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Tomás Barna: Un escritor inefable. Por David Sorbille
07.12.2024 15:00 |
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I
El propósito de este ensayo es la aproximación a un escritor inefable, cuyo estado de éxtasis literario se complementaba con su capacidad docente, su afable diálogo y memoria prodigiosa. En su extensa trayectoria, Tomás Barna (Budapest, Hungría, 11 de Marzo de 1927 - Buenos Aires, 2 de junio de 2021) edificó una catedral de temas que recorrieron todos los géneros literarios con similar intensidad y sabiduría. De ahí que, me referiré puntualmente a algunos de sus libros que destacan su notable dedicación a tratar aspectos esenciales de la vida y la escritura. Por eso, recuerdo que en la presentación de uno de sus libros expresé: Antes de entrar en materia, les cuento que Tomás me dijo que andaba buscando un nueve de área para meter un gol en la presentación de su nouvelle No estoy muerto: solo tengo catalepsia (Enigma Editores, 2018) y acepté por la amistad que nos une más que por su propuesta futbolera, más aún cuando en mis años juveniles solía jugar de marcador lateral izquierdo y bastante lejos del arco contrario. De todos modos, acá estamos para celebrar una nueva creación de un artista de la palabra, un escritor mayúsculo que cincela con su inagotable inspiración plena de sentimientos, vibraciones, sutilezas, conciertos de paisajes espirituales que nos deslumbran con su belleza y sabiduría y, también, con saludables extravagancias y una imaginación que no tiene límites. A propósito, en nuestras charlas telefónicas, Tomás me demuestra con un lujo de detalles, el valor pleno de su cosmovisión, su metafísica cruzada con un humor singular, pletórico de matices, de sutilezas y lo que él mismo denomina: “pinceladas de delirios con acentos poéticos”, nada más ni nada menos. La música, es parte irreemplazable de su repertorio de peculiaridades, sus elegidos son también los míos, los inmortalizados en el pentagrama universal de la vida en plenitud. La cinematografía, otra variedad de un disfrute común sobre los directores y artistas que nos han embellecido los días con recuerdos y actuaciones memorables. La poesía, el último peldaño de esta tríada de placer que nos hace viajar por el mundo a través de las palabras y el majestuoso don de sus cultores. Tomás Barna, resume en su ser y en su hacer, el valor primordial de la música, la cinematografía y la poesía, pero a su vez, cada una de estas expresiones humanas son sinónimos del Amor en su más amplia concepción. La obra íntegra de nuestro escritor tiene ese denominador común, pues nada se hace sin ese sentimiento que nos identifica y nos da sentido como humanos, pues si hay una deidad a la que recurrir sin ninguna duda, es la del Amor, y es también, la de La Creación. Tomás Barna nos abre la puerta de No estoy muerto: solo tengo catalepsia, diciendo: “Esto podría titularse, también, “Grotesco en Fa Mayor”, porque –en realidad– me río de lo que fui y de lo que soy”. No hay en él otro propósito que el de compartir en el recodo de su existencia, una parodia que nos traslada a otros experimentos literarios de disímiles consecuencias, pero que en él tiene resonancias muy particulares como las que sugiere “La Noche transfigurada”, de Arnold Schönberg. La catalepsia fue el recurso consciente de una manifestación más profunda, pues en el autor existe un mandato destinado a probar que la muerte es un misterio igual que el de la vida, y que ambas son parte de un hecho superior que nos impulsa a transitar en cuerpo y alma. Así le responde el protagonista a otro personaje en uno de los más excelsos párrafos de esta obra: “Escribir, cantar, hablar –como lo estamos haciendo– es disputarle el silencio a la muerte. Saber que indefectiblemente vamos a morir. Es una ley natural. Asumamos nuestra muerte. Y, mientras tengamos vida, entreguémonos a ella en cuerpo y alma. Brindando amor y gozando de todo lo bello que nos ofrece la naturaleza, de las bondades de la amistad, de las creaciones maravillosas surgidas de la mente humana concretadas en las ciencias, en las artes y en la poesía”. La catalepsia, decía, fue el recurso del escritor, para manifestar una forma de vivir y sentir, una forma de hacer más digno nuestro paso por la vida, una manera de gravitar en el otro, en el interlocutor que se debate en dudas existenciales frente a los misterios de la propia vida, y ser testigo en ese estado letárgico de la respuesta del contexto en clave macedoniana. Al cabo, Tomás o el protagonista principal despierta y se aleja de toda posibilidad de repetir el trágico estremecimiento de Poe en “El extraño caso del señor Valdemar”. De ahí que, resalto el propósito profundamente humanístico del autor, pues su apuesta está en la liberación de su estado temporal atado a cuestiones límites que no le impiden retornar al compás del Aleluya de Haendel. Por eso, gracias Tomás Barna, por la densidad e intensidad de tus valores, por tu plenitud colmada de talento, y para decirnos: “¡Díganme si no vale la pena VIVIR, aunque sólo sea para poder IMAGINAR, SOÑAR Y AMAR!”.
