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Los desconocidos de siempre.
Romilio Ribero, poeta de Capilla del Monte, Córdoba.
19.03.2014 08:49 |
Bruch Gabriela |
Caminando los caminos de Capilla, uno va escuchando voces que te hablan de otras voces. En este caso , la voz poética de Romilio Ribero, poeta emblemático de esta ciudad de Còrdoba , situada en en el Valle de Punilla.
Nació en Capilla del Monte, en 1933 y murió en Còrdoba Capital en 1974. Romilio Ribero, fue pintor, poeta, una especie de protegido de Manuel Mujica Lainez. Murió a los 43 años marcado por el exceso de tabaco y alcohol. Vivía humildemente de lo que sacaba de sus dibujos. En vida, publicó sólo dos libros, "Tema del Deslindado" y "Libro de bodas, plantas y muletos", y dejó inéditos otros dieciocho. Su poesía comenzó a rescatarse en los 90, gracias al tesón de su compañera Susana Sumer y a la apuesta editorial de Alción, que ha asumido la publicación paulatina de su obra completa. "Las mujeres, las magias", "Imago mundi" y "Familiares y sortilegios" son algunos de los títulos ya editados. En 1999, también Ediciones El fundador lo incluye en “Córdoba Poética Siglo XX”.
Perteneció a una generación capillense de adolescencia inquieta, ávida de vivencias literarias y artísticas. Años de navegación a la vez compartida y solitaria por la poesía, el teatro, la pintura, la música, el cine y Romilio, lejos de abandonarse en la alucinación cosmopolita, recogía en su aventura ecos, que le ayudaran a nombrar con voces y colores la serranía natal.
La sierra materna es asiento fecundo donde su temática poética se hace fruto. Y así madura en los versos una tierra exenta de memoria, desbordante de reverberos y aromas intensos. Con profuso barroquismo construye un mundo (el suyo, el de la humanidad) donde los contrarios se confunden conjurando la escisión. Tierra de caótica inocencia, milagrosa y terrible. Tierra que se vuelve paraíso perdido cuando el poeta alcanza la adultez y la experiencia del "destierro" en estadías urbanas (Córdoba, Buenos Aires) y viajes inciertos. Tierra que se reconoce en una América habitada por el prodigio y preñada de acallados aullidos.
Las noches de bohemia en Capilla del Monte o en el bar Gardel supieron de sus poemas despilfarrados sin recatos estériles. Más allá de las contingencias que hayan impedido una publicación durante y después de su vida, es fácil imaginar que para Romilio la letra no fuera más que un modesto sostén de la poesía. Al parecer, la escritura recobra en él su papel primero de frágil intermediario entre la densidad de la imagen y la palabra volátil.
A decir del poeta y ensayista Armando Zárate, hoy fallecido : “Nadie sabía en Córdoba de qué vivía Romilio o de qué podría vivir. Un día, por mediación de un funcionario, le cedieron un cuarto de conserje en el teatro Rivera Indarte. Romilio, en las noches más frías y solitarias, se tendía envuelto por el alfombrado en las galerías y muy a gusto con los fantasmas del Coliseo”.
Romilio Ribero representa un poco la figura mítica del artista , siendo hoy uno de los fantasmas más fantasmas del mundo mágico de Capilla del Monte.
Dejamos un poema como muestra e invitación para el acercamiento a su obra.
EL ARTISTA DA SU TESTIMONIO (*)
Cuando la mano del artista traza
el insondable centro del espacio, cuando es viajera de las constelaciones
para encontrar la forma primigenia,
el artista quisiera ver a Dios
en la invisible noche de su caos.
Quisiera verlo.
Luz de su poder.
Forma de su tiempo,
tiempo devorado,
Y su mano dibuja esta aventura,
es el contemplador
y el contemplado,
es el Otro el que en Nada permanece
siendo una imagen de Ángel desterrado,
y encuentra a la Belleza y la convoca.
Y la belleza atiende a su llamado,
su visión de los mundos y las muertes
su dolor y su música y su luz.
Y lo deslumbra y le habla del misterio
entre tantos mortales condenados
y el entrega el amor del universo.
Y entonces viaja, pobre en su pobreza,
vestido de mortales vestiduras
por los mundos del sueño, y alguien canta
y alguien pregunta por su poesía
y alguien atrapa su feroz mirada
que rescata del cielo y del infierno
toda su historia con oscuras sombras.
Y al alba está Leonardo dando al mundo
la sonrisa inmortal de la Gioconda,
o en su santa jornada está Beethoven
inclinado a otros mundos serenísimos.
Y Dios entra a su casa y sale.
y sólo Dios renace de su muerte.
(*) Segunda parte de “Cantata del metal” Epístola poética para ser dejada en la tierra, 1968. (Inspirada en un mural realizado totalmente en cobre por el artista Mario Loza)