En el país hay dos Monumentos que conmemoran la Independencia, uno el Museo Nacional Casa Histórica, en Tucumán, en dónde se firmó el Acta de 1816, y el otro cuyo diseño y emplazamiento fue elegido por concurso por el Congreso Nacional, en 1926, el de Humahuaca. En la Quebrada, entre el cerro y el cielo, cuando lo conocí de escolar me pregunté que hace un Indio en aquel monumento, en aquel entonces los manuales no cuestionaban aborigen, originario, natural, gaucho, nada decían de su lucha por la Independencia, todos eran próceres con levita o militares.
Para elegir tan magna obra, el Congreso nombró un jurado formado por historiadores (Ricardo Rojas, Carlos Ibarguren, Enrique Larreta), escritores (Leopoldo Lugones, autor de la Guerra Gaucha), arquitectos (Martín Noel) y políticos (Ernesto Padilla, Benjamín Villafañe). Desde la decisión tomada por el presidente Alvear hasta la inauguración del monumento en 1950 en épocas de Perón pasaron 24 años, varios presidentes, guerras mundiales, golpes de estado, que interrumpieron su construcción.
El proyecto elegido fue un monumental grupo escultórico diseñado por Ernesto Soto Avendaño, a realizar en fundición de bronce y piedra. El conjunto tiene como principal figura un indio, un chasqui llevando la buena nueva de la independencia con su mano derecha en alto, corriendo entre el cielo y los cerros. Un verdadero coloso de bronce de 9 metros que se hiergue viajando entre el cerro y el cielo. Para dar idea de su monumentalidad, el Colón desterrado de su paseo tiene 6.5 metros, la Libertad de Lola Mora en Tucumán 4 metros. EL Monumento tiene dos frisos laterales, uno de ellos representa al Ejército del Norte, con caballos, banderas; el otro friso al pueblo y los gauchos combatientes, la proa del monumento tiene otro grupo escultórico, una madre con su hijo en las espaldas, las bolleras, los artesanos, el pueblo de a pie. Hubo que trasladar hacia un lateral una antigua torre campanario de adobe y sin querer- o queriendo- elevados cardones se levantan como vivo homenaje a la Independencia y a la tierra. Sólo en bronce el complejo insumió 70 toneladas, sin pedestales ni escaleras ni piedras.
Para su emplazamiento eligieron el cerro Santa Bárbara, en el corazón de la heroica ciudad de Humahuaca y se accede por unas amplias escalinatas que jerarquizan más el complejo y abarcan prácticamente un lateral completo del cerro, por unos 300 metros. Humahuaca quizás, porque fue el escenario argentino que más sufrió las Invasiones realistas, principal campo de batalla del Ejército del Norte y de los ejércitos realistas del Perú. Mitre cuenta 10 invasiones, Bidondo cerca de 86 batallas en Jujuy y en la Quebrada. Los historiadores sabrán mejor, lo cierto que a Jujuy se la llamó el Escudo de la Patria y fuimos para Belgrano su provincia dilecta, a la que donó su bandera y una escuela.
¿Por qué un natural de la tribu de los omaguacas encabezando el Monumento a los Héroes de la Independencia? ¿Por qué no poner un soldado, un general, un Director Supremo, un congresal? ¿Tiene nombre ese originario que inmortalizó Soto Avendaño? ¿O quiso en esa monumental figura rendir homenaje a los indígenas que fueron leales a Belgrano y formaron los regimientos de morenos y pardos, los que se adhirieron a su Ejército en aquella primera leva de los 200 en Humahuaca- cuando ningún cabildo contestaba-? ¿O a los mensajeros que llevaban las noticias de las derrotas y triunfos desde el Alto Perú hasta el Tucumán?
¿Será quizás el padre de los gauchos de Salta y Jujuy que montaron a caballo con Güemes? ¿O algún comandante indígena como Diego Cala, que fue hecho prisionero en Yavi y pasado a cuchillo por los realistas en el Alto Perú? ¿O la madre de un gran general como Arias, que vio a su hijo morir por la Patria en este suelo y no en tranquilo exilio, sin honores ni medallas ni monumentos? ¿O el Inca que Belgrano propuso para encabezar una monarquía temperada, en aquella sesión secreta del 6 de julio de 1816 del Congreso Tucumano? Ya tenía el hombre, Condorcanqui, pero a los congresales les pareció un delirio. Delirios como aquellas estrofas del Himno de 1812 que por decreto no cantamos:
“Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor
lo que ve renovado en sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor”
Preguntas, historias que no te enseñan, decisiones sabias.
Rodolfo Quiroga. Jujeño nacido en el Barrio Los Naranjos, en octubre de 1971. Lector precoz y escritor novel, nómade, después de vivir en Buenos Aires está radicado en Tucumán, ingeniero industrial y sommelier. Colaboró con don José María Fontán en la crónica “100 Años de La Cumbre. Su gente, su historia, sus lugares”. Aprendió portugués para leer a Clarice Spector y francés para no perderse detalles de Baudelaire y Proust. Miembro entusiasta de “Ahora o Nunca”