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Poemas de Álvaro Yunque

20.07.2025 11:16 |  Noticias DiaxDia  | 

Algo significativo
Antaño, en que eran los clérigos
quienes leían los libros,
las iglesias, elevándose
sobre el poblachón hundido,
sus torres sobresacaban
del colonial rancherío;
Mas hoy cualquier ciudadano
devora cientos de libros,
y hoy la casa en que cualquiera,
allá en el décimo piso
se pasa en claro la noche
y estudia meditativo;
sobresale de la cúpula
del campanario más risco.
Lo cual no deja de ser
algo significativo.
De: Versos de la calle. 1924

Boxeo
Alrededor la bestia muchedumbre
y se mueve esa boa sin cabeza.

Se agita el monstruo:
Diez mil garras se crispan frenéticas,
Diez mil ojos que brillan terribles,
Diez mil pies que patean.

El odio vibra en el reptil acéfalo
como si fuese una corriente eléctrica.

El ambiente se mancha de gritos:
¡Ruge la bestia!

Excitados los nervios
y de rojo, ebria,
insensible, feroz, primitiva;
El ambiente de insultos incendia.

En el centro hay lanzando
cuatro mazas sangrientas,
dos payasos vestidos de músculos
se golpean.
De: Versos en la calle, 1924

Carro celular
Voy esta noche, Buenos Aires,
viajando en carro celular
con prostitutas y rateros,
amontonada humanidad.

Con poligriyos y tahures
voy en un carro celular,
y yo te he dado, Buenos Aires,
con mis lirismos un caudal.

Yuso las sombras de la noche,
incertidumbre y soledad,
¡Qué camaradas de paseo!,
Voy en un carro celular.

Afuera injurias de uniformes,
adentro harapos, y callar;
yo con mi ensueño que medita,
voy en un carro celular.

Aunque me veas, Buenos Aires,
viajando en carro celular,
no soy anónimo delito:
¡Mi libertá es tu libertad!
De: Antología poética 1924-1949

Clase de historia
La maestra a los chicos,
les habla de los tiempos pasados:

Los chicos así aprenden que "Patria"
es tronar de cañones,
alaridos de clarines
y lamentos de soldados;
tormentas de metralla y de polvo,
huracán de caballos;
visión de sufrimiento y de sangre
que los deja estupefactos.

Los chicos al salir a la calle,
se cogen a puñetazos.
En: Versos de la calle, 1924

El chico limpiabotas
El cajón a la espalda,
roto, sucio, descalzo;
va el chico lustrabotas.
Se me ofrece el muchacho:
"¡Se lustra, caballero,
se lustra: diez centavos!"
Yo saco la moneda,
se la doy y me aparto.
El, con cara de asombro,
se me queda mirando.
¿Qué sabe el inocente
de mi afán trasnochado
de hacer creer a los niños
que aún existen milagros?
En: Versos de la calle, 1924

Elegía por cincuenta toneladas de patatas
Fue en Baldwin el delito, miserables,
fue el crimen, corazón, en Yanquilandia,
donde el Dólar predica:
—«¡Democracia, señores, Democracia!»
(Withman se cubre el rostro, pero impreca.
Withman, callado, canta.
Lincoln se cubre el rostro, pero ruge.
Lincoln, callado, habla.)
«¡Democracia, señores!»
Donde se linchan negros, «¡Democracia!»,
donde la libertad —¿la tuya, Washington?—
tiene una enorme estatua.

Lo dicen con patético cinismo
las dos líneas no más de un cablegrama:
«En Baldwin (Alabama) se quemaron
cincuenta toneladas de patatas»...
¡Cincuenta toneladas, hambrientos,
cincuenta toneladas, niños, parias,
madres sin leche, viejos mutilados,
cincuenta toneladas de patatas!

(Franklin se cubre el rostro, pero llora.
Franklin, callado, brama.)

Hambre, miseria, carestía; el Dólar
os grita: «¡Democracia!»
La libertad en el cubil del Ogro
tiene una enorme estatua.
(¿Aún de allá traerías tus maestros?...
y Sarmiento también, ceñudo, calla.)

¡Cincuenta toneladas, desdichados,
cincuenta toneladas de patatas!

Pueblos que mueren de hambre en todo el mundo,
quema el Dólar cincuenta toneladas,
cincuenta toneladas, infelices,
cincuenta toneladas de patatas.

Seguid bebiendo, pobres, el narcótico
que os suministra el Dólar: «¡Democracia!»
Postraos de rodillas ante el mito:
La libertad se congeló en estatua.
Y siempre esta obsesión de pesadilla,
¡Cincuenta toneladas de patatas!

