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Entrevista a Sergio Armand. Por Ileana Andrea Gómez Gavinoser

Director, Animador, Docente, Investigador y divulgador sobre cine de animación

07.03.2025 13:57 |  Noticias DiaxDia  | 

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¿CÓMO SE INTRODUJO EL CINE DE ANIMACIÓN EN TU VIDA?
S.A:
Desde muy pequeño. Recuerdo que la primera vez que me prometieron ver las
“caricaturas” (como se las llamaba en los doblajes al castellano) escuché el
término “dibujitos animales”. Pudo ser que el término “animados” fuera algo muy
nuevo para mí, pero también puede deberse a una temprana hipoacusia que ha
atravesado bastante mi vida. En aquella niñez, los momentos del “El Show del
Pájaro Loco” en los que aparecía Walter Lantz explicando cómo se realizaban los
cortos animados, fueron un descubrimiento increíble. Algo que luego siguió con
aquellos momentos de “Disneylandia” en los que el propio Walt Disney explicaba
cómo se producían los cortos animados. A los siete años, quizás ocho, me inscribí
en el curso por correspondencia de Continental Schools de historietas y dibujos
animados. Hasta te mandaban la valijita con el set de dibujo, el muñequito
articulado, todo. Y acetatos para pasar en limpio los “cells” de animación… tintas,
acrílicos, increíble. No puedo decir que mis resultados a esa edad fueran buenos.
El sueño estaba dado allí, pintaba en unas tiras de plástico transparente que
conseguía mi papá (que trabajaba fabricando guantes industriales de vaqueta) y
las pasaba por el Cine Graf (la versión de películas “fijas”, aunque yo tenía la
versión “clon” que se llamaba Cinerol y bastante sacrificio llevó poder comprarlo).
Cuando vi “Mad Monster Party” (aquí se llamó “La Fiesta de los Monstruos”) de
Rankin-Bass en el Cine Suipacha me “flashó” como dicen hoy. Era el stop motion.
Muñecos corpóreos con un color refulgente. Una pantalla inmensa. Desde ahí
imaginé un corto animado mío en esa pantalla. ¿Podés creer que, aunque ya no
era la misma pantalla, en ese cine ya convertido en el Tita Merello, se proyectó mi
primer corto animado allí, en una muestra? Otra que “el sueño del pibe”. Y otro
impacto era ir al Cine Real y ver los cortos de la Warner en colores. Tené en
cuenta que toda mi infancia y parte de la adolescencia fue con la televisión en
blanco y negro, y tardamos como diez años en tener nuestra primer TV Color… De
ahí a hacer a los 18 años mis primeros experimentos en súper 8 hubo la
intermediación de haber cursado la secundaria en el Fernando Fader (la Escuela
Técnica Nro 6 de la ciudad de Buenos Aires) el dibujo y el cine (más con la
irrupción del video y luego el digital) nunca se iban a ir de mi vida. Y entre el
periodismo y la radio, siempre trabajé en storyboards, en ilustración, divulgando el
cine de animación en pequeños programas independientes de televisión para
cables del interior del país y animaciones para videos institucionales.





¿Por dónde comienza tu trabajo en un cortometraje de animación?
S.A:
Siempre hay una idea, pero lo visual, el cómo se va a ver, cuál va a ser ese
impacto, siempre está junto al tema. La historia en mi caso siempre viene
después. A veces es un gag. A veces una escena. Y eso define siempre la
técnica. Me gusta mucho la mixtura, explorar muchas. Debería hacer bien los
deberes y decir que “soy ordenado y hago el guión, el guión técnico, el
storyboard”. Pero no. Eso lo hice siempre que hubo que presentarlo a alguien, a
en una clínica de proyectos, pero la verdad es que soy muy anárquico. Esbozo,
hago pruebas, animo algo suelto, hago una toma en animatic, y cuando me inunda
la desesperación y estoy desordenado, gritando “Socorro”, ahí me pongo aplicado
y hago un buen técnico y luego storyboard. Y en las clases explico que debe ser
de otra manera, comenzando por el storyline. Pero siempre me sincero y les digo
“no significa que a mí me resulte fácil de esa manera”. Pero es muy importante
para mí el registro, el género, el concepto. Sé que quiero hacer reír cuando trabajo
con mi personaje de “Eugenio” (tanto en cortos como en las historietas), o que
quiero testimoniar desde la ciencia ficción, por ejemplo, como fue el caso de “Por
su bien”. En el caso de Eugenio, si bien es un personaje que nació en mi mente
para el dibujo animado tradicional (me resisto a llamarlo “2D”) ha tenido su paso
por el stop-motion con modelos hechos en plastilina. Todo puede tomar múltiples
formas.






