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cultura-de-jujuy-a-tierra-del-fuego  | la primera vértebra editorial

La cena de las cenizas. Claudio Archubi por Pablo Queralt

18.06.2025 19:08 |  Noticias DiaxDia  | 

Un universo de galaxias atravesando espacios, cielos pensamientos que van en la sangre en lo intocable entre una respiración y la otra, mundos infinitos, lo que ningún cuerpo resiste. Al fin el fuego purificador en esta cena de las cenizas. Sentir lo que la tierra canta, el poemario ausculta lo vivo, lo que reina, el cielo que va dentro, marcando una ruta de los pies gastados. Poner oídos a lo que “e pour si muove” lo que corre sin alcanzarse nunca, ser una estrofa del canto, en los pensamientos que lanza la tierra, encontrar su palabra traducirla, comprender su rima, su tono, sentir sus distintos mundos. Hay un juego con la naturaleza, el cosmos girando en palabras sobre los fuegos y llamas que se multiplican llevando su corazón, su piedra, su soledad, su incomprensión. Como regalos, descubrimientos, espejo portavoz del alma de todo cuanto flota en la vida. Así el poemario se reparte en luz, llamas, que transmuta, vive de acción en acción por los bordes de las miradas: dormir, soñar, conocer. Un maestro que se mueve entre los versos uniendo las partes, suavizando, iluminando abrazando. Como una elegía a Giordano Bruno condenado mártir del libre pensamiento, abrazando con sus llamas su universo infinito. Como una flor se puede llevar en uno y hacerse amor, convertirse en plenitud de entrega, infinito, plenitud, verdad. Quien habla triste pero luminoso es porque así debe transmitirse la verdad, porque no todo es alegría, está la suave, la dulce tristeza también que aclara el día, la mente, apacigua el dolor. Un libro buscando acercarse a la Verdad, entre el sol de lo uno y el sol de lo múltiple atravesando el corazón. En composiciones enunciativas avanza el poemario arrimadas a distintas materias de expresión, en ramificaciones de imágenes y significantes arborescentes. Pulsaciones en distintos ritmos e intensidades de lo que arde en el silencio del vacío, cada pregunta que lleva a otra quemando en el interior como un sol en su cielo, como una única pregunta posible. Mirar como los ciegos, aletear el espacio, seguir el camino como Sidharta, en un esfuerzo infinito hasta saber que es el alma y volar con ella. A cada paso una pregunta, así caminamos, todo quemando en el interior como por un sol, en esa fuerza de la pasión por conocer, saber. Concupiscible e irascible moviendo el alma, sacudiendo el camino y las vacías sombras.
Por fin escuchar el alma, no en la quietud de la trampa sino en el andar, ver, tocar, amar. Donde la belleza toma vida en el dulzor de la mirada. Y las cosas adquiridas se adhieren al alma, nunca más se van en esa intensidad con que son captadas. Hay un reencantamiento verso a verso en el constante movimiento, renovando materias de expresión y reevaluación de puntos mutantes, impensados. Cambian las coordenadas, el paradigma estético impuesto por el fuego- pasión, deseo, alegría, temor, dolor, audacia- modelizando verdades trascendentes. Una autopoiesis de camino y contenido de referencias renovadas y de cambio en una transversalidad procesual maquínica estética en dimensiones esenciales incorporales. Sombras y humo en mundos, leyes del antes y el después de lo visible, como hablarían, que dirían esas sombras, que diría Bruno. Un libro que busca eternidad en su lectura, ese espacio del no espacio. En esas llamas que arde Giordano Bruno y el eco del alma de otro poeta propende, comunica, por sus actos reescribe su nombre. Un mapa del universo que da movimiento al corazón donde las respuestas están escritas. Las cosas hablan con las cosas como las almas lo hacen entre si cuando llegan al corazón del misterio donde los fuegos se expanden al infinito para que el alma del mundo sea más liviana y flote, flote. Así escribe Bruno hasta dejar de ser Bruno. Espejo contra espejo avanza escritor y filósofo de un modo necesario e implacable en el centro del libro donde crece la imagen a expensas de la letra del uno al infinito. El universo de lo imposible casi el borde que se toca, allí va el poemario a tocar el vacío. 
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