Hay libertad para prenderles fuego
y el Dólar ululando: «¡Democracia!»
Cincuenta toneladas en cenizas,
cincuenta toneladas,
cincuenta toneladas hechas humo,
cincuenta toneladas de patatas.
En: Poesía revolucionaria del s. XX

Fábrica
Monstruo rojo que ruge;
y por la chimenea de su nariz,
arroja un vaho sucio
y un negro hollín.

En medio de las casuchas
del arrabal;
su oblicuo lomo se yergue apenas,
agazapado está.

Aguarda. Hacia sus fauces
comienzan a afluir,
hipnotizadas víctimas, hombres y niños
del rojo monstruo diario festín.

Mas no se los devora,
que un vampiro es la fábrica: sólo les chupará
unas gotas de sangre;
y así todos los días, treinta años vivirán.

Y la majada,
la majada senil
de hombres tuberculosos y de anémicos niños;
todos los días, todos los días, va y viene. ¿Y?
En: Versos de la calle, 1924

FE
Sentado en el tranvía, pensativo,
decíame: ¿Es que en vano corre el tiempo?,
¿Es que siempre ignorancias e injusticias
flagelarán al infelice pueblo?,
¿Es que siempre habrá mansos que soporten
la servidumbre y siempre habrá soberbios?
¿Es que aun la electrofuerza no propulsa?
¡Sangre hecha luz!, ¿El carro del progreso?
¡Y qué honda tristeza me invadía
paralizándome como un veneno!
Mas, sentado a mi diestra, con su traje
de labor sucio y roto, vi un obrero;
y, ¡oh, júbilo!, ¡Aquel hombre miserando
tenía un libro en sus callosos dedos!;
¡Y lo leía cavilosamente!
¡Qué proficua lección me dio ese obrero!
Entreví el ideal por los suburbios
sembrando ideas, dando sentimientos;
¡y en vez de mi dolor, sentí pujante,
que una ola de fe me alzaba el pecho!
De: Versos de la calle,1924

Frente al enjambre negro
Frente al enjambre negro de los hombres
que por las calles van con febril paso,
cada quien tras un sueño diferente;
una angustiante idea me ha asaltado:
¡Pienso en el más feliz de todos ellos,
es un montón de sueños fracasados!
De: Versos de la calle, 1924

No hay cosa más triste que emigrar. 1845 – 1945
                                                           Esteban Echeverría
Como yo, hace cien años, estas calles,
-Tus calles fraternal Montevideo–
pisaban emigrados argentinos…
¿Por qué no sollozar pensando en ellos?
Pasan nombres. Son nombres hoy ilustres,
los nombres que iluminan mi recuerdo.
Y sobre todos, uno: Echeverría,
el poeta romántico y guerrero.
Con mi tristeza de exilado, ambulo
por tus calles, cordial Montevideo,
pensando en los que otrora, hace cien años,
como yo conocían el destierro.
Nada más triste que emigrar,
nada más triste que emigrar, y veo
junto a mí tu figura, Echeverría,
pálido, mustio, desolado, enfermo.
¡Tú que nunca, poeta, a Buenos Aires
retornarías, pensador guerrero,
tú que ya para siempre quedarías,
perdido, ¡para siempre!, en el destierro!
Nada más triste que emigrar, repito.
Nada más triste que emigrar, es cierto.
Hoy tu recuerdo triste me acompaña,
Echeverría, y llena mi recuerdo.
De: Antología poética 1924-1949

Mundo fantástico
Agradezco al destino feliz que me pone
en un mundo de máquinas. ¡Viva!
¡Viva el vértigo humano, el peligro, las ansias creadoras
de este eléctrico mundo y su fuerza magnífica!
Yo abro enormes, los ojos.
Yo abro, enormes, los ojos sedientos de vida.
Yo recojo en mis dos asombradas,
gozosas, videntes pupilas,
el trajín que por calles o aulas
o fábricas lidia
Por quitarle al presente de angustias, dolor y trabajos
sus misterios, y hacer el futuro, la real maravilla
de otro mundo común,
de otro mundo de todos los hombres.
¿Cómo no he de gritarle a este mundo de máquinas: ¡Viva!
¡Viva, oh vértigo humano, oh peligro!
Yo me lanzo a la lucha política,
yo recojo en mi voz entusiasta
el fantástico mundo de todos los días.
De: Antología poética 1924-1949

Niños del arrabal
Allí donde la urbe no llega todavía
o donde dejó algunas casitas olvidadas:
Ranchos de paja y barro,
casuchones de latas,
que caminar parecen hacia ella,
como para alcanzarla;
juegan los niños sucios y descalzos
de mejillas carnosas y brillantes miradas.

