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Manuel Ruano: Esplendor y estilo. Por David Antonio Sorbille

27.05.2025 00:04 |  Noticias DiaxDia  | 

La confluencia del barroquismo hispanoamericano con el realismo mágico, encuentran en Manuel Ruano, la expresión poética más genuina. Su lirismo conserva el esplendor y el estilo de los cultores del acervo clásico, y las modulaciones de una imaginación que confirma: “el apogeo de una voz en función ilimitada”, al decir de Eduardo Dalter. El universo poético de Ruano, contiene una dinámica intrínseca, un tono melancólico y singular que le otorga el ritmo esencial que consagra el desafío que implica la construcción poética en estado de gracia. La versatilidad del autor, el dominio del lenguaje, y el asombro que produce tomar contacto con un firmamento pleno de misterio, belleza y nostalgia, celebra lo que de él dice Horacio Salas, cuando lo califica como: “uno de los pocos poetas en serio aparecidos en este lado del planeta en los últimos cincuenta años”.
Manuel Ruano, nació el 15 de enero de 1943 en el barrio de Saavedra, de Buenos Aires. Habiendo realizado estudios sobre literatura española, se especializó en el Siglo de Oro Español. Fue profesor honorario en la Universidad Nacional de San Marcos y en la Universidad Nacional San Martín de Porres, de Lima, Perú, donde en 1992 fundó la revista de poesía latinoamericana “Quevedo”, la cual dirigió hasta 1997. Entre 1969 y 2007 fueron publicados en su país, así como en Venezuela, Ecuador, México y Perú, sus poemarios “Los gestos interiores” (Primer Gran Premio Internacional de Poesía de Habla Hispana “Tomás Stegagnini”), “Según las reglas”, “Son esas piedras vivientes” (Edición Premio Nacional de Poesía de la Asociación de Escritores de Venezuela, Caracas, 1982), “Yo creía en el Adivinador orfebre”, “Mirada de Brueghel” (Fondo de Cultura Económica, México, 1990), “Hipnos”, “Los cantos del gran ensalmador” (Monte Ávila Editores, Caracas, 2005), “Concertina de los rústicos y los esplendorosos”. En 2010 da a conocer su libro de cuentos “No son ángeles del amanecer”; y en Caracas el volumen “Lautréamont y otros ensayos”, donde también se editó el CD “Manuel Ruano en su tinta” (poemas). En su condición de antólogo, citamos “Poesía nueva latinoamericana” (1981), “Y la espiga será por fin espiga” (1987), “Cantos australes” (1995), “Poesía amorosa de América Latina” (1995), “Crónicas de poeta” (sobre artículos de César Vallejo, 1996), “Obra poética de Olga Orozco” (con estudio preliminar, 2000), “Cartas del destierro y otras orfandades” (correspondencia de César Vallejo, 2006), “Olga Orozco – Territorios de fuego para una poética” (Sevilla, España, 2010), “Vivir en el poema – Homenaje a Carlos Germán Belli” (Sevilla, España, 2013). Ha sido investigador y redactor del “Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina” (1995). En el año 2016 obtiene la Faja de Honor de la SADE por su libro de poesía “Celebraciones del Vigía” (2015).
Asimismo, participó en numerosas antologías en el ámbito nacional e internacional, y su obra ha sido objeto de estudio de notables ensayistas. En una extensa entrevista realizada por el poeta Rolando Revagliatti, Manuel Ruano hacía referencia a una parte fundamental de su itinerario: “Viajé por varios países latinoamericanos buscando ese lenguaje de lo maravilloso, es decir, la Casa de la Poesía en la que se concentrara el Canto y confluyera (como mucho antes lo ambicionara Ezra Pound), la extensa vertiente de la tradición en nuestro caso, la tradición lírica española como herencia natural al lenguaje poético. Habíamos tenido la experiencia viva de muchos poetas martinfierristas como Francisco Bernardez, Marechal, Borges, Girondo y otros, como los de Boedo: Raúl González Tuñón, Olivari, Arlt, que habían sembrado muchas de esas propuestas a lo largo de su escritura. En tanto que Leopoldo Marechal había sido excluido durante años por los regímenes militares y, justamente, había sido reivindicado por las jóvenes promociones de escritores como el grupo Barrilete o El