden ramos de orégano, de cedrón y albahaca.

En el corral cercano una mujer trigueña
con otoñal cachaza la dócil vaca ordeña.

Cuatro chiquillos sucios juegan a la pallana
sentados en el suelo, en plena resolana.

Bajo la añosa parra, callado y pachorriento,
un viejo magro y fuerte está sobando un tiento.

Por el desierto patio, bajo el sol amarillo,
cruza lenta una flaca gallina con moquillo.

De tapia en tapia, en tanto, una leve ratona
con breves notas finas su ubicuidad pregona.

Y a la puerta del rancho, un perro macilento,
lleno de garrapatas duerme su aburrimiento.

SIESTA

La chicharra en el parral
su rauda matraca toca
acompañado a la loca
flauta que toca el zorzal.

Olor a vino pichanga
sale de la amplia bodega,
el tibio viento a mí llega
trayendo un son de catanga.

El sol quema la enramada
de chilca reseca y dura,
mientras la acequia murmura
su eterna y simple tonada.

Y bajo un chañar que ostenta
sus huevecillos de oro,
parlotea un viejo loro
en la tarde soñolienta.


PRIMAVERA EN LA MONTAÑA

Brillan las moreras y los carolinos,
se hinchan los sarmientos de las viñas prietas,
y hay en los caminos
y en las ríspidas sierras violetas
una oculta alegría pagana
que es oro en la tarde y oro en la mañana.

Cantan los senderos, cantan los pinares,
cantan los chañares y albaricoqueros,
y los durazneros y los olivares
y los azahares de los limoneros.

De limpios verdores se cubren las parras
del huerto querido. La siesta
ya afina su orquesta
de agudos zorzales y roncas chicharras.

Mi verso se viste de pámpano y pino;
se lleva a los labios su flauta de rama de higuera,
y se va por el pardo camino
danzando la danza de la primavera

COLORES

¡Campos de Tunuyán en esta clara
mañana de domingo tibio y lento!

Blanca, violeta y rosa la montaña,
azul celeste el cielo;
ocre profundo las trincheras de álamos
y verdes los pletóricos viñedos;
negruzcos los inmensos jarillales
y pardos los caminos polvorientos.

¡Mis ojos están llenos de colores;
la vid, el campo, la montaña, el cielo!....

VIEJA DEVOTA

Misia Fidela vive en su casona
llena de malvarrosas y glicinas;
sola, callada, triste, bonachona,
con sus perros, sus gatos y gallinas.

Su dormitorio es una antería
por horror a los guiños del demonio.
Estampas de Jesus y de María,
de San Pedro, San Pablo y San Antonio.

Metida en su mantón va a misa de alba
todos los días, infaliblemente,
cuando aun brilla el lucero suavemente
y el cielo montañés es verde malva.

Los domingos, con manos amorosas,
cuando no fríe ricas sopaipillas,
calienta el horno viejo con jarillas,
y hace empanadas de las más sabrosas.

Gusta de la pichanga y la mistela
y de alguna legumbre en escabeche,
del orejón y del arroz con leche
espolvoreado apenas de canela.

Mañana ha de morir, y ha de ser una
oveja más en el celeste aprisco,
y dejará su casa y su fortuna
a la comunidad de San Francisco.


Tierra De Huarpes (1927)

PUREZA

A estas montañas vine
a reposar un poco;
y aquí estoy, hecho un loco
personaje de cine.

Con mi perro y mi mula
bajo los cielos vago
y a su divino halago
el alma se me azula.

Los años van pasando
entre esta serranía.
¡Oh, dulce brujería
de lo que estoy cantando!

¡Brujería celeste
de la montaña grave;
brujería del ave
y de su flauta agreste!

Equitación y pesca,
Caza ensueño y descanso.
¡Mi vida es un remanso
de agua fresca.

Poemas De La Nieve, (1928)

NIEVE Y LUNA


Sobre el valle de Uspallata,
en esta noche de junio,
un obsesor plenilunio
su cabellera desata.
Mi alma no sabe decir
frente a tanta maravilla,
si es la nieve la que brilla
o es el celeste zafir.

¡Oh roja luna serrana!
¡Oh valle dulce y profundo!
¡Todo el silencio del mundo
se ha dormido en mi ventana!