¿Qué dificultades atraviesa un animador a la hora de animar?
S.A:
Hablar de cuáles son las dificultades de todo animador sería para mí incurrir en un acto de soberbia; no puedo hablar por otros. Porque hay quienes se pueden
amilanar ante el extenso trabajo, pueden ser traicionados por la falta de paciencia,
pueden no tener en claro qué desarrollar, y hay quienes sienten placer ante cada
desafío y el tiempo que lleva la tarea lo disfruta. En mi caso personal, quizás por
mi edad, la principal dificultad o principal variable a tener en cuenta antes de
meterme en -o descartar- un proyecto, es el tiempo. Todo lleva tiempo, pero el tipo
de proyecto, la técnica que elijas, su duración, pueden estar vinculados a una
inversión mayor o menor de tiempo. En mi caso, apunto a trabajar algo con la
calidad estética y narrativa a la que aspire pero que a la vez lleve, exija, un tiempo
menor que otros proyectos. ¿Por qué esto? A mi edad, necesito ser selectivo con
el proyecto que elija, asegurarme que valga la pena porque de todos modos va a
llevar tiempo, aunque no se trate de un proyecto de diez años. Tiene que
representarte, tiene que ser disfrutable. Yo no trabajo para terceros, eso es en mi
caso una bendición. Encaro cuando quiero hacer algo y no me mueve el fin
comercial. Eso me da infinita libertad, pero tiene la otra contra: la falta de un plazo,
y estamos en una cultura donde no todos somos disciplinados para imponernos un
cierre, un esquema de tiempo para terminar. Solemos reaccionar al “aliento en la
nuca”. Incluso cuando no hay un fin comercial, a veces un festival, una fecha (una
fecha de estreno incluso) te ayudan a imponerte ese cierre de proceso. Y debo
agregar que aunque le he brindado mi vida a algunos proyectos, intimando con
cada fotograma y disfrutando ese proceso, tengo una personalidad bastante
impaciente, curiosa, me gusta ver al menos fases del resultado lo más rápido
posible. En eso me motiva más el stop motion porque sentís que vas para
adelante. Pero meterte en un proyecto de esa envergadura implica el espacio
físico y la permanencia de todos esos elementos en forma inalterable durante un
lapso considerable de tiempo. De alguna forma, trabajando con el dibujo tengo
una manera de salvaguardar mejor los materiales. Pero la verdad, cuando uno
está más de dos años con un proyecto, la realidad es que uno cambió, no es el
mismo, y podría presentarse la dificultad de no sentirse representado por lo que
uno está haciendo. Por eso, al meterse en algo, tiene que valer la pena, y tenemos
que estar seguros de que es lo que uno quiere.





¿Qué películas produjiste, animaste y dirigiste y qué diversas técnicas
de animación empleaste?
S.A:
Si contamos tiempos de estudiante y actividad docente he dirigido cortos de
ficción, programas televisivos para el interior, documentales industriales,
documentales periodísticos, producciones didácticas sobre cine, videos para
publicidad (algunos interactivos con presentador en vivo en época pre-digital).
Supervisamos con mi esposa numerosos cortos animados realizados por niños en
proyectos de alfabetización audiovisual en zonas del conurbano bonaerense, pero
si debo dar nombres me quedo con los que me han dado la felicidad de viajar un
poco y conocer gente hoy muy querida en los festivales. “Demasiado Tímido”, el
primer corto animado de Eugenio, fue realizado en animación tradicional, no tenía
mesa de luz y me improvisé una (que se hizo bolsa en una mudanza) pero en un
par de tomas “quise ver” qué pasaba con algunas de las interpolaciones del por
entonces Flash. “Juira, juira” me dije. Luego en el ámbito del curso con Rodolfo
Sáenz Valiente surgió un pequeño homenaje al cine argentino, “Homenajes
Animados”, realizado íntegramente en animación tradicional. Ambos cortos fueron
dibujados en papel, pero sí, el procesamiento, escaneo, color fueron en ordenador.
Utilicé programas como Flash y Toon Boom. El proyecto que empezó mucho
antes, cerca del 2006, antes que naciera mi primer hijo, y culminó cuando ya tenía
dos (y entrando en la adolescencia) fue “Por su Bien”, donde la técnica más
presente es la rotoscopía. Fue un proyecto de diez años, desarrollado en etapas,
algunas más intensas y constantes que otras. Hay animación tradicional, recorte
digital, ilustración en témpera animada, maquetas… algo bastante anárquico que
me ayudaba a narrar una historia sobre el peligro de perder la memoria de un
pueblo. Disfruté mucho, muchísimo, trabajar dibujando sobre cada fotograma la
versión ya final de la rotoscopía, jugando en cada frame y mandando al demonio
la continuidad. Me sentí libre. Y tuve también la felicidad de la selección en varios
festivales del exterior, pero el refugio más lindo fue estar en dos de los de nuestro
país. Sin embargo, gran parte del tiempo, en paralelo a los cortos, fue tejer
lentamente todas las entrevistas, investigación, captura de los artistas y
animadores con sus trabajos para mi producción documental. Porque la
divulgación del área me puede tanto como hacer mis propias cosas (quizás más
todavía, porque no paro de asombrarme, admirar y aprender de lo que veo).






