“Tenemos que aprender a llorar, dejar escapar el mundo por los ojos”
(Omar Cao)
Entiendo la poesía como ese algo que queda profundamente impregnado en la sensibilidad, y se hace presente en la memoria de la vigilia o de los sueños dándole sentido a la existencia.
Entiendo la poesía como aquello que pertenece y conforma las experiencias fundantes de la psyché (1), una fuente primaria, un lenguaje simbólico original u originario de la experiencia humana.
Desde este punto de vista, poeta es aquella persona que reconoce su propia naturaleza en un proceso de aceptación profunda e interpretación permanente de su vida.
La verdadera vitalidad del lenguaje se encuentra en la vivencia, - que ahora podemos nombrar como “poética-”, entendiendo que el instante de la expresión, es una manera de resignificar la poesía, quiero decir, pronunciarla:
“… Me dejo estar sobre la tierra porque soy el gozante/ el que bajo las nubes se queda silencioso/ Pienso si alguno me tocara las manos se iria enloquecido de eternidad…” (Manuel J. Castilla)
“Que se callen ahora las escuelas y los credos, ¡atrás, a su sitio!. Sé cuál es mi misión y no lo olvidaré, qué nadie lo olvide. Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal, dejo hablar a todos sin restricción y abro de par en par las puertas a la energía original de la naturaleza desenfrenada” (Walt Whitman)
Hemos recibido el testimonio de todos aquellos que han logrado, en primer lugar, reconocer la poesía en su propia vida: unir sentimiento y lenguaje, en una palabra que no impone, sino que asume la verdadera libertad que sólo se experimenta en la sinceridad más radical y gozosa.
Pero qué significa esto de fuente primaria, ya que las palabras sólo pueden señalar algo, y nunca definirlo, abarcarlo o determinarlo, quiero decir, el lenguaje sólo puede conservar la experiencia, pero de una manera tan viva, que podríamos compararlo al extrañamiento que siente una madre al ver a su hijo hecho un hombre maduro.
La experiencia de mi padre, quien indagó toda su vida en la memoria, y escribió poemas hasta el último día, me ayudó a comprender que si queremos pueblos despiertos, lo primero que debemos hacer es valorar la experiencia de nuestros antepasados.
Valorar sus tareas, sus aciertos, entender sus errores, sus victorias y derrotas. Solo así podremos ser dignos de una verdadera tradición pacífica y recíproca, fraterna e igualitaria, que nos permita superar definitivamente la violencia del colonialismo.
A medida que pasan los años, la vida nos enseña que no somos imprescindibles, sino una fuerza que impulsa un poquito el oleaje para un lado o para el otro.
“Perfecto, me retiro y nada conmueve al mundo/ sólo crece ancha y cálida la playa/de mí, olas/ cangrejos entre las piedras/ y una delgada línea de espuma” (Omar Cao)
Y así, nos convertimos lentamente en una memoria cada vez más profunda, donde la vida de los que nos han acompañado se engrandece, y uno siente que el amor toma el rostro de aquellos seres que hicieron posible que nuestra vida valiera la pena.
Entonces, quiero decir, eso que no podemos olvidar, que no decidimos vivir, pero que no podemos olvidar, como una marca indescifrable, como un último vestido necesario, frente al calor abrazador o al frio glacial, eso es poesía, en fin, el lugar fundante, la patria o la matria a la cual regresamos como todos los animales que regresan para morir al sitio donde fueron felices o donde la vida les dio la luz por primera vez.
Psyche: Del griego “alma humana”, fuerza vital de un individuo, unida a su cuerpo en vida y que se desliga de este en su muerte (…) el verbo griego psycho significa “aire frio”. A partir de ese verbo se forma el sustantivo que alude a soplo, halito o aliento que inhala al nacer el ser humano. Dado que ese aliento permanece en el ser humano hasta su muerte pasa a significar vida. Cuando la psique escapa del cadáver (en la mitología griega) se convierte en la esposa de Eros, el dios del amor. (muchas veces se la representa como una joven alada)