Escrito por Leonardo Bettanin ante el asesinato de Horacio "Chacho" Pietragalla. Lo leyó en el recinto Horacio Pietragalla, su hijo.
¿Quién ha de ser mi interlocutor,
aquél que todo lo entienda?
de palabra, pocos
de conversación, ya ninguno.
es quizás por eso que recurro
a este permanente oficio
el de la palabra escrita
el de la palabra leída.
Eran dos si mal no recuerdo
los que hubieran querido oírme
tan solo dos
y de los dos, me queda uno
aunque lejos y tampoco escucha.
Yo quiero entonces contarles así
con las palabras escritas
donde las miradas no dicen
donde las manos ya nada expresan
todo lo que es cierto.
Las palabras escritas son un mero acercamiento
un rodeo silencioso en derredor de lo verdadero
un dolor abierto que no cierra nunca lo cierto
pero a ellas, a mis amadas palabras, entonces
yo apelo, reemplazan a esas dos queridas ausencias.
Quiero contarles donde descubrí yo este odio
que hoy atrona pero ayer fue solo silencio
quiero contar pero tardo
me detengo en cada verso
en cada pensamiento
peleando cada frase
que siempre, en definitiva
son meros intentos.
si yo hablando lo haría directo
pero no los tengo a ellos
a aquellos dos que siempre
o casi siempre me entendieron
mierda que tengo miedo
a la traición de estos versos
a lo voluptuoso de una frase
a la palabra que se estampa
y distrae ese sentimiento
mierda que tengo miedo
y aquellos dos que se fueron
uno del todo
el otro por un largo tiempo
y les vuelvo a hablar
que descubrí sin quererlo
porque a los diez años nadie sabe
que son en verdad los sentimientos
se ríe o se llora
se juega o se aburre
pero jamás, por suerte, se reflexiona
eso surge después
cuando uno se sienta y recuerda
las tardes y sus juegos
los cuentos y todos los miedos
y fue entonces que una radio
precipitó el crecimiento
mintió
porque nada dijo del cariño
de todo mi pueblo
mintió
porque nada dijo del dolor
de todo mi pueblo
habló mal de ellos
del general basura
de ella hasta que era puta
mintió
pero yo entonces no lo supe
pero sí mi padre
que destrozó su voz
con una mano en forma
de puño
de martillo
de dolor y de cariño
y ahí la radio quedó
por mucho tiempo en silencio
como testigo de ese momento
yo tenía diez años
y era septiembre
del año triste
ahí lloré y después supe que era
odio y no miedo lo que hizo que
mi padre golpeara como golpeó esa noche
pero ahora cuando me leo
cuando escucho el sonido de la palabra
escrita es cuando más extraño a esos dos
que no hace mucho me arrancaron
uno ni su cuerpo tuve
ni su frente besé por última vez
el otro me escribe
pero ya ni habla porque está lejos y triste.
(Leonardo Bettanin-Rosario, Noviembre de 1975)