El Reino Alucinante, (1929)

EL REINO ALUCINANTE

Yo conozco un lugar inmutable y doliente.
En sus calles y plazas crecen las hierbas, como
si hiciera muchos años que nadie transitara
por ellas. Los viajeros se deslizan sin ruido
cual las vagas imágenes que vemos en los sueños.

Hay pájaros que vuelan, pero que no poseen
la piadosa virtud del trino melodioso.
Los árboles se mueven merecidos por un viento
sin voz. Las aguas corren mudas en los canales.

Cuando la lluvia cae sobre las plantas, cuando
acude a los cristales como pidiendo abrigo.
Lo hace en silencio; lo hace con el grave silencio
de la divina lágrima que asoma a nuestros ojos
sin haber contraído ni el más pequeño músculo.

Clarea el día y llega la noche de oro y ébano,
y al moverse los seres y las cosas, lo hacen
sin el menor murmullo. Gesticulan las bocas
como si hablaran, pero la voz no sale de ellas.

A todas horas vese de hinojos sobre el musgo
a un solitario monje de angustioso musita
un rezo del que nadie conoce las palabras.

Las ventanas se abren sigilosas, y asoman
unos rostros estáticos de inquietantes pupilas
que se quedan las horas mirando a la distancia
cual si escrutaran algo que nadie ha visto aún.

La verdinegra fuente lanza su fino chorro
que cae silencioso cual si fuera de lana,
mientras el agua inmóvil del viejo estanque copia
un pedazo de cielo de un gris desconocido
y el follaje dorado de los árboles muertos.

¡Oh Dios mío, Dios mío, piedad para el que llega
a este lugar más triste que la nada y la sombra!

SUEÑO

¡Es cierto! Todo se me fue soñado.
Mas déjame soñar, que el sueño es bueno.
¡Cuánta angustia que pudo ser veneno
del alma triste se me fue soñando!

Toda la vida se me va en un sueño
que no he de ver hecho palabra un día.
¡Y sin embargo sueño todavía,
pues si mi vida es algo, es porque sueño!

Nada más que por eso; y porque alcanza
el cielo, claro almendro florecido.
De este modo mantengo mi esperanza
con su cirio eucarístico encendido.

Déjame ¡oh Dios! Que duerma y sueñe ahora
que estoy para sufrir siempre despierto.
¡Hoy este sueño el corazón me dora,
y haz que me lleve a ti después de muerto.

Valle De La Soledad, (1930)

ESTA ES MI SIMPLE VIDA


Esta es mi simple vida de profesor rural:
dar clases, mal o bien, en la Escuela Normal.

Para ir a mis aulas, a diario debo hacer
unas leguas de campo rojo de amanecer.

Esto, indudablemente, de todo es lo mejor.
El campo es profilaxis de cualquier profesor.

Eso sí; para ser cual todo sabio ha sido,
me falta ser un poco provecto y distraído.

Voy a la escuela como cuando era estudiante.
La austeridad la dejo para más adelante.

Como cualquier alumno me alegro cuando suena
la campana, trizando la mañana serena.

Salgo a al patio con simple gozo de caracol,
y en diez minutos lleno mi espíritu de sol;

Pájaro tibio que, de tan hermosa jaula
liberto luego para que vuele por el aula.

Y entre un croquis y un hecho, y entre un ver
como un error furtivo el tiempo se me escapa.
Salimos. ¡Hora bella! Libre ya al mediodía
de textos de gramática, de historia y geografía;

Torno a mi lugar cerrero, que a orillas del Diamante,
goza la franciscana virtud de su habitante.

Como no sé jugar al truco ni al tresillo,
ni al ajedrez, ni al póker, ni descifro el sencillo

misterio de la loba, nadie puede notar
mi ausencia vitalicia del pueblerino bar.

SOL MENDOCINO

Bajo este tibio sol de otoño mendocino,
el alma es una tenca trinando en el camino.

Cielo sin una nube, sin una nube, igual
a una campana límpida de celeste cristal.

¡Alegría en el árbol y en la acequia; alegría
en el ave y en la cambiante serranía!

¡Alegría en el valle tornasol y en el monte
y en la grávida curva de todo el horizonte!

Y es porque uno no sabe, de ninguna manera,
si es del otoño el mundo o es de la primavera.

Y el alma, alegre y niña por no darse a dudar,
se pone bajo el cielo a volar y a cantar.

USPALLATA

Valle de Uspallata,
erizados de cumbres de plata

Que en la tarde pura
voluptuosamente ciñen tu cintura.