escarabajo de oro, revista a la que pertenecí durante algún tiempo, identificada con la izquierda independiente y el existencialismo sartreano y camusiano. Tomando como bandera muchas de las consideraciones y fundamentaciones de El hombre rebelde. Y ese compromiso poético, podría decirse, se aplicaba a una especie de anarquismo primigenio que alternaba con la clandestinidad cuando el momento lo requería y una profunda devoción por los imperativos populares… En 1975, tuve la imperiosa necesidad (al igual que muchos otros) de abandonar el país, después de que se sucedieran cuatro allanamientos en mi domicilio en los que afortunadamente, no hubo detenciones. Una vez en Venezuela y al año siguiente, me enteré de la desaparición de mi querido amigo, el poeta Miguel Ángel Bustos y de otros que también fueron secuestrados para no volver a saber de ellos jamás…” Testigo de su época, Manuel vuelve al país con la llegada de la democracia y se vincula a la actividad poética en diversos ámbitos, realizando también, una tarea encomiable en la difusión de sus trabajos y de otros poetas que conoció en su fecunda trayectoria. Además, continuó con su periplo por nuestro continente, dando forma a su pensamiento comprometido con la Patria Grande, a través de conferencias, recitales y seminarios de literatura iberoamericana. Y, como siempre, exaltando su vinculación con la piedra basal del idioma castellano, es decir, la figura de Quevedo, al decir: “más que un nombre glorioso de las letras universales, es un concepto”… por el cual, Manuel lo convertía en bastión: “ante la embestida monstruosa y embrutecedora del neoliberalismo transcultural.”
La cartografía de su arte, su fidelidad a esa flor: el absoluto, que se refleja a sí misma, y su memoria e ingenio deslumbrante, hacían de él su auto de fe. El buscador de tesoros, el embalsamador de ruinas imaginarias, la piedra basal de una resplandeciente fertilidad poética, se sumaban a su conducta de francotirador contra el dogmatismo de lo mediocre, pues, su compromiso, según sus palabras, se situaba “en el lenguaje como único ser que oye”. El poema desarrollado como una ceremonia secreta con su fecunda provisión de salmos, el eco de los abismos y su espesura vegetal, el agua florida, la magia de su encantamiento espiritual, su despertar en los brazos de la deidad de la vida y la naturaleza donde florece el árbol de imágenes, la nave capitana de sus descubrimientos, su gozo en la casa de la virtud: la Poesía, se complementaba con el cielo de cantos y alabanzas en compañía de los clásicos, las partituras de Brahms en la isla del tesoro, las locomotoras que taladran las noches con sus presagios, las lecturas de Garcilaso, Rimbaud, Verlaine, Almafuerte, Blake, Leutréamont, Orozco, Baudelaire, Mallarmé, Elytis, Eliot, Dylan Thomas, Vallejo, García Lorca, Neruda, Machado, Borges, Cortázar, las historias y tonos planetarios de Salgari y Verne, y las orillas de ese mar de ensoñaciones como ballenas azules a la hora del crepúsculo. El paisaje de Manuel, también incluye a los espejos solitarios, los barcos a la deriva, los latidos de un ritual, el desencanto, la ilusión atrapada en la grieta del mundo, el pensamiento nutrido de leyendas y Rilke, el poeta que suena en sus oídos como un violín desvelado, o como él dice: “Más bien, su poesía es un Stradivarius en el conjunto de violines que suenan en una época”. Pero, antes, es decir, siempre, nos dejó su reconocimiento a Alicia Marta Dellepiane, su compañera: “te consagraste a mí en la memoria / yo hice de ti un puerto al que puedo regresar / como regresa la voz del viento / cuando todo ya se ha perdido”.
El 12 de abril de 2017, Manuel Ruano falleció en la ciudad de Buenos Aires, y la pena que nos produjo esa terrible noticia, también es la esperanza de que sus obras y proyectos, continúen navegando por las aguas eternas de la memoria.

Bibliografía
http://www.interraignota-manuel.blogspot.com/
http://revistaislanegra.fullblog.com.ar/manuel-ruano-sus-respuestas-y-poemas.html

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