II
En el prólogo a su libro 13 Ensayos para no querer morir nunca (Enigma Editores, 2018), recordé a Viktor Frankl, quien sostuvo: “El amor es la meta más elevada a la que puede aspirar el ser humano… la plenitud de la vida humana está en el amor y se realiza a través de él”. Pues, de eso se trata, este compendio ensayístico al que abordamos como si estuviéramos frente a una obra musical que condensa las palabras y las acciones que las nutren de un sentimiento imperecedero. En el repaso de sus diversos capítulos, entronizados con la mención de magníficas partituras musicales, nos encontramos con la presencia de un prístino hacedor de historias amalgamadas por su magnífico intelecto. Tomás Barna, tiene la envergadura de los elegidos, aquellos que se eternizan aún en las palabras no escritas, en el gesto fraterno, en la mirada que conquista los espacios más lejanos. El Arte con mayúsculas, y la interacción de todos sus géneros, conforman el abanico virtuoso de nuestro escritor, y el sentido profundo de una trayectoria notable al servicio de la pasión literaria. Es así como, en el itinerario de su obra nos encontramos con Gustav Mahler, con el misterio de sus imágenes impactantes, plenas de sonoridad y trascendencia: “hasta convertir la materia de un soplo, en un estremecimiento de amor”. De ahí que, la vibración de esa música proverbial acompaña a nuestro autor en su particular soledad, que no significa la del aislamiento, sino la estremecida vinculación con la poesía hecha ritmo, melodía, latidos del Ser como portador del mayor ejemplo de la creación. Las citas de importantes poetas y pensadores, acompañan a Tomás Barna en su viaje por el cosmos desde los orígenes de la “poiesis” en la Grecia Antigua. Luego, será el adagio del Amor embriagador en la figura de Alma del Mar, la mujer amada, y después el Preludio y la Transfiguración Marina, en donde la verdadera vida asciende por la sangre del poeta y lo colma de placer. La exaltación de la Mujer implica el centro del universo literario de Tomás Barna, y por tal motivo rinde su homenaje eterno a las tres compañeras que enriquecieron su camino pleno de fascinación. La mención de Gustavo Adolfo Bécquer, Claude Debussy, Maurice Ravel y Manuel De Falla, continúan el trayecto de su pasión, que al decir de Emil Ciorán, es sinónimo de eternidad. Nuestro autor disfruta, palpita, siente lo que escribe y cómo lo escribe, cómo transmite la angustia de la espera, la melancolía que puede inferirse ante la proximidad de la muerte, pero, al fin vencida por el Amor que lo rescató de las tinieblas para envolverlo en una primavera enardecida. Desde esa posición avanza sobre otros aspectos, y se refiere al tango como expresión de un misterio paradojal: vida y muerte se unen en ritmo y lenguaje, en danza y poesía, en cuerpos que se atraen y se conmueven desde sus orígenes orilleros hasta consagrarse en la tanguitud: el sentido mayor de su arte. Luego, será Eduardo Mallea, el objeto de su estudio: el hombre apasionado y profético, aquel que trasciende hasta el infinito por el camino del amor, y también sus almas gemelas en la creación: Camus, Musil, Mann, Kafka, entre otros. La obra del prolífico autor de La Bahía del Silencio, se desarrolla en páginas vibrantes en donde Tomás Barna nos interioriza con su aguda visión sobre los argumentos sólidos y vigorosos que definen el territorio espiritual de Eduardo Mallea, es decir, el don de argentinidad de un auténtico hacedor de nuestra literatura. Leopoldo Lugones, es el siguiente escritor que continúa la serie. La observación de un mundo en donde el verbo poético alcanza un nivel notable. Tomás Barna repasa su obra meticulosamente: sus cuentos fantásticos, sus magistrales sonetos, su lirismo puro, la herencia del modernismo introducido en Hispanoamérica por el excelso Rubén Darío. Las sombras de Poe, Whitman y Almafuerte, su influencia en Banchs, Pedroni, Martínez Estrada, Rega Molina, y su paralelismo con el gran poeta uruguayo Julio Herrera y Reissig, conforman el singular universo de Lugones identificado con la exaltación sublime de la belleza, y también las decepciones que lo hundirían en un hastío mortal. Osvaldo Guevara: las vibraciones del ser y las agonías del no ser del hombre y el poeta. Nora Fernández Paz: sus cuentos escritos con mesurado barroquismo y pletóricos de amor y magia. Abelardo Castillo, y la descripción precisa de su novela El que tiene sed, revelación autobiográfica a través de un personaje alcohólico, y sus implicancias patéticas acompañadas por una atmósfera nihilista. El trasfondo filosófico: Kierkeggard y