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Poemas de Liliana Díaz Mindurry (Buenos Aires)

 
Poemas de Liliana Díaz Mindurry (Buenos Aires)

18.03.2014 19:18 |  de... Poemas  | 

LA GIOCONDA de Leonardo Da Vinci
Se ríe desde el fondo de los recuerdos,
se ríe desde el fondo de las esperanzas,
de la sangre de esos gatos que nadie recoge, del último fulgor que nadie ve en
/los ojos de los peces,
se ríe de los muebles de las alcobas que tienen deseos inconfesables, de las
/manos que jamás responden al dueño,
se ríe de los tigres en la calma del mar,
del revés de las caras.
Se ríe de la alegría que lastima la garganta ya por ser pena que endulza la lengua,
se ríe de las mañanas,
de las tardes,
del prometido amor y del temido infierno,
de los que descosen el futuro y tejen un pasado que no existió nunca para
/colgar en los balcones,
se ríe de la tibieza de las salas donde la palabra es terciopelo y seda, transparencia y perfume,
del cristal empañado en el ojo, del último calor del cuerpo
antes de la muerte.
Se ríe del corazón como una campana resonando, de la red que tiembla,
del Dios escondido en las cajas de las iglesias,
se ríe de los bosques cerrados hasta el borde de otros bosques cerrados,
hasta el borde de otros bosques cerrados.
Se ríe,
se sonríe,
sabe que no resucita ningún día perdido en la tristeza
y que la piedra sobre piedra sólo es tejido de piedras.
(Los sirvientes lavan los espejos para que su sonrisa no contamine el porvenir).

LA FILOSOFIA DEL CAMARIN de René Magritte
Cuando nadie los ve
cuando nadie los oye
los vestidos guardan deseos de otros como heridas abiertas, como sangre expuesta,
las ajenas miradas de la desdicha, las voces roncas, las fracturadas noches,
las alegrías futuras como perros por nacer.
Los zapatos reflejan el universo, ese Dios que guarda en los cajones toda la /infelicidad del mundo,
las nostalgias que caen del cielorraso
y los pasos que llevan al placer en los dedos y en la punta de los labios.
Les queman los días pasados y los por venir,
tontos de sueños, de esperanza y de hambre,
ellos,
puestos en el lugar de lo viejo,
juegan dulcemente a las trampas.
Hablan a veces con voz de agua jabonosa,
hablan a veces
del perfume de las cosas estancadas, del espejo que los guarda en sus aguas.
Así lastimados
son eternos. No sonríen ni dejan que nadie les sonría.
Recuerdan que es mejor olvidar y como filósofos no creen en lo que se ve,
beben tranquilos las luces de la sombra,
y hasta entienden
por momentos
esa música sin freno
de la muerte.

CRISTO MUERTO de Hans Holbein el joven
Había una vez, hubo una vez o no hubo nunca. No debo decir el caos.
Había una vez un lastimado,
se oye su muerte en todas partes,
en todas partes.
No ángeles de la guarda, no estampas, no luces, ningún contorno,
las horas del lastimado son eternas.
No luces.
Se puso toda la muerte en el cuerpo,
toda la muerte,
no ángeles,
las horas del lastimado
del muerto, del clavado a todos los cuerpos
crecen como serpientes. No debo decir el caos.
No luces, no ángeles:
los salmos se le duermen en la frente, debajo de las cejas y en la garganta.
Agitaba la eternidad como si fuera una mezcla.
Gatos negros y azules, palabras como gatos negros y azules se volcaban en
/todos los caminos,
llevaba sus pobres milagros pequeños, el agua tibia de las frases goteando,
liviano como un dedo,
transparente.
No era un hombre.
No era una caja con forma de hombre.
Dulcemente su amor
se comía las cosas, brillaba en la saliva, se encendía en los costados de la boca.
Porque no es cierto que sí y no es cierto que no.
Le sacaron cualquier forma de la alegría
el brillo de la noche le enredó ese cuerpo que no gozaron las mujeres.
La luna como un lobo le mordió el vientre y le dobló la espalda.
Esperaba los clavos como fauces.
Los gatos se incendiaron.
Despacito se le aguaron los ojos.
No habría cielos empapelados de celeste
y crecerían las horas
los perros de las horas.
No habría más adentro ni afuera, ni aquí ni allá, ni latitud ni longitud.
Nadie cura la demencia,
ningún paraíso. El deseo no corrige la forma de las cosas.
Dar órdenes no es lograr el resplandor.
Las cosas quieren salirse de sí, poner la mirada en blanco.
Es tan simple no estar.
Las horas del lastimado son eternas. Es eterno el perfume.
Es una negra música,
una ternura
como una negra música.
En las estrellas se salieron los gatos,
las palabras como gatos
resucitaron.
El deseo no corrige el mundo.
Gloria al deseo.

