El alto valor nutricional de la quinua revalorizó a esta semilla de origen andino, y ONU la incluyó entre los alimentos importantes para paliar el hambre en el mundo, además de dedicarle 2013 como su año internacional, mientras Argentina busca retomar su cultivo, que existió hace más de 2.000 años.
Investigaciones realizadas por la Cátedra de Producción Vegetal de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) determinaron que desde hace más de 2.000 años se sembraba quinua en el noroeste (NOA), pero también hallaron referencias más cercanas en el tiempo, en la Patagonia.
Este semicereal, el único alimento vegetal que tiene todos los aminoácidos esenciales, oligoelementos y vitaminas, se adapta a diferentes climas y alturas y puede sobrevivir en ambientes de sequías, suelos pobres o alta salinidad, por lo que es considerado un cultivo “todoterreno”.
Daniel Bertero, investigador de esa cátedra de UBA y especialista en quinua, afirmó que se comprobó su cultivo en ambientes diversos del NOA, “como Santa Victoria Oeste, al este de La Quiaca, donde llueve entre 700 y 1.000 milímetros, hasta el Salar de Antofalla, en Catamarca, donde no llueve nunca y se cultiva bajo riego".
En 2007, en colaboración con el Instituto Nacional de Tecnología Agraria (INTA) y el Ministerio de Ciencia y Tecnología, los investigadores de la FAUBA reunieron una colección con más de 90 muestras de semillas de quinua que se analizaron por su valor nutricional, agronómico y genético.
"Ahora no sólo sabemos que se siembra en nuestro país desde hace mucho tiempo, sino también que tenemos una genética propia, aunque emparentada con la de otros países", sostuvo Bertero.
El investigador comentó que hallaron referencias del cultivo con más de 150 años en la costa del lago Nahuel Huapi, en Bariloche, y "las muestras que analizamos tenían semejanzas con variedades del NOA, si bien también mostraban diferencias. En definitiva, son parte del patrimonio de la Argentina", aseguró.
Tras estos descubrimientos, surgieron iniciativas para producir quinua a escala comercial en nuevos ambientes, como los Valles Calchaquíes y hasta en la Pampa Húmeda, con una importante experiencia -en este último caso- en el INTA de la comuna bonaerense de Ascasubi, 120 kilómetros al sur de Bahía Blanca.
Un informe de la FAUBA señala que “en las últimas décadas, el cultivo de quinua comenzó a revalorizarse por sus beneficios nutricionales, relacionados con una alta calidad proteica y por ser una fuente importante de minerales y vitaminas. Además, no contiene gluten y puede ayudar a reducir el colesterol”.
Bertero resaltó un aspecto sorprendente de la quinua, que es su capacidad de adaptarse a los ambientes más rigurosos, como en Bolivia -que con 60 mil toneladas anuales es el principal productor mundial-, donde una de las mayores áreas sembradas es en torno al Salar de Uyuni, cuyo suelo es pobre y su clima extremo.
En esa zona llueve entre 100 y 150 milímetros al año, hay una gran amplitud térmica con temperaturas muy bajas y no existen períodos libres de heladas, lo que en suma sería mortal para cualquier otro cultivo, pero la quinua encuentra condiciones para desarrollarse.
La quinua abarca ambientes muy variados de montaña que se extienden desde Colombia hasta Chile y, según este experto, "hay áreas sembradas que van desde los 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, hasta los 100 metros, junto a la costa de Chile”.
Para Bertero, el desafío es introducir su consumo en poblaciones urbanas como Buenos Aires, donde estos productos son muy caros y sólo accesibles para personas con un interés especial por alimentos naturales, vegetarianos que buscan fuentes de proteína de buena calidad o consumidores interesados en cosas distintas.