Dostoievski, y las referencias puntuales de las películas Días sin Huella y Días de vino y de rosas, como ejemplos del delirio y la enajenación poética que cunde en una obra imperecedera. Roberto Arlt: el genio literario existencialista que se abre paso en una época signada por el sentimiento trágico de la vida de Unamuno. La angustia que transmite el escritor en donde la desesperación y el vacío existencial constituyen el armado de un discurso mordaz y anticipatorio. Las menciones de Fijman, Lautréamont, Artaud, Miller y la lucha por el hombre libre de ataduras. Las obras de Arlt que condensan el sístole y diástole de las primeras décadas del siglo XX, y su innegable vigencia. Luego, Susana Botto: la magia de su calidad narrativa para darnos conciencia del ser en su obra El viaje: la búsqueda del infinito. Y será el tiempo de Emil García Cabot y su novela Donde el mundo se disuelve, donde Tomás Barna nos comenta sobre el tema visceral –subyacente, al decir del propio autor– del problema de la conciencia que se puede detectar por medio de las actitudes del personaje protagónico y sus precisas reflexiones. La cadencia musical, la riqueza de las imágenes, la fascinación que provoca el misterio de “una poesía surgida de un alto grado de plenitud espiritual”, son las cualidades que destacan lo invisible como germen del misterio y proyección de la creación literaria. Finalmente, El amor o la absurda fugacidad de lo eterno en medio de la vida, es la consumación de un verdadero tratado del Amor. “El deseo es el mejor arquitecto del amor”. “El amor es sentir que mi yo se ha alojado en el cuerpo del ser que amo”. Frases notables en donde el autor se convierte en el centro de un viaje por los caminos insondables del amor: la magia, el ensueño, el misterio y el amor de los amantes contra el fin que representa la muerte. Un itinerario fecundo que se consagra con el ensayo-poema dedicado a sus musas inspiradoras. En síntesis, Tomás Barna, nos brinda una lección de vida, pues nos entrega un prodigioso libro de ensayos que finaliza, afirmando el sentido de su existencia como hombre y escritor: “el amor es el motivo más potente e indiscutible para no querer morir nunca”.
III
Las palabras que reunimos sobre un libro determinado surgen del conocimiento que se tenga de los recursos literarios, el estilo, la intertextualidad, los múltiples elementos accesorios que contribuyen a que el autor nos sorprenda como lectores y elucubradores de una visión más o menos pormenorizada de su creación. Sin embargo, hay circunstancias que nos acercan a una obra en forma anticipada, es decir, a través de los diálogos infinitos, el intercambio de experiencias personales en un marco en donde priva la amistad, o mejor dicho, la admiración a un hombre que se distingue por ser un verdadero cultor del vínculo esencial. Por eso, referirme al libro Amor, Energía, Felicidad, Éxtasis, Misterio y Poesía (Enigma Editores, 2020), se corresponde con esa relación conversacional que tiene en la confidencialidad que acompaña los efluvios de un sentimiento puro que habita un cuerpo y alma, los fundamentos de este maravilloso compendio del Amor. Tomás Barna nos habla del misterio, de la fugacidad, de la atracción, del sincronismo, del disfrute y el azar, de la sensibilidad y el erotismo que responde al goce de la vida, la ofrenda amorosa que nos hace sentir la plenitud de lo humano. Sus narraciones, ensayos y poemas, estremecen la piel del lector que palpita en cada celebración, en cada pulsión de eternidad que nos acerca al ser amado. Sus musas ocupan el sitial que el poeta elige para desarrollar su adoración que excede el simple ritual, sino que abarca todas las manifestaciones que las mismas han expuesto ante el hombre que las glorifica. Al respecto, hay una concepción becqueriana que se despliega en su fervor amatorio, y un desfile incesante de datos, sensaciones, descripciones, cartas y ensueños que reparan en citas de personalidades trascendentes de la cultura universal. La progresión de su afán simbólico no deja cabos sueltos, persevera en todas direcciones, abarca la fascinación absoluta del Amor y la sublimación metafísica que lo consagra ante las puertas del paraíso. De ahí que, la interpretación de una obra tan meritoria, nos interroga en su ensimismamiento conceptual, en esa reiteración que nos embriaga con su escenografía plena de romanticismo, fecunda en su resonancia, en sus acordes musicales, en el éxtasis de voces que eternizan cada palabra. El viaje al amor sin retorno, nos dice de su felicidad al impregnarse de la sustancia poética que define el sentimiento