EL GUITARRISTA CIEGO DE PABLO PICASSO
Se nos habló del ojo como del único sentido para construir el sentido,
las líneas de significaciones.
Algún francés nos habló de la evidencia.
Un español hizo del ojo el único sentido para construir el sentido,
sin buscar claves ni líneas de significaciones evidentes,
juntó casi burlándose
la ceguera y la música
como si la música fuera una cuerda rota,
como si la música fuera por fin
un dejar de ver las formas del mundo,
como si nada,
no quería entregar ninguna llave:
una simple música en un azul de ojos cerrados.
(Y por favor,
que no se espere nada de los colores de una tela
ni aunque sea azul y un joven Picasso haya inventado a un guitarrista ciego).
Como si no sucediera nada hay quien la mira en un azul de ojos cerrados,
como si la ceguera fuera una cuerda rota,
un viejo que toca una guitarra ciega en un vacío.
O sólo eso: nada,
una música que como la muerte,
cierra los ojos.

* * *
Parece que hay dos,
una pareja, dicen,
parece que es un hombre ciego, enfermo y una música ciega, enferma
y parece que es sentarse y llorar la ceguera del hombre, la música que no quiere ver nada,
y no parece pero la música se come al hombre
y el hombre sangra.
Y no parece pero hay una muerte por asomar la cabeza
en alguna parte. Y no parece pero también hay una muerte
ciega
por aplastar a la música,
por aplastar al hombre.
(O la misma música es la muerte).
Y no parece pero es el amor,
o una forma de amor al menos,
una música rota,
la ceguera de dos que no se encuentran nunca.

* * *
Nada de importancia, por supuesto, entonces,
ese hombre ciego puede ser cualquier hombre, de esos que andan en los trenes,
de esos que tienen ojos pero no miran porque alguna música les estalla en las sienes.
Cierta locura.
Cierta locura, dije, cierta locura fría
de mosca que sueña paraísos;
nada de importancia, entonces,
cualquier hombre,
cualquier muerte asomada en una música.
Cualquier forma de no mirar el mundo.

* * *
Es posible que la música
sea una forma ciega de tomar las cosas,
una astilla en el ojo,
la astilla de un ojo que no quiere ver más.
O al menos una forma de guardar la noche,
esa noche donde nada es seguro.
Es posible que la música
sea una forma ciega de verificar las relaciones,
y el ojo abierto,
apenas una trampa desde lo virtual.
Una pequeña bofetada a las ilusiones de este mundo.
Ya se sabe:
la música lo dice:
Estamos hechos para la muerte.

* * *
Si el ciego sabe que la oscuridad es una luz que no espera,
si el ciego sabe que los sonidos son una forma de guardar la extrañeza en el oído,
el ciego sabe
que la música habla de una especie de universo ya extinguido.
Fue cuando los hombres no quisieron ver más la rotación de los días y las noches
y se llagó la piel de la fotografías
y desapareció el tan dulce engaño de las cosas.
El ciego no sabe
que también la música ha dejado de servir
para los ciegos.
Dice la música:
ya no hay nada que hacer.
El peine al peinar arranca pedacitos de cerebro,
hay una araña escondida en los cajones.
(En los cajones aguarda
el temor de los ciegos,
el miedo
de la música).
O es la enorme tristeza.

* * *
Debe haber en el ojo de los ciegos
una sórdida luz de pasillo donde avanzan los bastones blancos,
un pobre pez que se pudre en el agua del mar sin que nadie lo advierta,
una zona sin defensa,
el vientre de las noches sin luna. Se sospecha:
una minuciosidad oscura,
un detalle
que se escapa del cuadro.
Y la música no cura.
Cerrar el ojo e inventar sonidos no inventa
otra luz. Ni siquiera una luz oblicua.
Debe haber un cielo roto de antemano.

* * *
No hay fe.
Ya es tarde para ahuecar aún más el hueco de los ojos
e inventar la música.
Peor aún para juntar
desechos de palabras.

* * *
¿Y si detrás de los ojos
se pudiera
mirar
a la música?
¿Ver el color y la forma del sonido?

* * *
Como si las imágenes fueran otra cosa que el silencio,
como si las imágenes fueran otra cosa que una hierba
para que devore
un ojo
triste.

* * *
Con la mitad del ojo de Picasso
habrá medio ciego azul, media guitarra.
Con la mitad de la música de medio guitarrista ciego
aún es posible abrasarse.
Abrasarse es imaginar algo más que un silencio.
Todavía medio amor
es más fuerte
que cualquier forma
de muerte.

