Cada quién busca su tumba desde que la finitud nos engloba, así quién devora más y que intenciones tenía,- tiburón, pez, hombre- en una escala de biotipos enunciadas dan una especie de cartografía como una contemplación. Como enunciaciones que se enraízan y entre-traman unas a otras, una lengua que busca una verdad desde el abrazo inaugural, un sentido crítico hasta que el sentido deja de ser. La belleza, lo vital del acto no su utilidad, eso que va por debajo, para salir de la polaridad, una alquimia para interrogar. Lo que no es poesía es certeza que reina un reino de lo inútil, el hombre no puede ser inmortal pero si eterno. Como en un último refugio contemplamos este mundo fuera del mundo, esa es la vidriera de la ventana por la cual mira el poemario. Dejando los tics de civilidad que no prosperan, si se anda con la propia imagen en el espejo del mañana o el pasado. Oír es la clave para persistir hasta que sea necesario como un tibetano que dice hasta acá y se deja llevar hasta irse. No es huida sino cumplir con lo necesario para pasar de plano. Más que un religar es ver en los fragmentos la totalidad, yendo de lo cotidiano a lo trascendente, en un progresivo descascararse del ser, lo que implica ir muriéndose. En este sentido el libro es un legado, una donación en vida, una heredad, un preparar a la razón del ser para su mayor desgarro-la separación definitiva del cuerpo con el alma en el momento del final- en sentido filosófico como dijera Tomas de Aquino, allí donde la mente fracasa ante la última pregunta, como quién pierde la fe y sabe que no es un acto de voluntad. La máquina estética mueve estas páginas en dimensiones esenciales que van de la finitud de la vida y la muerte entre territorios colectivos- sociales, literarios, religiosos, contraposiciones, en un sentido “transversalista” de enunciaciones de los soportes de formas y estructuras enfrentadas a las entidades incorporales de valor de para sí y el para el otro, como autoafirmación de existencia frente a las modalidades posibles de existente. Como una música buscando la vida, un brindar por seguir la senda de alma a plena bandera que se ofrece a los azares, lo que invita a explorar. En lo cotidiano deambula una metafísica, la filosofía de lo simple y verdadero, como la niña sentada en el umbral del conventillo, de la vida, o de salir del sueño para entrar en otro.