Valle de Uspallata, donde el sol, rendido
de andar por las cierras, se queda dormido;

Y tanto se huelga
en el río y los prados de mielga,

Que el bíblico hato de vellón de nieve
como el sol, si pace; bebe sol, si bebe.

Valle de Uspallata, en donde la luna
de noche, en silencio, guarda su fortuna;

Cuando no se baña, desnuda y hermosa
en las verdes aguas del río Mendoza

Que baja cantando por la pradería
contento de su alma sonora y bravía.

Claro valle de oro, en donde los años
se mueven apenas como tus rebaños.

Valle de oro y cielo, en donde la vida
está entre las cumbres tan bien escondidas,

Y es tan pura, tan grave y tan fuerte,
que por más que la ronde no la haya la Muerte.

Romancero, (1932)

RETRATO

Este muchacho que tiene
negros los ojos y el pelo,
ágiles miembros de gamo,
elástico y firme cuerpo;
este muchacho que mira
de un modo tan grave y tierno,
de un modo que pareciera
estar mirando a lo lejos;
este muchacho que luce
hermoso tórax y cuello,
este muchacho es mi hijo,
lo mejor que diome el cielo.

¡Clara música del patio;
capitán de barulleros;
luna, relámpago, aroma,
mística rosa y lucero,
ojos por donde yo miro,
boca por donde yo muero!

Los Collados Eternos, (1934)

ROMANCE DE LOS DOS RÍOS


Labrador era mi padre,
y yo he sido labrador;
pero mi madre tenía
de cristal el corazón.

El me dio músculos recios
para ser trabajados;
Y ella en mi alma, viento y agua,
su música deshojó.

El trabaja la tierra,
¡con qué cariño, Señor!
Ella miraba las nubes
cual suelo mirarlas yo.

Mi padre me hizo labriego,
mi madre me hizo cantor;
por él manejo el arado
por ella lloro de amor.

El me decía: "¡Muchacho:
agua y tierra es lo mejor!"
Ella a mi oído rezaba
"Rapaz ¡qué cielo el de Dios!"

Mi padre vino a estas tierras
a buscar lo que encontró:
presnos, hogar y domingos
por seis días de sudor.

De estos dos ríos contrarios
de estos ríos vengo yo
De los dos ríos que canto
no sé cual será mejor.

A ella el cielo le gustaba
y el cielo se la llevó
Él se quedó mudo y sólo
con su tierra y su dolor.

Vivió en ásperas pobrezas,
y así pobre envejeció.
¡Un día se fue en silencio,
tan pobre como llegó!

Allá se encontró con ella,
la misma que aquí adoró.
¡Estará mi padre arando
en las tierras del señor!
¡Soñando estará mi madre
Sentada a su bastidor!

El me dejó fortaleza
para aguantar mi dolor;
sus ojos ella y sus lágrimas
para llorar a los dos.

Hoy ya solito en el mundo,
esta copla canto yo.

Mi padre me hizo labriego,
mi madre me hizo cantor.
Por él manejo el arado,
por ella lloro de amor.

Colinas Del Alto Viento, (1943)

BUENOS DÍAS POETA



Sean la claridad tu más firme camino.
De nada han de valerte mucho seso y buen tino
si es la palabra brozna, si es el decir ladino.
¡Puros, límpidos, castos: sintaxis, verso y vino!

Muchos un día holgaronse en decir raras cosas:
ahogabanlas, hacínalas de talento tenebroso.
Nadie las entendía, nadie hallolas sabrosas.
¡Yo sigo prefiriendo la belidad de las rosas!

Yo continúo amando la lección de las flores,
la del viento y las aguas y la de los pastores,
la de la huyente nube con sus varios colores.
¡Y la de mis angustias con mis propios dolores!

Así logré mi verso, día a día labrado,
por mi sufrir ceñido, con mi sangre regado.
En él di lo que a mi alma por Dios fuerale dado.
¡Si no fuera para la gloria, tieneme sin cuidado!

Abrévate en los hornos y eternos manantiales
de Dios y de la Patria. Los poetas cabales
son siempre de su pueblo, cual los ríos caudales,
cual las constelaciones y los claros trigales.

Porque la Patria es esto que da perpetua vida,
que jaden, que suda sangre reverdecida,
que nos queman las carnes como gleba encendida.
¡La Patria ha de dolernos como duele una herida!