Al elegir el lenguaje de animación con el que te expresas, ¿elegís el
2d tradicional o utilizas las nuevas tecnologías en 3d o 2d computer?
S.A:
Mi primer enamoramiento fue con el dibujo animado tradicional, pero hay que
sincerar que pude hacerlo gracias al acompañamiento digital. Me hubiera sido muy
difícil en la época del fílmico, por mi realidad económica y los grandes costos. De
hecho no pude estudiar cine de joven. Pero al experimentar con recortes en super
8, y una suerte de animación con acuarelas en los 90 que la Avid de un amigo me
permitió editar (antes del auge de la animación Flash a principios de siglo), jugar
desde el mismo timeline con fundidos, fui abriendo la curiosidad para experimentar
con otras técnicas. Y debo decir que el stop motion me enamoró. Sentís delante
de ti la existencia de todo ese mundo (obvio, también te podés ayudar con pantalla
azul, verde, y lo hice para ciertas tomas) y es como si trabajaras con actores…
que se pueden romper o quebrarse en la mitad de una toma de 400 frames. Sin
embargo, si bien he jugueteado con algunas cositas en 3D computarizado, se me
ha hecho un camino muy empinado. Sí el apoyo del ordenador para lo que hoy se
llama 2D para separar de lo demás. Ojo que 3D se lo llama también al stop-
motion, pues lo corpóreo lo es. Si no pregúntenle a la gente de Aardman. Una
salvedad: en este ítem, el 2D asistido por computadora, no suelo elegir la técnica
con huesos, estilo Anime Studio. Me cuesta imaginar para esa técnica y ritmo. No
digo que no haya buenas cosas, incluso me fascina lo que es el collage digital, hay
cosas increíbles. Simplemente no me es fácil a mí. Utilicé huesos sólo para
algunas tomas no rotoscopiadas de “Por su Bien”. Y suelo dibujar en papel,
entintar y escanear. No dibujo en tableta, aunque sí esa herramienta la usé para la
rotoscopía. Cabe destacar que “Por su bien” arrancó cerca del 2004, y la captura
de acción viva para rotoscopiar fue con una camarita web que podía usarse sin
estar conectada a la PC. Eran videítos de 320 pixeles, que descomponías fácil
para trabajar sobre sus frames. Así empezó y la tecnología que fue volviendo más
“robusta” en cierto sentido. Si Por Su Bien llevó (con interrupciones) unos 13 años,
el documental llevó siete. Y ya tengo 60 años….





¿Qué temas tratan tus cortometrajes?
S.A:
Creo que uno siempre dice cosas, siempre tiene su discurso, sea cual sea el
género. Y creo que siempre apunto al personaje que no encaja en el entorno.
Como si el mundo fuera a una velocidad y le es imposible seguirla a él. Es el que
está donde no va. Pero la verdad de las cosas, así soy yo. En definitiva, a la
humanidad de abrirnos. Y al poder que oprime y hay que vulnerar de algún modo,
como esa falla que tiene la Estrella de la Muerte en Star Wars. Ese tipo de cosas,
están tanto en el corto de Eugenio como en “Por su Bien”, y son dos géneros y
estilos distintos. Siempre va a estar la humanidad, la sorpresa y aquella fuerza
impensada del que parece diminuto. Aún así, conforme uno gana años, aparecen
zonas oscuras. Y el humor negro es algo que también me divierte trabajar.





