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Miguel Ángel Bustos: Un Poeta insoslayable. Por David Sorbille

27.01.2025 17:30 |  Noticias DiaxDia  | 

Cuando la palabra desafía el imperio de las sombras, el poeta renace de las cenizas del olvido. Una vez convertido en símbolo, la materia de su poesía puede arrasar con la barbarie, porque arde en el espíritu y alumbra los caminos más oscuros. Dicen que el mito concibe a la utopía; dicen también que un poeta no es un cronista, tampoco un ilusionista, menos aún el compromiso ante la rutina o la compasión estéril; pero un poeta es un ser esencial que puede reunir en una palabra la crónica, la ilusión y el hartazgo frente a la realidad absurda e injusta.
César Vallejo priorizó la exacta dimensión de la creación poética que se vale de una realidad determinada para descifrar el universo personal y hacerlo militante: “La poesía es tono, oración  verbal de la vida”. Múltiples son los poetas que a través de la historia desarrollaron esa pasión por la construcción de palabras. Existen los muy conocidos y también los que soportaron el ostracismo y el exilio. Una y otra vez, nos hemos enterado de los miles de trabajadores, militantes y escritores que permanecen en la lista de desaparecidos de la última dictadura cívico militar, y entre ellos Miguel Ángel Bustos.
Pensemos, entonces, en su amigo Alberto Szpunberg, que nos hablaba del “eterno rostro de niño inocente, pícaro, sufrido” de quien nació el 31 de agosto de 1932 en la Ciudad de Buenos Aires y era el primero de cuatro hermanos. Luego, concluye sus estudios secundarios en el Colegio “Nuestra Señora de Guadalupe”; se especializa en el estudio de idiomas, cursa hasta el tercer año en la Facultad de Filosofía y Letras y se relaciona con el “Grupo Poesía Buenos Aires” fundado por Raúl Gustavo Aguirre, además de Aldo Pellegrini, Alberto Girri, Manuel Mujica Láinez, José Bianco, Julio Cortázar,Horacio Salas, Alfredo Carlino, Julio Huasi, Eduardo Azcuy, Graciela Maturo, Silvia Long-Ohni, Vicente Zito Lema, entre otros escritores que lo fueron acompañando en su travesía literaria. En 1957 publica el libro de poemas Cuatro murales, y en 1959, Corazón de piel afuera, con prólogo de Juan Gelman.
A partir de 1960 inicia un extenso viaje por el norte del país que se extiende a Brasil, Bolivia y Perú. De regreso en Buenos Aires y por alteraciones psíquicas es internado en el Neuropsiquiátrico “Borda” donde conoce a Jacobo Fijman, el autor de Molino rojo. En 1965 publica Fragmentos fantásticos, y comienza a estudiar dibujo con Juan Battle Planas, una pasión tan importante como su poesía influenciada por la lectura de textos sobre cultura precolombina, filosofía Zen, Nietzsche, Nerval, Hölderlin, Lautréamont, Blake, Rimbaud, Rilke, Baudelaire, Artaud, Vallejo, etc. Conoce a Leopoldo Marechal, su verdadero maestro, quien en 1967 le prologa Visión de los hijos del mal, obteniendo en 1968 el segundo Premio Municipal de Poesía.
Resulta, para Miguel Ángel, una etapa de resurgimiento que disipa anteriores penas y delirios. Conoce a la artista plástica Iris Alba, quien se convertiría en su mujer. En 1969 obtiene una beca del Fondo Nacional de las Artes con la cual publica El Himalaya o la moral de los pájaros, y confirma la célebre frase de Rimbaud: “El poeta se hace vidente mediante un largo, inmenso y razonado desorden de todos los sentidos”.
En 1970 se dedica al periodismo escribiendo para varios diarios y revistas, y dos años después nace su único hijo Emiliano, futuro recopilador de sus obras. El 30 de mayo de 1976, Miguel Ángel Bustos, militante del PRT, fue detenido por un grupo de tareas de la última dictadura en su vivienda de Hortiguera 1521 en parque Chacabuco, y consumó su desaparición hasta que sus restos fueron hallados junto al de otras diez personas en la Costa Sarandí, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, según el acta emitida por la Cámara Federal el 20 de marzo de 2014. Pero, retornemos a las palabras que pueden desafiar a las sombras, al reencuentro con el poeta en el altiplano que lo reconoce “desnudo, brutal, oscuramente humano”, como si estuviera prediciendo su futuro: “Mi patria muda / Oh mi tierra no quiero que estés sola / pero qué hago con mi ángel de la muerte”.
Leopoldo Marechal lo llamó “el místico salvaje”, y en la antología de la Poesía Nueva Latinoamericana, el escritor y amigo Manuel Ruano lo definió: “Un caso milagroso, quizás, en las letras argentinas. Admirador de las grandes catedrales góticas del arte que desafían a la razón y provocan a la inteligencia”.
Miguel Ángel expresó que: “el temblor del hombre es una profecía”, y su obra poética explica el silencio, le pone voces, nos arrulla con sus versos y contempla la cumbre de las montañas porque: “es una altura de vientos que sangra en la tierra”.
Su visión coincide con la rebeldía y el dilema, es decir, la esencia misma de la condición humana. En su mensaje está presente la figura y el impulso, aquello que nos deslumbra y nos inquieta, la imaginaria línea que separa la virtud del dolor. El camino trazado por su poesía nos da alas para continuar, porque su experiencia luminosa nos marca la huella. Dijo Miguel Ángel Bustos: “Escribe mientras sea posible.
Escribe cuando sea imposible. Ama el silencio”.

Bibliografía
BUSTOS, Miguel Ángel; Despedida de los Ángeles, Libros de Tierra Firme, 1998.
RUANO, Manuel; http://www.interraignota-manuel.blogspot.com/
HARDMEIER, Jorge; Miguel Ángel Bustos. Biografía de un poeta militante, Editorial Lamas Médula.,
2018.
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