verdadero, la exaltación del ser amado que se convierte en éxtasis perpetuo. La galería de sus recuerdos registra emblemáticos títulos cinematográficos, inolvidables composiciones musicales de diversos géneros, y bellezas pictóricas que hacen posible la elaboración de una singular construcción literaria. El poeta juega con signos convocantes, escala montañas de espiritualidad, aborda la magia del ensueño y enfrenta con decisión el engaño que encarna la burda posesión. El ser amado define el Amor, no hay confusión posible, no puede haber siquiera una mácula de sospecha ante la firme convicción del que ha ofrecido su propia existencia al sagrado precepto de amar al prójimo como a sí mismo. La luz incandescente de esa dedicación alcanza en Tomás, niveles inconmensurables en donde las metáforas arrullan los momentos de pasión, al mismo tiempo que asume el dolor y la angustia que producen las pérdidas irreparables. En su idilio con la vida hay superación pero no olvido; nada detiene esa premisa que lo impulsa, que le otorga una energía superlativa, pues como él mismo señala: “el deseo es el mejor arquitecto del amor”. Nuestro autor afirma sus ganas de vivir en plenitud de saberes y sentidos; es producto de su propia evolución y su esperanza a flor de labios. El ser amado es el que eterniza con sus dones la disposición fecunda del que ama, y esa evidencia, escribe Tomás: “es la consumación de la Poesía”. El vivir encierra una parábola virtuosa, no es durar ni banalizar el transcurso del ser viviente, sino agradecer el acto de nacer y renacer en el amor que le da trascendencia al otro como a uno mismo. La sinfonía de palabras y sentires que componen este luminoso libro, nos permite descubrir en nuestro propio ser la magia de la vida, y a través de esa primordial experiencia dar lo mejor que tenemos. Dice Gladys Abilar: “La literatura en el universo de Barna es una fuente de energía engendradora de cuerpos y almas que el lenguaje puede darles existencia, infundiéndoles vida mediante el verbo y la retórica. La trilogía en su obra es el Amor, la Poesía y la Música y la mujer es por excelencia, el numen del poeta, el verbo hecho carne, el fuego que alimenta, la música que dulcifica, el hálito de un respiro, la razón de su vivir”. Y Bertha Bilbao Richter señala: “Hay un tema de recorrido transversal en toda la obra literaria de Barna: el amor encarnado en la mujer madre, esposa, amante o compañera de vida y el título de esta antología lo evidencia. No se trata del amor abstracto, objeto de la filosofía sino del amor real, concreto, vívido, que se inserta en un tiempo existencial, en un presente que eterniza el yo individuo por la unión con el tú en quien se espeja para encontrar el sentido de la vida y de la creación poética”.
Epílogo
Ariel Damián Delgado fue el autor de la biografía: Encuentro ABISMAL CON TOMÁS BARNA, UN ESCRITOR DIONISÍACO (Enigma Editores, 2021); una obra que destaca su excelencia en la capacidad de cincelar con su inspirada investigación, el microcosmos de un escritor notable, y la conclusión elegida de este ensayo. Dice Ariel Delgado en el capítulo SOBRE EL ESCRITOR DIONISÍACO: “Antes de ser amigo de Tomás Barna he sido su lector, e inicié –definitivamente- este contacto leyendo juntos en su departamento del Barrio de Villa del Parque, Ciudad de Buenos Aires, su única novela “AMOR Y PLENITUD EN EL ABSURDO VIAJE HACIA LA MUERTE”. Su espíritu jovial y cautivador genera el latido de sus primeras palabras, espontáneas y fraternas, y desde el principio brinda amistad con una sonrisa o una broma… ¿Amante de la Lectura, qué escritor no lo ha sido?... Su apasionada vida de letras y amor comienza en el arrabal del Bajo, envuelto de Tanguitud en los Cafés y Boliches de la calle Corrientes. Uniendo sus experiencias de vida y voluntad que lo marcó a fuego, la Poesía está presente como el canto unísono de La Música en cada viaje o vivencia junto a las vibraciones del Amor y la Pasión”. Y concluyo con Graciela Bucci, que nos dice en el prólogo: “No podemos dejar de citar una frase que nos espeja el espíritu de Tomás Barna: “Mis páginas son la proyección de mi ser y de mi existencia; por eso fluye en ellas el esplendor de la belleza, de la libertad, del amor”.
Bibliografía:
BARNA, Tomás; No estoy muerto: solo tengo catalepsia. Enigma Editores, 2018.
BARNA, Tomás; 13 Ensayos para no querer morir nunca. Enigma Editores, 2018.
BARNA, Tomás; Amor, Energía, Felicidad, Éxtasis, Misterio y Poesía. Enigma Editores, 2020.
DELGADO, Ariel Damián; Encuentro ABISMAL CON TOMÁS BARNA, UN ESCRITOR DIONISÍACO. Enigma Editores, 2021.