A raíz de tu trabajo de rescate y difusión del cine animado argentino,
realizaste el excelente documental “Dimensiones animadas” contando
la historia de la animación argentina hasta nuestros días.
S.A:
Ahí te confieso que fue el mayor aprendizaje, donde más amigos hice, un proceso
de descubrimiento, captura, modificación de lo que pensaba contar inicialmente y
lo que terminé mostrando al final. Llevó siete años hasta su primer corte, y creo
que si algo me representa es la divulgación, tanto en forma audiovisual como
escrita. De alguna manera “Dimensiones…” fue el colofón de varios libros y
artículos previos, pero insisto, el tema fue cambiando. Pasó de una búsqueda
sobre la evolución de las técnicas a la realidad de la animación independiente en
nuestro país, su historia, sus huellas y la manera en que los artistas de hoy las
siguen bordeando caminos propios. Esa fusión historia-actualidad permite una
reflexión acerca de nuestros comienzos y el futuro posible. Nobleza obliga, el
tiempo pasa, y muchos de los animadores que aparecen en el largometraje
pueden no sentirse del todo representados con lo que allí se muestra, por la
cantidad de obras que han realizado después y los premios que ellos han
cosechado. Eso es un poco el riesgo de estar mucho tiempo con una obra, incluso
en un documental. Pero fue una experiencia que al día de hoy me sigue dando
muchas alegrías, alguna impensadas, con un alcance que no imaginé al principio.
Lo soñaba, sí, pero la realidad posterior me superó. Y lo más importante: surgió de
la educación pública, de la Universidad pública, de la UBA, gracias a Susana Sel,
la productora ejecutiva del documental, que me invitó a su grupo de investigación
UBACyT hace muchos años y me brindó un sinfín de oportunidades y
posibilidades para que pudiera explorar. Y cuando encaré el documental, con
todos los riesgos que ello implicaba, me apoyó en todo. Nadie puede solo. Hay
gente que te abre las puertas. Y nunca hay que cansarse de agradecer.





¿Qué valores rescatas del cine de animación de ayer y de hoy?
¿Podés comparar a los maestros de la década del 40, 50, 60 con el
cine de hoy?
S.A:
La mejor comparación que puede hacerse es que hoy tenemos un nivel de
exploración en la animación independiente, una variedad de técnicas y temas, la
ruptura del estigma de que la animación es sólo para público infantil, un
reconocimiento en festivales del mundo, abordajes académicos sobre la
animación, niveles artísticos sorprendentes y, aquí la comparación clave, un volver
a las fuentes. Las tecnologías digitales permitieron regresar al stop-motion, al
recorte, a la animación con arena, salvando ciertos escollos de la época del
fílmico, permitiendo una video asistencia. Y también, como el pionero Quirino
Cristiani, muchos trabajan individualmente. No señalo que eso sea mejor que
trabajar en equipo. Cada modo de trabajo implica procesos distintos, libertades
distintas. La de explorar en solitario con total libertad, o la de apoyarnos
mutuamente en los colegas con quienes compartimos el trabajo. Pero sí es
importante destacar que en medio, entre los pioneros y la actualidad, estuvo la
“industrialización” (término abierto a discusiones, sin duda), la esquematización y
división del trabajo. Ese arco que permitió volver a experimentar en forma
independiente es importante. Y muy rescatable, especialmente en tiempos críticos,
donde el arte, aunque arduo, aunque llores en mitad del proceso, te salva. Nuestra
historia particular, y aquí hablo más de nuestro cine de animación que del
internacional, aunque creo que el fenómeno no es solamente local, es partir de la
experimentación “a ciegas” respecto a referentes de otras partes del mundo, y
lograr hitos como “El Apóstol” o “Peludópolis”, primer largo animado y primer largo
animado sonoro del mundo, respectivamente. Pero enseguida el norte fue
comercializar y seriar las producciones. Dante Quinterno, Juan Oliva, Jorge Caro,
Burone Bruché, entre muchos otros, apuntaron al formato cómico, al menos en
cuanto a lo que se ha rescatado de nuestro acervo. De alguna manera, en
Argentina se impuso el “cartoon” como modelo. Con la televisión, y al margen de
ella, hubo animadores comerciales, algunos dedicados a la publicidad, que
experimentaron a su manera, como el propio Catú con cortos como “Compacto
Cupé”, Carlos González Groppa (que hoy vive en Los Ángeles) con su Stop-
Motion y cortos premiados como “Trío”, pero más importante, es haber tenido a
artistas y divulgadores como Víctor Iturralde y Luis Bras, con su cine animado sin
cámara (en muchos cortos). Ese espíritu, a mitad de la historia, se mantuvo
también. Creo que ese germen, y el hecho de que siempre hubo sed por hacer en
nuestro país, permitió que hubiera discípulos, talleres, y luego escuelas. Esto es
importante: hubo en el recambio de siglo un fenómeno autodidacta con el
advenimiento de la digitalización y programas como el por entonces Flash. Pero el
acompañamiento de escuelas permitió un crecimiento más allá del fenómeno. Sin
duda, han coexistido dos modelos. El comercial, que en Argentina, amén de
muchas producciones de largometraje existentes, durante buena parte de la
historia de la segunda mitad del Siglo XX fue definida por Manuel García Ferré; y
el independiente que abunda en autores y obras. Por supuesto, faltan ventanas,
faltan pantallas, faltan políticas, falta visibilidad. Falta que el “gran público” sepa
que la animación es mucho más que lo que se estrena de Pixar, Disney,
Dreamworks o Illumination. Creo que el Oscar a “Flow” lo demuestra también.