* * *
Tal vez la muerte no sea música
ninguna música,
ni siquiera
una música pintada
o escrita.
Tal vez la muerte sea
un ciego que partió hace mucho de una tela de Picasso
y se le quebró la guitarra
y el azul.
Tal vez Picasso muerto
sea una tela con un guitarrista
que ya no significa;
el azul, el color de una mancha de pintura,
y el ciego,
una teoría sin demostración.
Todo el cuadro:
la irregularidad de un ojo de vidrio que se rompe.
Los pedacitos volando en el espacio,
un vestido de novia comido por hormigas.
Tal vez ese cuadro que alguien mira haya dejado de existir,
porque sólo existía para Picasso.
Es que ese guitarrista de los poemas
ya no es el mismo guitarrista del cuadro.
Es un guitarrista de un azul de palabras
y su ceguera
son unas cuantas letras
para desfigurar el vacío
de la hoja en blanco.

SIN TÍTULO
Un mundo de cristales de hielo masticados con furia entre sorbos de whisky,
un cigarrillo y un narcótico,
mientras el rectángulo de la pared se traga las últimas estrellas, y las últimas bestias corren entre luces encendidas,
mientras hay olor a despedida, a cocheras con automóviles dormidos y sin dueño,
olor a ciempiés rubio, a soledad de una pastilla,
para suprimir el universo.
Mientras lo que tiene que pasar, pasa, en el claro del pueblo, en el claro de la ciudad, en el claro del mundo,
mientras el mundo se separa del ojo.
Mientras el pensamiento es un orden que jamás ocurre.
y las playas ladran cada noche,
apenas.
Mientras en los zaguanes los insectos corren veloces debajo de puertas y ventanas.
Mientras alguien pregunta la hora como si fuera posible saber algo.
Mentira.
no es un mundo.
Y aunque parezca suceder
nada sucede.
Las tijeras se comen cada lugar secreto,
cada nombre.

JUANITO LAGUNA APRENDE A LEER de Antonio Berni
A la memoria de mi primo el doctor Guillermo Díaz Lestrem, víctima de la dictadura
Hay un país simulado
un nombre simulado un tiempo simulado
un viejo país detenido en agujeros negros
el país simulado al fondo
(como un pozo)
oscuro
fabricado en el pozo de los sueños
(ese fondo del fondo)
En un mundo asimétrico lo que está por suceder no termina de suceder porque es posible que no haya suceso
en un mundo asimétrico donde hay carceleros
el carcelero no permite la entrada
aunque dice que la permite y hasta guarda una sonrisa en la pantalla
(Y hay un hombre de negro que mira desde lejos en un hueco del tiempo)
el carcelero dice: el país está cerrado dice: el país es puntual en decir que está cerrado
dice: no
no dice
o está y dice con su presencia
o no está pero es fácil imaginarlo
algo que no termina de suceder
aquí hay marcas y preguntas y zumbidos y ultrajes y perfumes antiguos y hay cosas que llaman el país y el país no se sabe si existe fuera de la palabra fuera del ruido fuera de los signos
fuera del país con pantallas vacías y celulares rotos
fuera del país donde las niñas cibernéticas saltan a la soga
no contestarán las máquinas del sueño
ni los que escriben al departamento de tejido literario
ni los que leen
ni los que escriben a los que leen ni los que leen a los que escriben
y después eso: la repetición de marcas y preguntas y ultrajes y zumbidos y perfumes antiguos y cosas que llaman el país que no se sabe qué es o si existe fuera del movimiento de lengua o de los signos
Un país en blanco y negro donde el futuro parece una mala copia del pasado, un revival extraño
no hay Ley que una estos sangrientos pedazos
un pedazo y otro
sueltos
vacíos
y sin embargo unidos perfectamente en una pantalla
con virtuales páginas de seda
que siguen después de "todavía estamos en la Argentina"
y nunca terminan
hacer entonces como si hubiera mundo
como si el viajero de las sábanas fuera inmortal
como si hubiera un hombre de negro
un resplandor
dentro del pozo de las cosas
como si el pozo de las cosas
no fuera el pozo de las cosas
como si las cosas no fueran un pozo
como si el pozo contuviera cosas
como si hubiera cosas
como si hubiera pozo
como si la palabra por sí misma
diera existencia al pozo de las cosas
a la Ley que ordena las cosas dentro del pozo
o el pozo dentro de las cosas
entonces como si hubiera país
en la noche del país
la Ley abre la boca y dice en la boca de las pantallas
dice
no lo que está bien
sino que está bien lo que ella dice
porque lo que dice está bien porque lo dice
porque el decir es belleza
porque es la posibilidad de seguir viviendo
de llevar el traje de los recuerdos
como si existieran los recuerdos
hace frío aquí
aunque los Poderosos no quieran
hace pánico
el país hace creer que es
hace creer la fe
hace creer que la palabra es
hace creer algo atrás de un ruido
hace creer en un ruido
simula caminos de buena hierba
un país hace creer en un orden
que desgarra la noche
como si hubiera caminos
como si hubiera algo que simulara caminos
y no parece
y hasta se ve la silueta de un carcelero atrás del carcelero
y hasta parece que se inclina y habla
y hasta parece que habla de otros carceleros uno en cada puerta otros carceleros que dicen que no dicen que simulan decir que ni siquiera nombran o que nombran la escritura
para desintegrarla en balbuceos sílabas letras desunidas letras que ya no forman ninguna palabra marcas en el papel rumores en la selva del silencio
y hasta parece que es una infinidad de mundos de simulación de mundos cada uno con una puerta y un carcelero como una infinidad de espejos de simulación de espejos cada uno con una puerta y un carcelero
y en los sueños
hay épica y sufrimiento
hasta que llega dulcemente
la gratuidad
el sinsentido
hasta que algunos borrados se levanten de la inexistencia
son como si no hubieran sido nunca
una brisa olvidada
una brisa entre dos intentos de brisa
hace pánico
digo
pienso en los que borraron en pantallas blancas
la mandíbula que guarda mi lengua
tiembla
se cierra
se cae
hace pobreza
hace dolor aquí adentro de esta pantalla donde vivo
los Poderosos no me guardan del frío ni del miedo
de mala hierba los caminos de la muerte
hasta la tentación de decir injusticia iniquidad
una vez desaparecidos los carceleros
me acuesto
sueño
las posibles palabras que contie¬nen otras puertas posibles
sueño un país
donde la rabia
me devuelva los muertos)

