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Cosquilleo de márgenes abandonados. Por Claudia Ainchil
02.11.2024 11:46 |
Noticias DiaxDia |
Costaba arrancar. Siempre comenzar de nuevo le originaba un cosquilleo de márgenes abandonados a la deriva. Igual juntó fuerzas y decidió que las cosas iban a cambiar. Sería ella quien manejara los hilos, y no los otros. Ya el tiempo de ser la cabeza rapada en el crudo invierno de la Siberia no entraba en la nueva etapa. Que ironía- pensó y la panza le hacía ruidos.
Estas parada en el año que elijas, le dijo una amiga. "Vas a tirar todo por la borda. Ponete algo azul, te va a proteger. Y sino hacete una X en la nuca para que no te veas desbordada por el cúmulo de negatividades externas".
No era mala idea- pensó mientras iba caminando sin rumbo fijo con la vista sólo adhiriéndose a cuanto color se le cruzara en el camino. Las calles estaban cubiertas de insomnes cuerpos. Recordo la epoca de la pandemia, demasiadas lenguas encerradas bajo los barbijos chocando contra la humedad de Buenos Aires. Vio un cartel repetido en sucesivos bares exponiendo la frase clara y contundente “el baño solo para clientes”. Esa perspectiva mezquina siempre le provocaba enfado, ¿el que no tenía para tomarse un café y no aguantaba llegar a su casa para ir al baño?.
Como le gustaba el desorden de matices entrando dentro de su ser, y así solía vestirse. Como si los arcanos sin ropajes impuestos se manifestaran de la manera más libre en cada longitud, arriba y abajo, viviendo en ella.
Tocó el aro de cristales que atravesaba su oreja izquierda. Uno solo, enredando el pelo largo. El rojo, amuleto predilecto, no podía negarlo, era más fuerte que ella esa adicción. Quizás fuera la única lucidez que la alejaba de las pesadillas nocturnas. Era como un vigía inyectando cierta fuerza abrumadora. En ocasiones algunas personas al verla toda de rojo mostraban cierta incomodidad. Si por ellos fuera le regalarían ropa configurada al estereotipo convencional. Cómo explicarles que su ropa interior también era roja, salvo por la turmalina negra que rozaba su piel o la pirita que llevaba colgando a la vista de nadie.