A la hora de elegir los referentes del cine de animación del pasado y
del presente ¿a quiénes nombrarías?
S.A:
Los referentes en mi caso son una cuestión subjetiva, lo que me movió a mí. Y en
mi niñez, era “Warner”, no “Chuck Jones” o “Tex Avery”. Era Disney y no los que
hoy sí son nombres famosos, Ward Kimball, Frank Thomas, OIlie Johnston,
Norman Ferguson. Porque los artistas en muchos casos eran invisibles detrás del
gran sello. Hubo casos como el Tom y Jerry de MGM hasta que William Hanna y
Joseph Barbera brillaron como sello propio. Pero las obras hicieron que quisiera
dedicarme a los dibujos animados. Cuando vi el largometraje de Arthur Rankin Jr.,
Jules Bass, la que te nombré conocida como “La Fiesta de los Monstruos”, ya a
los seis años me inquietaba animar con muñecos. Cuando veía en televisión
estaba “Grumby”. Pero eran las producciones, no los nombres. Recién en mi post
adolescencia los fui descubriendo y convengamos que hubo una movida para que
se visibilizaran más. Hubo un documental del ciclo South Bank Show que fue
revelador sobre esto, creo que de fin de los 80. Qué había detrás de Disney,
detrás de Warner. El caso de Walter Lantz es distinto, creo que fue el primer
animador que sentí que realmente empuñaba el lápiz cuando te mostraba los
backstages. Walter Lantz era creo mi primer referente real. Así que debo decir que
Starewicz o Jiri Trnka como muchos otros fueron descubrimientos de adulto, con
un acceso posible a sus obras. Pero gracias a Víctor Itrurralde, pude ver de
chiquito los cortos de Norman McLaren. Así de simple. Hoy, a nivel internacional
son muchos. Barry Purves, Joanna Quinn, Bill Plympton, Michaela Pavlátová,
Caroline Leaf, Konstantin Bronzit… pero aquí, en nuestra tierra, es increíble la
variedad y entro en una tremenda injusticia al no nombrar a muchos. Juan Pablo
Zaramella, Isabel Macias, Ana Martin, que fue mi profe junto a Rodolfo Sáenz
Valiente y a quien le debo mucho, Maxi Bearzi (un capo), la labor de la gente de
Rosario como Pablo Rodríguez Jáuregui (precursor de la mezcla de animación,
video y una incipiente animación digital gracias al ordenador AMIGA), Diego Rolle.
También Daniel Duche, Juaco Garin, Irene Blei con sus obras actuales y sus
décadas de docencias a cuestas… Carlos Escudero, David Bisbano, Martín
Eschoyez, Javier Ignacio Luna Crook, Daniela Fiore, Juan Manuel Costa, Pablo
Polledri, el regresado maestro Rodolfo Pastor, Rosario Carlino, Belen Tagliabue,
Becho Lobianco y Javier Mrad del estudio Can Can y siguen. Son muchos, me
pierdo e injustamente no los nombro aquí.