Liliana Díaz Mindurry, Buenos Aires, 1953. Escritora y docente, abogada de formación.
Obtuvo el Premio Planeta 1998 por su novela Pequeña música nocturna. También en narrativa, obtuvo la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores por la novela La resurrección de Zagreus y el libro de poemas Paraíso en tinieblas; el Primer Premio Municipal de Buenos Aires de cuentos editados Bienio 90-91 por La estancia del sur; el Primer Premio Municipal de Córdoba por el mismo libro, el Primer Premio Fondo Nacional de las Artes 1993 por la novela Lo extraño, el Premio Centro Cultural de México en cuento 1993, Premio El Espectador de Bogotá en cuento 1994, ambos en el concurso Juan Rulfo de París, el 1º Premio Jiménez Campaña de Granada, Premio Fernández Rielo de Madrid. Fue premiada por la Municipalidad de Encina de la Cañada (España) y en la Municipalidad de Puebla (México). Ha recibido el Subsidio de Antorchas, el Primer Premio Embajada de Grecia, el Primer Premio First, entre otros honores tanto en el país como en el extranjero.
Tiene diecinueve libros publicados, entre ellos las novelas La resurrección de Zagreus, A cierta hora, Lo indecible, Summertime, Hace miedo aquí y el libro de ensayos “La voz múltiple” y “La maldición de la literatura”. Algunos de sus libros de cuentos son: Buenos Aires ciudad de la magia y de la muerte, En el fin de las palabras, Retratos de infelices, Ultimo tango en Malos Ayres. En poesía publicó Sinfonía en llamas, Paraíso en tinieblas, Wonderland, Resplandor final. Varios de sus poemas fueron publicados en Colombia, Austria y otros países. Su obra fue traducida al alemán y al griego. El cuento Onetti a las seis fue llevado a la escena teatral por Hernán Bustos junto con Un sueño realizado de J C Onetti” (teatro IFT, 2008). Realizó el prefacio a las obras completas de Onetti en la Editorial Galaxia Gutenberg de España y ha escrito numerosos ensayos sobre su obra.
Dirigió el programa “Taller Literario” en Radio Cultura (1990). Creó y dirigió el Grupo Literario “Zahir”, y la revista del mismo nombre, así como el café literario homónimo para la promoción de la literatura nacional desde 1990 hasta el 2001. Dirigió también el grupo literario Malosayres.
Se ha desempeñado como crítica literaria en el diario La Prensa y ha colaborado en la sección literaria de La Nación, con cuentos. También ha colaborado en diversas ocasiones en el diario Clarín.
Su producción literaria fue objeto de estudio para la tesis doctoral de Holmfridur Gardasdottir de la Universidad de Austin-Texas (diciembre 2001). Coordina talleres literarios. 
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