"Nunca menos ocioso que cuando estés ocioso",
Escipión Africano nos dice ¡Dulce gozo
de la semilla eterna que germina en reposo
viva, anhelante, inmóvil en sueño laborioso!

Da tu verso y no pienses que alguien oye tu acento
¡Que lo lleve la gloria, que lo derrame el viento!
deja proscenio y ruido para gallo y jumento.
¡Canto y llanto se amasan con el mismo elemento!

Sea tu ejemplo el agua tenaz y laboriosa;
ella eriales fecunda, duras piedras labora,
mueve recios molinos, canta murmura, llora.
¡Empero, nunca he hallado más humilde señora!

Entre ciudad y aldea no dudes ni un momento.
El campo es la dulzura de la estrella y el viento,
de la flor, del olvido, del humilde sustento,
del alba y de la luna, del buen recogimiento.

¿La soledad? ¡Maestra de mucha autoridad!
no hay obra ni grandeza sin su buena amistad.
Haz en ella tu mundo de luz y de verdad,
y de amor sin confines, y de eterna bondad.

Mendoza La De Mi Canto, (1943)

 VENTANA

Esta ventana abierta al campo arado,
a la montaña azul y al viejo río,
es en mi soledad el mundo mío,
el mismo siempre, y siempre renovado.

Por ella en cielo ilustre he navegado,
triste señor de mi estelar navío;
por ella he visto el mínimo rocío
en arca de color transfigurado.

Albas de verde mar, horas del cielo,
lejanos grises, luna, azul profundo
por ella vienen hasta mi canción.

Y por ella se van claro vuelo
por los caminos pálidos del mundo
las golondrinas de mi corazón.

Infancia bajo la Luna, (1945)

DOÑA LUZ


En el aula era una especie
de espantapájaros negro.
vaina enjuta de algarrobo,
nariz de jote o de anzuelo.

Cada grito de los suyos
se me metía en el cuerpo
como una araña peluda,
como un helado murciélago.

Doña luz nos desaznaba
con voz ruda y fieros gestos
y para apodos no había
quien extenuase sus sesos.

"¡A ver usted, niñiñaque!
¡pase y lea pichiciego!
¡qué hace usted su frailecillo,
con esa cara de de muerto!"

Sin embargo una mañana
la vi llorar en silencio
sobre unas flores marchitas,
sobre unos papeles viejos.

Aún veo su triste rostro
como entre nieblas de sueño.
Aún veo sus flacas manos
desmenuzando unos pétalos.

¡Qué dulce llanto empañaba
aquellos ojos tan fieros!

Charango, (1946)

COPLAS



I

La copla es copla si nace
de los hondones del alma,
como de la peña brota
el hilito de agua clara.

IX


Mi copla, con claro gozo,
brota de mi sentimiento;
fresca música del pozo
que sube y se lleva el viento.

XI

La poesía ha de ser
tan vieja como la luna,
mas sin dejar de ser una
flor ebria de amanecer.


XLV

Mi canto es vivencia en mí,
pero es también tu vivencia,
del mismo modo que el río
es agua en él y en la tierra.

XXV

Dulce es el agua si canta,
dulce es el agua si llora.
saque tu verso ventaja
del agua caminadora.

XXIX

Deja inútiles lamentos
y sé jocundo, cantor
como un duraznero en flor
entre olivos cenicientos.

XXXI

Llora la aguita del cerro;
llora el viento entre el chacay.
yo canto pero es mi canto
mi manera de llorar.

Alfredo R. Bufano nació el 21 de agosto de 1895 y falleció 31 de octubre de 1950. A los quince años, se instaló en Buenos Aires y, entre 1915 y 1919, publicó sus primeros poemas en El Correo Musical Sudamericano. Colaboraba en Caras y Caretas y Mundo Argentino. Colaboro en los principales dia rios de Buenos Aires. Fue Presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (filial Mendoza) y vicepresidente de la misma en Buenos Aires. 
Publicó El viajero indeciso,  Canciones de mi casa, que en 1920 fue galardonado con el segundo premio en un concurso organizado por la Municipalidad de Buenos Aires.
Algunas de sus obras: el Viajero Indeciso (1917), el Huerto de los Olivos (1923);  Poemas de Cuyo (1925), Charango (1946) y Junto a las verdes rías (1950), Marruecos (1951) póstumo. 

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