Has hecho una extensa labor investigador y divulgador teorizando en
muchos de tus libros publicados sobre el cine animado. ¿Qué valoraciones y
qué conceptos desarrollas en “Dibujitos Peligrosos” una de tus últimas
publicaciones?
S.A:
Me interesó siempre la cuestión del discurso en las obras animadas, porque hubo
un impulso muy fuerte cuando estudiaba Ciencias de la Comunicación en la
FSOC-UBA. Cuando hacíamos el programa de televisión “Imagen Libre” para
cables del interior, con veintipico de años, vimos un corto de Tom y Jerry que
comenzaba con el símbolo del Oscar en los créditos. Guau. Ganó el Oscar.
Cuando lo vimos, era súper bélico. Una guerra en el sótano. Bien, bien. La
propaganda a través del cine, el recuerdo que viví en dictadura viendo por
televisión al tanquecito de la DGI, el descubrimiento en los 90 de un documental
llamado “The Atomic Café” sobre los archivos desclasificados de propaganda del
gobierno de Estados Unidos durante la Guerra Fría. Allí el caudal de cortos
propagandísticos animados era enorme. El más célebre fue el de la tortuga Bert
que te decía que si veías el resplandor de la explosión atómica, sólo debías
“agacharte y cubrirte” “Duck and cover” es un corto propagandístico que en
estados Unidos es hoy bastante satirizado. Las producciones para la guerra de
Warner con Bugs Bunny incitando a comprar bonos, y las producciones de Disney
como “The spirit of 43” en que Donald es tentado por el despilfarro en vez de
ahorrar, “Der Furer’s Face” con Donald en el régimen nazi, hasta “Educación para
la muerte”, un corto estrictamente propagandístico. Encontré propaganda de
Alemania en pleno nazismo en formato de fábulas con animales, propaganda
japonesa. Increíble lo que hay. Existe gente alrededor del mundo que compila
constantemente material, y de hecho hay muchas horas de propaganda rusa por
la revolución y sobre la guerra. Lo uní con todos los cortos animados que veíamos
aquí en dictadura: las vacas gordas y flacas, “Vigilar es defender” … busqué
puentes, lazos, entre lo propagandístico, lo documental y lo testimonial. Es un
universo de producciones en todo el mundo. Me apasionó revisar, analizar algunas
piezas (imposible, al menos para mí, pretender un compendio) de cada caso.
Desde aquel intento de crónica animada que fue “El Hundimiento del Lusitania”,
pasando por la animación, algo etiquetado como “inocente” o “infantil” para
mensajes bastante fuertes, hasta la posibilidad documental y el testimonial aún
desde la ficción, como “Persépolis” o “Vals for Bashir”, o casos como el
cortometraje realizado en Argentina “Migrante”. El arco de la crónica, pasando por
la propaganda, el documental y el testimonio, revela que la animación como arte
es voz. Y la voz puede ser utilizada para muchas cosas.

¿Se riñe tu labor de realizador de cine con faz de crítico de cine y de
teorizador?
S.A:
Para nada. Empecemos por el hecho de que no soy crítico (recomendé películas
en mis inicios de la radio con unos 18 años, pero no fue mi ocupación después). Y
precisamente analizar, explorar, investigar, y sobre todo divulgar, es genial para
una reflexión sobre tu propia actividad, sobre el hacer. Tomar distancia. Ver el
contexto. Al fin y al cabo como artista vas a hacer tu propio camino. Pero a mí el
“hacer” fue motivado por el “ver” y “conocer”. Y te dan más ganas de crear
conociendo más. Yo soy un admirador, y también un crítico despiadado con
algunas cosas Pero esas críticas me las guardo si no van a aportar algo realmente
constructivo y que ayude. Y menos si no me la pidieron (creo que la crítica “hacia
afuera”, la de los críticos, en este último tiempo de spoilers y bombardeo en las
redes, ha hundido películas que no lo merecían). No obstante, la mirada crítica es
importante en general, respecto al contexto, la historia, los sometimientos
discursivos, los cánones y esquemas que oprimen; no necesariamente vamos a
volvernos cínicos, aunque un componente sin duda puede aparecer en nosotros
con el paso del tiempo. Aunque duela dejar para siempre la ingenuidad, alguito de
inocencia siempre queda, de todos modos, y esa es la magia que nos hace creer y
crear.