¡Y son hermosos estos niños sucios
bajo el redondo sol, junto a la inmensa pampa!

En tanto muge la ciudad oscura
por la nasal sirena de sus fábricas.
Libres y hermosos corren y al sol juegan los niños;
como frutas maduran estos frutos con alma.

Y frutas son, tan sólo hermosas frutas
que en un festín de ricos han de ser devoradas:
los niños en la fábrica almorzados,
las niñas como postre y con champaña.

¡Pienso en esto y los puños
se me hacen dos garras;
pienso en esto y los gritos
hierven en mi garganta!
De: Versos de la calle, 1924

Oro cálido
Yo, poeta sin dinero
esta mañana de estío;
me echo a andar por la avenida
que llena de oro un sol lindo.

Y, oh sol, me lleno de tu oro
las manos y los bolsillos,
yo, que sin un sólo cobre,
salí esta alborada exiguo,
Sol, me hallo por tu oro pleno
de ilusión y salud: ¡Rico!

Oro de sol, cálido oro,
oro de sol encendido:
A ti nadie te acapara,
no hacen monedas contigo.
En la Bolsa no eres nadie,
en el banco eres un mito
y en las casas de comercio
un intruso entrometido.
Éntrate, oh sol, oro cálido
por nariz, ojos y oídos,
llena el pecho de los hombres
y hazlos buenos y verídicos.
Éntrate oh sol, sol de oro,
limpia, más que su bolsillo,
limpia su alma de la roña
del otro oro, oro frío.
Dadles salud e ilusiones;
y hazlos, como a mí, tan ricos
que canto y corro contento,
sin un cobre en los bolsillos.

¡Échate sobre estos hombres
flacuchos y pequeñitos;
llénales de ideas, sangre,
músculos y amor: Sol lindo,
vuelve a amasar estas sombras
y has otra vez hombres vivos,
Oh, sol de oro, oro cálido
de esta mañana de estío!
De: Versos de la calle, 1924

Todo pasa
Todo pasa: Glorias, muertes,
revoluciones, miserias,
líderes, credos, proclamas,
martirios, héroes, poetas,
odios, fracasos, victorias,
fes, entusiasmos, ideas,
desolaciones, tiranos,
hazañas, cruces, banderas,
maquinarias, tradiciones,
gritos, puños, sables, fechas,
ruegos, himnos... ¡Todo pasa!
Todo pasa, el pueblo queda.
De: Poesía social y revolucionaria del s. XX.
Edit. Agora, 2012


Una familia de inmigrantes por la Avenida de Mayo
Rumbo al oeste va por la Avenida
esta ruda familia de italianos.
A la cabeza el padre, un hombrachote
que lleva un chiquitín entre los brazos,
detrás de él dos muchachas, dos gringuitas
de trenzas rubias y de ojos garzos,
detrás la madre cuyo vientre elévase
con la promesa de algún nuevo vástago
Y aun detrás cansadamente, marchan
dos chicuelos cogidos de la mano;
Y golpean los rudos zapatones
Y exhiben los vestidos aldeanos
aquellos inmigrantes que contemplan
todo con grandes ojos asombrados.
Y hay no sé qué simpática energía
en esos rostros por el sol tostados,
en esos montañeses animosos
que del norte de Italia se arrojaron;
Y se hunden ahora en Buenos Aires,
rumbo al oeste, con tozudo paso,
Tal vez a dar con la fortuna, hallada
en lustros de dolores y trabajo,
o en lustro de trabajo y de dolores
tan sólo a dar con la miseria acaso.
De: Versos de la calle, 1924

Álvaro Yunque (1889 - 1982) Arístides Gandolfi Herrero, fue un escritor argentino nacido en La Plata el 20 de junio de 1889. Hijo de emigrantes, en 1908 inició la carrera de Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires, aunque en 1913 la abandonó para dedicarse a las letras.
Fue colaborador de La Protesta, diario anarquista, y de otras revistas (Campana de Palo, Claridad, Los Pensadores y Caras y Caretas). En 1945 dirigió el semanario El Patriota, lo que le valió la cárcel y el exilio. En 1960 fue designado miembro numerario de la Academia Porteña del Lunfardo. En 1975 obtuvo el premio Aníbal Ponce. En 1977 la dictadura militar prohibió y quemó sus libros. En 1979 la SADE le otorgó el Gran Premio de Honor. Integrante del grupo Boedo. Cultivó una literatura realista plena de inquietudes en defensa de los trabajadores, de los desposeídos y de los niños. Cultivó el cuento, el teatro, la historia, el ensayo y la poesía. Su obra literaria abarca más de cincuenta títulos publicados y otros tantos inéditos.

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