¿Cuáles son los libros publicados por vos en compañía de la
profesora Silvia Fernández?
S.A:
Susana Sel, directora de las investigaciones UBACyT que me ha abierto la puerta
para ingresar, me confió compartir con ella y Silvia Pérez Fernández (con un
trayecto impresionante en el campo de la fotografía y su análisis), la tarea de co-
compilador de algunas de las publicaciones. Todas en torno a las
transformaciones de técnicas, lenguajes, discursos, contextos, relaciones y
tensiones de la actividad audiovisual y fotográfica en el recambio de siglo y
primeras décadas del actual. Algunos de ellos fueron (en los que participé, porque
hay muchos más) “Recorridos, del lenguaje analógico al digital en el campo
audiovisual”, “¿Post-Analógico? Entre mitos, píxeles y emulsiones.” y
“Pixelaciones. Desplazamientos en las prácticas audiovisuales”, “Pantallas e
Identidades. Políticas y Prácticas Audiovisuales desde los 90”. Antes de esta
aventura, mi primer libro en “solitario” fue “Radio, lienzo sonoro” y el último, dentro
del UBACyT, precisamente “Dibujitos Peligrosos”.



Hace poco falleció Marcelo Armand, tu hermano, maestro del arte del
doblaje de películas. ¿Qué semblanza nos puedes dejar acerca de él
como persona y como artista?
S.A:
La pérdida fue hace muy poquito y aún está en caliente, el proceso del duelo no
tuvo el tiempo que necesita… Es paradójico, pasa con la pérdida, que de repente
emerge un océano de homenajes, reconocimientos, cosas que uno siente que es
lindo saberlas en vida. Marcelo Armand antes que nada fue actor, de teatro, de
publicidades televisivas, y posteriormente locutor nacional. Fue la voz
emblemática de la señal infantil “Nick”, la voz de Garfield, Jack Nicholson, Paul
Giammati, Mel Gibson, Michael Douglas, en distintas películas. El busto parlanchín
en Arts Attack de Disney. Fue el villano Robin Rottem de “Lazy Town”, fue el papá
de Ponyo en el primer doblaje cuando se estrenó en cines, fue el Doctor Octopus,
Thor e Iron Man, voces de la infancia de toda una generación. Hace pocos días
fue el Friki Fans Fest en Carmen de Patagones, se le hizo un gran homenaje con
una compilación de sus trabajos más memorables. Era un invitado estelar de ese
festival y no pudo estar, pero su presencia en el homenaje fue palpable. Pero
Marcelo, bonachón, carismático, le abrió la puerta a mucha gente que entró en
esta actividad. Era actor de tablas, en puestas como “Fidela”, “Un tal Servando
Gómez”, “El Empréstito”, “El Patio de la Morocha”, “La Leyenda del Rey Arturo” y
otras tantas. Pero por sobre todo fue el hermano con el que compartí la pasión por
el cine, los actores, Jerry Lewis, Peter Sellers, el humor del cine, Los Hermanos
Marx… qué puedo decir…

Por último, dinos un pensamiento que sintetice tu sentimiento por el
cine y por el cine de animación.
S.A:
Creo que padezco la enfermedad de tener una anécdota de alguna película para
cualquier momento que acontece en mi vida o una conversación. Una amiga dijo
una vez que toda mi vida pasaba por el cine. No puedo evitarlo, e intento
controlarlo. El sentimiento es ese, muy fuerte, no he tenido momentos de “necesito
un descanso de cine”. Dudo que haya habido tema, miedo, creencia, mito que no
haya sido tomado por el cine. Condensar vidas en 90, 120, 180 minutos. Y tuvo
una evolución abrumadora en poco más de cien años. Un tiempo limitado,
imágenes que duran lo que el director decide, uno sometido a eso y cómplice de lo
visible y lo oculto. Pacto de un engaño aceptado. Magia. El crecimiento de la
animación como originaria del cine, pasando a un segundo plano ante los
largometrajes de acción viva, y volviendo a una presencia notable en la escena
mundial, refleja esta evolución. Es voz, y es visceral. Tiene esta “cosa” de dejar
afuera la intelectualidad hasta, al menos, después del rodante final. Nos mete en
puntos de vista impensables, en moralidades fuera de nosotros. Nos interpela.
Nos desafía. Nos incomoda. Nos desarma. Nos enoja. A veces decimos “no me
gustó” y es porque nos afectó demasiado. Y hoy, el cine de animación es cine
reconocido en su variedad de géneros posibles. Llevó tiempo, pero el arte de la
animación cinematográfica ganó su lugar merecido.
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